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De la novela al cine - ¿Por qué podemos ver Come, reza, ama (2010) una y otra vez? - El viaje de la heroína

Hay algo de comfort movie

No hay nada como la sensación de reencontrarte con una comfort film después de mucho tiempo. Una película que se siente como refugio, como lugar seguro y de descanso. Hace unos artículos hablamos sobre todas estas películas que llegan a nuestra vida de una manera inesperada, y por la temática de sus argumentos, la tranquilidad, la amabilidad con la que se desarrollan y la conexión que consiguen con nuestro relato, se convierten en historias recurrentes a las que siempre volver. En esas pasadas líneas, reseñamos las que para mí son mis comfort films, películas reconocibles de las que se sienten como una caricia en el corazón, aquellas a las que yo recurro habitualmente, y en las que me siento casi igual que al llegar a una casa caliente en un día de lluvia.

Cinema paradiso (1988), lo es, sin ninguna duda; la primera en la lista por su humilde belleza, por la historia de Toto alrededor de un pequeño cine de barrio en el que crece mientras descubre la magia del cine. No todas las comfort movies se definen por su brillante argumento o su calidad en los recursos cinematográficos, como ya reseñamos en el pasado artículo. Muchas lo hacen por lo cálido de sus historias y de los personajes que las componen.

Más allá de esta joya del director italiano Giuseppe Tornatore, otras películas que formaban parte de esta sección fueron la reconocida obra de Pedro Almodóvar, Todo sobre mi madre (1999), así como una de las películas francesas más recordadas de toda la historia, Amélie (2001). Nada tiene que ver en sus argumentos ni en la forma de articular el relato. Es más, los códigos en los que se construye la historia son cuanto menos distantes y la crudeza de la primera no está presente en ningún punto de la vivencia de Amélie. Y sin embargo, ambas forman parte de una tradición, de un legado y de una casa, la mía, que ha vivido a través de la historia del cine. Y que, inevitablemente, ha llegado de la misma manera a mí, dejando un poso muy concreto.

Cinema Paradiso (1988)

La historia de Toto, igual que la de Amélie, comparten viajes de crecimiento y autodescubrimiento muy específicos. Cada uno en una edad concreta, con las que como espectadora, puedes agarrarte en los momentos vitales en los que coincides con sus protagonistas. Recuerdo haber descubierto a Toto con apenas 8-9 años, y sentir, que al igual que él pasaba las horas muertas en esa humilde sala de cine, yo descubría el cine junto a él. Llegué a Amélie algo más tarde, quizás a los 12-13, un momento en el que el relato en voz en off, lleno de realismo mágico y catastróficas desdichas llenas de curiosas coincidencias me atrapó por completo.

Para finalizar, muchos años después, llegó a nuestra vida La La Land (2016), la que para mí es una obra maestra del cine musical y un auténtico homenaje a la historia del cine. Sin apenas esperarlo, se colocaba como la cuarta elegida de las comfort films que seleccioné en el pasado artículo. Coincidiendo, como le puede pasar a todo cinéfilo, con mis cuatro favoritas que me pidió Letterbox el día que decidí iniciar sesión por primera vez.

Si bien ese artículo se cerró con únicamente cuatro películas seleccionadas, en las líneas de hoy venimos a reseñar la que probablemente podría ser, junto a Notting Hill (1999), la siguiente en la cola: Come, reza, ama (2010), la archiconocida película que protagoniza Julia Roberts.

Come, reza, ama (2010)

Uno de los puntos más interesantes de la película es su orígen, de dónde parte. La obra está basada en la novela homónima de Elizabeth Gilbert, Come, reza, ama (2006); un relato que ella categorizó como autobiográfico en el que narra su proceso después de un duro divorcio. El carácter autobiográfico nos ayuda a entender la visión global con la que la historia es relatada, el proceso de inicio a fin con antecedentes y desenlaces concretos. En el año 2010, Ryan Murphy se pone al frente de esta historia y cuenta con Julia Roberts para encarnar el papel de la propia Liz.

¿Qué tiene esta película de comfort film? ¿Por qué no podemos dejar de verla una y otra vez?

Hablamos de que hay algo en común en la vivencia narrada de Toto y de Amélie. Algo que tiene que ver con un proceso de crecimiento, un viaje autodescubrimiento a una edad temprana, y sobre todo, una historia llena de humildad y ternura. A priori, parece que nada tiene que ver con el camino de Liz: una mujer de mediana edad que al inicio del film se da cuenta de que su vida, casada y trabajando como escritora en una ciudad cuanto menos masificada, Nueva York, hace tiempo que dejó de tomar el rumbo que ella necesitaba. A partir de aquí, se marca lo que podríamos considerar un viaje de la heroína en toda regla.

