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“Papi, tuve que matarte…” El rol paterno en el cine de terror de Scott Derrickson

Spoilers

“No te preocupes papá. Voy a hacerte famoso otra vez”

El estreno de The Exorcism of Emily Rose en 2005 posicionó a Derrickson como una de las nuevas promesas del cine de terror. Aunque había dirigido Hellraiser: Inferno (2000) y contaba con varios cortometrajes en su haber, fue con este film que logró ofrecer una visión personal sobre el cine de posesión y exorcismo. Su interés por narrar la historia real de Anneliese Michel, una mujer alemana que murió en 1975 tras someterse a un exorcismo, centrándose especialmente en el juicio al cura que llevó a cabo el procedimiento, aportó un enfoque original a una temática central del cine de terror desde el estreno de The Exorcist (1973) de William Friedkin.

Proveniente de una familia humilde, católica y conservadora del interior de Estados Unidos, Emily Rose (Jennifer Carpenter) es la única de la familia que logra acceder a una beca completa para ir a la universidad. La salida del hogar y el ingreso a la vida universitaria, que no es vivido con alegría por sus padres, suponen la aparición de un peligro real y metafórico. Por un lado, es en el campus universitario donde Emily tiene el primer encuentro con la entidad demoníaca y donde se concreta la posesión. Por el otro, la salida del seno familiar y de la protección dada por la creencia religiosa, es lo que termina “pervirtiendo” a Emily. La posesión demoníaca puede interpretarse como una metáfora de los horrores que acechan tanto al mundo como a la transición hacia la adultez. Luego del episodio en la enfermería universitaria, Emily debe volver a su casa. No lo hace siendo la misma de antes sino que presenta síntomas de cambio y de posesión lo suficientemente graves como para requerir la asistencia del cura del pueblo. Es la figura del Padre Moore (Tom Wilkinson) la que se encargará de intentar recuperar a la Emily que todos conocen. Su padre biológico acompaña el proceso desde una posición físicamente inerte y activamente inutil en lo que a la posesión se refiere. Aún así, ella no duda en golpearlo y avergonzarlo delante de todos los hombres presentes en el film.

Desde el comienzo sabemos que Emily no logró sobrevivir, esto pone en primer plano la inutilidad de su padre y de la Iglesia. Derrickson decide contar la historia alternando el desarrollo del juicio al Padre Moore con flashbacks que nos muestran los últimos días de Emily con vida. Es interesante el modo en que lo religioso y lo judicial entran en choque con el objetivo de consagrarse como los únicos protectores de la historia y el legado de Emily. La defensa del cura está en manos de Erin (Laura Linney) una abogada agnóstica e inescrupulosa, que se verá sometida a un proceso de reconsideración de sus propias creencias.

Si bien el rol paterno no es protagónico en este film, lo que podríamos denominar paternidades delegadas ocupan un lugar de privilegio. Este concepto nos permite englobar a todas aquellas instituciones centrales para el sostenimiento de la sociedad que operan, en la mayoría de los casos, desde las lógicas de protección de sus miembros, otorgándoles un sistema ético y moral de comportamiento. Tanto la Iglesia como el Sistema Judicial asumen los roles de cuidado que el padre de Emily no pudo cumplir.

Siete años después, en 2012, estrenó Sinister, película que el reconocido crítico cinematográfico Roger Ebert describió como “innegablemente aterradora”. No hay duda que el horror se despliega en el film en múltiples niveles. No solo el recurso del metraje encontrado, empleado para desarrollar la historia y recuperar los crímenes familiares, sino también la propia construcción del rol paterno, funcionan para crear un universo caótico y hostil donde las infancias están constantemente en peligro.

