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Profesión peligro (2024): un camino para David Leitch

A David Leitch lo relacionamos con la saga John Wick, aunque es apenas el productor. El verdadero cerebro ahí, sin dudas, es Chad Stahelski, quien tiene la creatividad y el sentido del humor como para construir esas secuencias de acción más grandes que la vida. Pero centrémonos en Leitch, quien como productor (Nadie, Noche sin paz) es más interesante que como director, aunque de manera sorpresiva nos entregó una de las películas del año: Profesión peligro. Su filmografía incluye las fallidas (por distintos motivos) Atómica, Deadpool 2, Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw y Tren bala, películas que si bien pueden ser odiosas no dejan de definir un estilo, especialmente esta última. Tren bala, con Brad Pitt, es una típica película Leitch, y también una típica película de estos tiempos en los que la estética termina por definir todo (el director es uno de esos que saben leer el viento de época, como lo fue Michael Bay entre mediados de los 90’s y el 2010 aproximadamente), incluso el éxito de taquilla. Uno puede adivinar por el tráiler si la película tiene el potencial para enganchar a este público sobrestimulado y formateado para ver todo como si de un reel de Instragram se tratase. Es maravilloso que el cine todavía se vea a lo ancho y no vertical, algo que -lamento puristas- en algún momento se dará: la pantalla alta en vez de la pantalla ancha. Entonces Tren bala, film ruidoso, lleno de truquitos visuales, con personajes cancheros que tienen la incapacidad de generar empatía -salvo por Pitt que está muy gracioso- es una masa audiovisual saturadísima. Y es una masa muy al uso de lo que el espectador actual exige. ¿Cómo llegamos entonces a Profesión peligro, que es casi todo lo contrario de lo que Leitch saber dar? Es un misterio.

Antes que nada, decir que Profesión peligro ingresa en el panorama del Hollywood actual, donde la falta de imaginación y de riesgo lleva a explotar las enésimas remakes, secuelas o adaptaciones. Pero -también decir- no tienen nada de malo de por sí las remakes, secuelas o adaptaciones si se las lleva adelante con creatividad y con un objetivo claro más allá de la mera explotación comercial. Profesión peligro ingresa entonces en ese Olimpo donde ingresaron adaptaciones como El fugitivo de Andrew Davis o Starsky y Hutch de Todd Phillips. Es decir, es una de las buenas. Llamativamente Leitch, el as de la canchereada, encuentra en esta adaptación de una popular serie de los 80’s (Lee Majors, el protagonista, tiene un divertido cameo) algunos motivos más cercanos a la empatía que a la distancia cínica, demostrando amor por los personajes, por lo que tienen para contar y por el mundo que habitan. Creada por Glen A. Larson, autor de algunas de las series más celebradas de los 70’s y 80’s (McCloud, BJ, Magnum, El auto increíble), Profesión peligro contaba la historia de un especialista en escenas de acción que trabajaba como cazarrecompensas. En esta adaptación el director y su guionista, Drew Pearce (atención a este nombre, también escribió los guiones de dos maravillas como Iron-Man 3 y Misión: Imposible – Nación secreta), se apoyan en esa premisa, pero le dan al Colt Seavers de Ryan Gosling un mundo previo que, por una vez, no huele a psicologismo al cohete sino una dimensión que abre las puertas a una suerte de comedia de rematrimonio en la que el protagonista regresa al trabajo de doble de riesgo luego de un severo accidente para ver cómo recupera el corazón de la directora Jody Moreno (Emily Blunt), de la que se alejó cuando sufrió aquella lesión.

A ver, no es que Leitch no se pase de listo en algún momento. Profesión peligro es cine dentro del cine, y es antes que nada un hermoso homenaje a los dobles de riesgo, a esas personas que se han jugado el cuerpo por lograr la más perfecta secuencia de acción posible. En ese sentido es absolutamente emocionante y honesta. Entonces el cine, los rodajes, los egos de las estrellas, el backstage, los roles dentro de un set, los productores, todo entra en la batidora que mezcla los nutrientes de esta divertidísima comedia de acción. Hay una secuencia, entonces, en la que se habla de pantalla dividida y la película hace mecánicamente el gesto de dividir su pantalla para jugar entre lo que los personajes hablan y lo que la imagen propone. Es un gag efectista, simpático en un principio, pero en determinado momento se agota y Leitch no sabe dónde ponerle fin. Aquella Tren bala, por ejemplo, estaba regada de momentos así, pero en Profesión peligro, una película totalmente diferente, más clásica y menos subrayada, donde la diversión es hacia dentro de la pantalla y nunca hacia afuera, como buscando la gracia en otro lugar, es un instante que rompe con cierta lógica del relato. Lo positivo es que esa puerta hacia la intertextualidad pavota abre y cierra ahí mismo, todo lo que hay antes y después se puro goce, una fusión infrecuentemente efectiva entre el movimiento y las buenas ideas. Pero sirve para ver hacia dónde podría haber ido la película y dónde decidió finalmente posicionarse.

El gran dato de Profesión peligro, de ahí lo infrecuente de su apuesta, es que le habla a un espectador mayor de cuarenta, cuando Hollywood parece tener lugar sólo para sub 30. Sus referencias culturales (por ejemplo División Miami) requieren de un espectador adulto, pero sobre todo de un espectador que acepte los lugares comunes sin estar poniendo cara centennial de estar buscando lo original como si sólo en lo (falsamente) nuevo existiera el interés. Profesión peligro integra la acción y la comedia con enorme fluidez, incluso una trama policial-detectivesca totalmente ridícula con Gosling luciéndose entre lo torpe y lo virtuoso, y un romance sin cinismo donde el personaje femenino tiene una actitud de liderazgo sin estar subrayando empoderamiento en cada línea (brillante la escena en la que Blunt parece hablar de marcación actoral mientras habla de otras cuestiones). En esa mezcla, la película de Leitch es la felicidad misma, la que surge cada vez que suena I was made for lovin’ you de Kiss, un tipo de película despreocupada como ese espíritu festivo que tenía el cine mainstream en los 80’s y 90’s. Es difícil encontrar algo igual en el Hollywood actual, aunque películas como Godzilla y Kong y Argylle parecen querer volver a tiempos más libres donde el cine de entretenimiento era, básicamente, entretenido. Si hay que bucear un poco los orígenes de Profesión peligro tal vez haya que ir a Dos tipos peligrosos, la perfecta película de Shane Black, en la que Gosling interpretaba un personaje de características similares. Recuerdo de aquella película una enorme secuencia humorística en un baño, donde a Gosling se le caía un cigarrillo mientras estaba sentado en el inodoro y no podía controlar la puerta del sanitario. Lo que hacía corporalmente el actor en esa secuencia era una clase magistral de humor físico, y aquí repite algo de eso demostrando que -cuando quiere- es uno de los mejores comediantes del Hollywood actual.

Shane Black dirigió anteriormente una obra maestra que se llamó Kiss Kiss Bang Bang. Y algo de eso hay aquí, de ese espíritu lúdico y directo de apostar por el disfrute de las emociones más puras del cine. Eso que antes las películas solían darnos en cantidad y hoy luce cada vez más escaso. Salir del cine con una sonrisa de oreja a oreja es una utopía hoy, algo que pudimos hacer de la mano de un director impensado. Esperemos que esta película le vaya bien como para que Leitch siga por esta senda.

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