Liz Gilbert logra que tú te sientas como Julia Roberts, exactamente de la misma manera hasta decir “esto me podría haber pasado a mí”. Como espectador vas descubriendo los lugares al mismo tiempo en el que ella lo hace, y este es el principal motivo para que la identificación funcione. No es la historia de una mujer que vive en lugares paradisíacos, totalmente alejados de tu realidad como mujer u hombre. Este viaje de la heroína, que no es otro que un viaje de autodescubrimiento como ahora analizaremos, conecta con una audiencia que también necesita huir, salir de casa, dejar todo lo que tiene atado en este momento y empezar a sentirse libre.

Pero no es un viaje sencillo, y en ese sentido podríamos decir que es una película “medianamente” realista. A pesar de que el contenido está absolutamente edulcorado y la música que acompaña la trama refuerza la edulcoración de los momentos tiernos y emocionales, el personaje muestra un sufrimiento a lo largo de todo este recorrido. Es cierto que todo parece resultar perfecto. Liz podría no haber encontrado al monje budista en su primer viaje a la India. El divorcio podría no haber sido tan placentero y fugaz como se muestra, incluso las condiciones económicas podrían haber sido adversas a la decisión de dejar toda su vida de un día para otro. Pero no olvidemos que esto es claramente un drama romántico antes de que se den los créditos iniciales, por lo que sabemos a que nos enfrentamos y el carácter mágico y soñador debía estar presente sí o sí, más en un drama romántico como este.

Cómo se estructura “El viaje de la heroína” de Liz Gilbert

  • El viaje del héroe vs El viaje de la heroína

Partiendo de la estructura narrativa que el mitólogo Joseph Campbell desarrolló en su libro El hombre de las mil caras (1949), El viaje del héroe se estructura a través de varias etapas que componen el desarrollo de un personaje, que normalmente coincide con el del protagonista.

En su fórmula clásica, el héroe sale de su mundo ordinario, su vida cotidiana, debido a una llamada a la aventura, algo que para él representa un desafío. En la mayor parte de las historias que se desarrollan a través de esta estructura existe la figura de un mentor o un acompañante que va guiando al protagonista, y es a través de varios encuentros con este, con los que el héroe va descubriendo por dónde continuar su camino.

Tras varias pruebas con aliados y con enemigos, el protagonista va llegando al lugar más profundo y más oscuro, denominado la cueva, hasta llegar a la prueba más difícil, la suprema. Al final todos los viajes tienen una recompensa y el héroe acaba regresando a su mundo ordinario con un aprendizaje. Hay ejemplos de todo tipo y para todos los gustos, entre los que podemos destacar El Señor de los Anillos, Star Wars, o la película infantil de Disney El Rey León.

Sin embargo, todas estas estructuras se crearon desde un inicio para una figura masculina. Aunque quizá no de forma explícita o intencionada, lo cierto es que desde que el relato narrativo empezó a configurarse de esta manera la mayor parte de los protagonistas que seguían estas etapas coincidían con personajes masculinos. Por ello, en 1990 Maureen Murdock publicó The Heroine 's Journey (1990), Una novela en la que desarrolló una estructura narrativa que hace específicamente referencia al viaje a la transformación de un personaje femenino. Hay varios puntos en común con el viaje de Campbell, aunque es cierto que este se adecua mejor a una sinergia y a un reequilibrio entre lo femenino y lo masculino. La autora hizo hincapié en la redefinición de los elementos y los caracteres asociados a cada género, y a través de sus etapas, trata de manifestar, las necesidades de una protagonista que intenta salirse de las conductas patriarcalmente hegemónicas.

  • Vamos a hacer un análisis del viaje de la heroína en comparación con el viaje de Liz Gilbert en Come, reza, ama (2010).

La primera de las etapas, la separación de lo femenino, Liz está totalmente ubicada en un entorno asociado con lo femenino: casada con un hombre de su misma edad, con el que aparentemente debe de ser feliz, trabajando como una escritora de éxito en la ciudad de Nueva York, y con la presión de la maternidad acechando sin descanso. Es en este mundo ordinario que se denomina en el viaje del héroe donde la protagonista comienza a encontrarse a disgusto e inconforme con su realidad, por lo que decide separarse de todo lo que hasta ahora le ha sido dictado para buscar su propio camino.

