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Escenas míticas: Tears in the Rain (Blade Runner 1982)

Spoilers

Blade Runner, la película que dio inicio a este universo en el que Replicantes y humanos conviven, es bastante lenta en su narrativa y difícil de seguir en su trayecto. Por supuesto, hay demasiados aspectos sobresalientes e interesantes en esta película: la construcción de un entorno futurista acompañado de efectos alucinantes para la época, los Replicantes como fuerza antagónica y pilar imprescindible para la historia y la música creada por el fallecido Vangelis que se entrelaza perfectamente con el tono de la película. A pesar de todo esto, Blade Runner de 1982 puede resultar aburrida y tediosa desde su inicio; no solo por el ritmo a paso muy lento con el que se cuenta la historia, sino que carece de una mejor construcción para mantener el interés del público.

Es entonces que llegas al final de la película. Todo cambia.

Rutger Hauer, quien interpreta al antagonista de la cinta, Roy batty, y quien curiosamente falleció en 2019 (año en el que se desarrolla la historia original del film, lo cual le da un aire épico a la historia), leyó el monólogo original para el final de su personaje y lo cambió para la escena definitiva.

Esa escena lleva por título “Tears in the rain”.

Rutger Hauer - IMDb

Roy es un Replicante que busca extender por cualquier medio posible y al costo que se requiera la poca vida que le queda; es por eso que va en busca de su creador y le pregunta por una alternativa, solo para encontrarse con la cruda verdad de que sus días están contados. Pronto morirá y no hay nada que pueda hacer al respecto; ante tal revelación, Roy asesina a su creador; liberando toda su ira y miedo. De entrada, el propósito del Replicante es igual al de cualquier ser humano, convirtiéndolo inmediatamente en uno; lo que nos permite sentirnos cercanos a él y empatizar con su causa, no porque apoyemos o justifiquemos sus decisiones durante el metraje en pos de sus propios intereses, sino porque la simpleza de su deseo nos demuestra que él y nosotros no somos tan diferentes. Replicantes y humanos, ambos poseemos, por decirlo así, un “creador”; y maldecimos nuestra mortalidad ante tal figura. Pero no importa cuántas vueltas le demos al asunto, nuestros anhelos son indiferentes a nuestro “creador”. Con este simple argumento se crea una base sólida para el personaje de Roy Batty, escrita con elegancia y sencillez.

Una vez llegamos al enfrentamiento final entre el detective Rick Deckard y Roy, luego de que el Blade Runner haya asesinado a todos sus compañeros, Roy hace un depliegue asombroso de cuantas emociones humanas le sean posibles. Aprovechando hasta el último respiro de lo que llamamos “vida”. Amor, al besar por última vez los labios de la mujer que tanto amó y que nunca lo abandonó en su propia búsqueda. Tristeza, al soltar lágrimas sobre el cuerpo sin vida de dicha mujer. Ira, al vengarse de Deckard por haber asesinado a sus compañeros, rompiéndole dos dedos. Alegría, al tornar su enfrentamiento en un divertido juego en el que Deckard es la presa, y Roy debe perseguirlo para acabar con él; dándole cuatro segundos de ventaja e incluso devolviéndole su pistola luego de romperle los dedos. Dolor, al atravesar por completo una de sus manos con un clavo; esto por decisión propia luego de notar cómo su cuerpo poco a poco se estaba quedando sin energía. Y quien sabe, el haber escuchado los gritos de Deckard mientras reacomodaba sus dedos, añadido al hecho de que quería sentirse vivo, pudieron haber sido otros factores que lo empujaron a tomar esta dolorosa decisión. Esto último puedo afirmarlo gracias a lo que Roy nos demuestra a continuación, luego de una amalgama de emociones. Locura, al desvertirse por completo, con excepción de su ropa interior; y soltar varios aullidos desde lo profundo de su alma; sirviendo como un grito de liberación, un despojo de todo rastro de miedo e ira. Una cortés e hilarante aceptación de su destino.