Elisson (Ethan Hawke) vive atormentado por el éxito que alguna vez tuvo como escritor. Con una hipoteca sobre la casa familiar, y la sensación de que esta historia es su último intento por recuperar la fama perdida, decide mudarse a la casa de los crímenes que investiga. Si bien rápidamente la decisión tomada se revela como una amenaza para la estabilidad mental de su esposa y de sus hijos (uno de ellos sufre de severos terrores nocturnos), él decide sostener su investigación adentrándose cada vez más en la mitología de Bagul, el devorador de niños. Su enfrentamiento con la policía, que se representa en el film como una fuerza inutil e ineficaz en el cuidado de los niños, refuerza su incapacidad como padre. Elisson nunca enloquece, ni se comporta erráticamente como Jack Torrance (Jack Nicholson) en The Shining. Cada decisión que toma se da en pleno uso de sus facultades. La película nos presenta sistemáticamente a un padre que no duda en anteponer su éxito profesional al bienestar de su familia. Incluso al final, cuando elige correctamente, sume a su familia en el horror. Incapaz de cumplir con sus responsabilidades familiares, obtiene de la manera más cruel sus últimos 15 minutos de fama.

El poder de la religión y la lucha entre el bien y el mal son recuperados en el film Deliver us from Evil (2014). Basada en la historia real del Sargento Sarchie narrada en el libro Beware the night, Derrickson describe un mundo atravesado por la violencia, en el que lo sobrenatural se desparrama por la calles del Bronx. Desde la primera secuencia, en la que Sarchie (Eric Bana) protege el cuerpo de un bebé muerto en un callejón, entendemos que los roles de cuidado asociados a la familia están puestos en crisis. Niños muertos, golpeados, abandonados o asesinados a plena luz del día forman parte de la cotidianeidad de la ciudad. Aún siendo un excelente oficial de policía, Sarchie necesitará de la ayuda del Padre Mendoza (Edgar Ramírez) para proteger a los ciudadanos del mal y, sobre todo, para cuidar y proteger a su propia familia.

Recuperando muchos de los temas centrales presentes en The exorcism of Emily Rose, especialmente la idea de que la religión tiene el poder para torcer y mejorar las conductas humanas, la representación de la paternidad se da desde la óptica de la inutilidad, la violencia y la ineficacia. Todas las paternidades presentes en el film son puestas en crisis, incluso en lo que refiere al Padre Mendoza y a su cuestionable ética cristiana.

El descubrimiento del embarazo de su esposa se da en paralelo a la intensificación de la presencia demoníaca en la historia. Es ante la noticia inesperada de su nueva paternidad que Sarchie comienza a perder el control llevándolo directamente a la puesta en peligro de su propia familia. Es un padre ausente, que no registra los miedos de su hija y las necesidades de su esposa. Sólo cuando decide confesarse, y asumir sus propios pecados, logra frenar a las fuerzas sobrenaturales que lo acechan y recuperar su rol como padre amoroso y protector en la familia. La escena final refuerza aún más esta cuestión.

The Black Phone (2021) es su última película. Ambientada a finales de la década de los setenta, cuenta la historia de Finney (Mason Thames) un niño maltratado por su padre Terrence (Jeremy Davies) que, junto con su hermana Gwen (Madeleine McGraw) reparten las tareas de cuidado de su progenitor para evitar los estallidos de violencia que aparecen durante su alcoholismo. El mundo que habitan los personajes del film, cercano al que se presenta en Sinister, es tan hostil con los niños que la violencia termina convirtiéndose en su forma natural de vincularse. Luego de varias desapariciones de jóvenes en el barrio, Finney es secuestrado por The Grabber (Ethan Hawke), un extraño personaje enmascarado que deja globos negros en las escenas del crimen.