En la segunda de las etapas, la identificación con lo masculino y el camino hacia el poder, Liz trata de redefinir conceptos como el éxito y la felicidad, para intentar encontrar qué es lo que ella necesita. Por lo que esta experiencia de éxito (tercera etapa), sus reconocidas novelas y el estatus de vida que lleva, no consigue hacerla feliz de todo, provocando la crisis personal que la lleva a tomarse un año sabático, irse a Italia y dejar su vida en Estados Unidos.

Estructura argumental de las tres historias

A partir de aquí, son un total de tres viajes los que Liz hace, triplicando las posibilidades del viaje de la heroína en cada uno de sus intentos por descubrir quién quiere ser. Siguiendo con el título de la propia novela, cada verbo hace referencia a una de sus etapas: Come a Italia, Reza a la India y Ama a Bali.

Italia (Come)

Ya desde el piso de su mejor amiga Nueva York, Liz se compra un diccionario italiano para comenzar a aprender el idioma y poder viajar a la Toscana con algo de conocimiento.

Cuando llega a Roma, la buena comida y la sobremesas con amigos se convierten en los placeres vitales de la protagonista, haciendo que su principal y única preocupación sea superar el sentimiento de culpa por comer un plato de spaghetti demás. Comienza a habitar en una preciosa casa y conoce a Sofi, una mujer sueca con la que comparte un viaje de autodescubrimiento. Esta primera etapa es vital para el desarrollo del personaje, ya que la permisibilidad y la liberación que Liz consigue en este tiempo, la ayudan a conectar de una manera más profunda en sus siguientes dos experiencias.

India (Reza)

Quizás este segundo viaje coincida con la cuarta etapa de liazo de la heroína, el despertar espiritual y la consiguiente caída en la oscuridad. En India Liz se adentra en un ashram, un centro de meditación y espiritualidad en el que, a través del silencio, trata de conectar consigo misma y callar a los pensamientos y angustias de su pasado. Al igual que sucede en el viaje del héroe, aquí también aparecen diversos aliados que acompañan a Liz en estas “pruebas”. Si bien la primera aliada podía ser Sofí, su amiga de Roma, en este segundo viaje Richard es el personaje que se identifica con esta figura, un texano que poco a poco se convierte en su mentor espiritual.

La quinta de las etapas se desarrolla principalmente en este segundo viaje, la que la autora en su día categorizó como la iniciación y el descenso, en la que la protagonista se sumerge en sus miedos más profundos y en la aceptación de su vulnerabilidad. Junto a Richard, Liz recuerda detalles dolorosos de su matrimonio en estas jornadas de meditación y autoconocimiento. Los pensamientos le devuelven momentos duros que tras aceptarlos le ayudan a estar más en paz consigo misma.

Bali (Ama)

Indiscutiblemente, este tercer viaje coincide con la sexta etapa, el anhelo de reconectar con lo femenino. En Bali, Liz se reconcilia consigo misma, ha superado el proceso de duelo y se adentra en una etapa de disfrute personal que hasta ahora no se da en ningún momento. En mitad de una isla paradisiaca, conoce al tercero de sus aliados, Felipe, un brasileño radicado en la isla del que se enamora perdidamente. Es en esta etapa donde el personaje se vuelve a dejar conectar con los aspectos más asociados a su feminidad; la creatividad, el deseo, la intuición, lo emocional, etc. Y poco a poco, acaba cerrándose también la séptima etapa, cuando el equilibrio entre lo masculino y lo femenino llegan a un punto en común.

La última de las etapas del viaje de la heroína, coincide también con la etapa final del viaje del héroe, la reintegración y el regreso al mundo ordinario. Liz entiende el motivo de su viaje, acepta su proceso, sana el camino y reconduce su vida, por lo que el objetivo del camino inicial se ve recompensado.

Si todavía no has visto la película y sientes que quizá no es el momento para hacerlo, probablemente estés en lo cierto. Considero que hay algo en esta historia que necesita de un tiempo determinado para que cale bien. Precisa de una vivencia personal muy determinada, similar a la que está transitando la protagonista, para que la tarde de lágrimas y emoción esté asegurada.

Es una película sencilla, divertida aunque no cómica, entrañable y muy emocional. Quizás si no es tu tipo de género, puede resultar algo cursi y poco realista. Pero creo firmemente que si estás en un momento vital de desconcierto, algo perdida, y con mil frentes abiertos por los que no sabes por dónde empezar, Come, reza, ama (2010) puede albergar muchas de las respuestas que estás buscando. Y si no es así, por lo menos pasarás un rato entre islas paradisíacas, rincones de meditación y viñedos toscanos, que no está nada mal.

Disponible en Netflix.

Nahia Sillero.

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