Deckard abandona el edificio, sube al techo del lugar e intenta escapar del Replicante lanzándose hacia la azotea de un edificio contiguo, fallando en el salto y quedando suspendido en al aire, aferrándonse con ambas manos (una de ellas con dos dedos rotos) a una viga metálica que sirve como la única línea delgada que lo separa de la vida y la muerte; quien lo observa desde el suelo. Roy lo persigue hasta el mismo lugar mientras carga en sus manos una paloma blanca. Este detalle no salió de la nada ni es mucho menos pretencioso, dado que en la escena anterior, cuando Deckard escapa del edificio abandonado, se pueden ver varias palomas en la habitación; además, será un bello elemento durante la escena final de Roy.

Parado en el mismo lugar desde el cual Deckard intentó saltar sin éxito, Roy se prepara. El entusiamo recorre su cuerpo bañado por la lluvia; toma impulso, salta triunfante y logra llegar a la azotea del otro edificio. Ha retado a la muerte y ahora se rie en su cara.

Desde la azotea, se asoma a la orilla y observa con lástima a Deckard; presenciando el paisaje desde una posición superior, viendo a un humano asustado de la muerte, tal y como él solía serlo, diciéndole: “'Quite an experience to live in fear, isn't it? That's what it is to be a slave”. Líneas que afirman nuevamente su filosofía como persona, más allá de un rol antagónico. Y son estás líneas las que anteceden al brillante monólogo que se aproxima, preparando el terreno, haciéndonos pensar en su visión de las cosas y, siendo totalmente honestos, otorgándole la razón al mencionar la verdad que se esconde detrás de dichas palabras.



El Blade Runner pierde sus fuerzas segundo tras segundo, se sostiene con solo una mano, el terror se convierte en su nueva cara. Roy le sonrié. Finalmente su mano cede y cae hacia los brazos abiertos de la muerte.

Una mano amiga lo rescata de su destino, la misma mano que fue atravesada con un clavo para recordarse a sí mismo el deseo de vivir (y ese mismo clavo sigue ahí). Haciendo honor a la fuerza sobrehumana de los Replicantes, Roy sostiene a Deckard usando solo un brazo, lo levanta sin problemas y lo deja en la misma azotea a la que intentó llegar hace unos segundos; salvándole la vida.

Aunque fueron enemigos a lo largo de la cinta y asesinaron a individuos de la especie contraria, Deckard y Roy están frente a frente, bajo la lluvia. El agua baña sus cuerpos y se entremezcla con la sangre en sus rostros. Mientras sostiene una paloma blanca en sus manos, Rutger Hauer, enmascarado con el rostro y los sueños de Roy Batty, libera su espíritu y nos entrega una par de líneas con las que convierte una película de ciencia ficción del siglo XX, en un ícono de la cultura pop y un clásico del cine. Con tan solo una corta escena y un monólogo de no más de un minuto (lo he comprobado yo mismo), acompañado de la pieza que lleva el mismo nombre de la escena, “Tears in the rain”, compuesta por Vangelis, las palabras de Roy Batty no son solo para Deckard, para un humano o un Replicante, son las palabras que cualquier persona puede entender. Estas calan hondo en el corazón al comprender nuetras fragilidad humana y nuestro deseo por vivir con todas nuestras fuerzas, hasta el último segundo. Roy expone la belleza que yace en la mortalidad, y afirma con firmeza y tranquilidad que el simple deseo de vivir es bello. Luego de usar la poca energía que le quedaba, Roy fallece, siendo Deckard el único testigo y la última persona en verlo vivo, entendiendo finalmente que ambos, humano y Replicante, no eran tan diferentes como creía. La lluvia continúa, cayendo con fuerza en el cuepro sin vida de Roy. La paloma blanca que sostenía en sus manos abre sus alas y vuela lejos; al igual que la “vida”; que algún día perteneció al Replicante, y que sostuvo en sus manos hasta dejarla ir en paz en el momento de su muerte.


Roy Batty no deseaba vivir eternamente, puesto que conocía la mortalidad tan bien como un humano, sino que amaba la vida más que nadie, no solo la de él, sino la de Deckard, y todas las vidas que lo rodeaban, y por ello quería saborear hasta el último de sus respiros, aceptando la muerte como su destino. Después de todo, los momentos que vivimos se perderán en el tiempo, como lágrimas…en la lluvia.

Es hora de morir.

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