Tanto la policía como el padre son construidos como figuras inactivas e inútiles incapaces de poner un freno a la violencia que aqueja a las infancias. Ni siquiera la escuela, como segunda casa, funciona como espacio de protección. No solo no detectan la violencia que ellos sufren en su propia casa sino que las conductas abusivas entre estudiantes pasan desapercibidas antes los ojos de los adultos. Finney es incapaz de defenderse y, en la mayoría de los casos, si no encuentra protección por parte de alguno de sus amigos más fuertes, será la hermana la que interfiera para defenderlo

La estadía de Finney en el sótano de The Grabber le enseñará a valerse por sí mismo y a hacer uso de la violencia. Solo después de esta experiencia podrá liberarse de la influencia paterna. Sin miedo, Finney se transforma en Finn. No solo ha madurado, sino que también obtiene una disculpa de su padre, al que junto a la inutilidad se le suma la vergüenza.

Ultimas consideraciones

Amante del tormento y la tortura.

Y dije sí, sí quiero.

Pero, papi, esto se acabó. He desconectado

El teléfono negro de raíz, las voces

Ya no pueden reptar por él.

Sylvia Plath. 1965

El cine de terror ofrece una mirada cruda de la paternidad que, en términos generales, es acallada en el cine popular contemporáneo de otros géneros. Los padres son incapaces de defender a sus hijos de las amenazas externas porque son la fuente primaria de peligro, por acción u omisión, dentro de las dinámicas familiares. Inútiles e inactivos, lejos de convertirse en los héroes del film, se construyen como sujetos sufrientes y conflictuados ante la incapacidad de salirse del eje de sus propios deseos para ponerse al servicio de otras necesidades que no son las suyas personales.

Las representaciones en el cine de figuras institucionales o paternidades delegadas como la Justicia o la Iglesia, mayormente encarnadas por hombres, muestran un interés aparente por cuidar a los más vulnerables. Sin embargo, estas figuras en lugar de cumplir este rol protector de manera efectiva, a menudo se ven involucradas en dinámicas que sirven más a los intereses de los padres intentando remediar, aunque sin éxito, la falta de cumplimiento de sus responsabilidades paternas.

El mundo se presenta permeable a la maldad y a la violencia en todas sus formas. Desde aspectos terrenales como el asesinato o el secuestro hasta la presencia de fuerzas demoníacas que corrompen el cuerpo de los mas inocentes, estas representaciones del mal dejan entrever un correlato del mundo exterior con el mundo interior de la propia familia. En la mayoría de los casos, el contacto con una realidad violenta y la crianza en hogares donde las tareas de protección y cuidado son inútiles, dan por resultado niños monstruosos que se manifiestan tanto como asesinos de sus propios padres, posesos por entidades demoníacas o hipersensibles capaces de conectarse con el más allá. El miedo a la paternidad se representa no sólo desde la inacción sino también desde la presencia de niños monstruosos que dejan en evidencia la incapacidad de los padres para lidiar o vincularse con ellos.

Determinar si los padres de estos films son buenos o malos no tendría sentido. Lo que sí es necesario señalar es que en los universos que Derrickson construye, todas las tareas de cuidado, incluso las delegadas, son inútiles. En ninguno de los films la presencia de las madres toma la suficiente notoriedad como para funcionar como contracara de las tareas paternales. Están muertas, poseídas o se vuelven invisibles y sin poder alguno de decisión frente a las figuras masculinas. Todos los adultos fallan, lejos de cuidar exponen de manera directa a sus hijos a una realidad lo suficientemente cruel como para que el abuso y el asesinato sean moneda corriente en su cotidianeidad.

El cine de terror manifiesta los miedos y ansiedades de una sociedad en un momento determinado. El fenómeno descrito por Hamad pone en primer plano los requerimientos que el siglo XXI le impone a los hombres en su rol paternal. En el caso del cine de Derrickson, ninguno de los padres está a la altura de lo que el momento histórico les impone. El terror nos ofrece una visión de la paternidad donde la masculinidad se presenta como débil por naturaleza, pero sobre todo donde la incapacidad de ejercer el rol paterno termina convirtiéndose en la cuna que ve nacer y crecer a los nuevos monstruos.

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