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De la novela al cine - EL ACONTECIMIENTO (2021) de Audrey Diwan y Annie Ernaux

Existen ciertos relatos que, independientemente del formato en el que decidan ser narrados, consiguen generar un viaje emocional y vivencial que traspasa toda forma. La mirada de quien tiene algo que contar, que decir, que gritar, traspasa las páginas y la pantalla. Frente a todas estas, merece la pena tomarnos el tiempo para introducirnos en cada detalle, haciendo que lo menos importante sea precisamente “la forma” y la estructura escogida para contar. Así pues, precisamente lo más importante es el hecho de contar. Todos aquellos/as que os hayáis introducido en el universo de Annie Ernaux, podréis reconocer esta sensación. De forma más superficial, o absolutamente desgarradora, dependiendo del relato personal con el que uno se aproxime a su vivencia.

El relato de Annie Ernaux

Y es que precisamente, detrás de las letras de la reconocida escritora se esconde a menudo su mirada, su cuerpo y su propio camino. Bajo el término archiconocido y -a menudo odiado- de la autoficción, Ernaux ha compuesto gran parte de su recorrido. A través de la mezcla de elementos factuales y ficticios, la autoficción es un género literario caracterizado por incluir la vida del/la autor/a como centro innegable del drama, tal y como analiza la teórica Ana Casas.

A pesar de la ambigüedad que los hechos pueden presentar, el término ayuda a contextualizar el origen de un relato. No es realmente importante descubrir cuáles son los hechos inventados y los que pertenecen a una realidad. Lo que marca una diferencia es, en todos los casos, la forma de aproximarse a la ficción desde la vivencia personal. Ganadora del Premio Nobel de Literatura en el año 2022, Annie Ernaux escribe la historia que analizamos hoy, El acontecimiento (L'événement), desde un suceso personal, algo que ella nunca ha tratado de ocultar. Más allá de esta reconocida novela, la escritora ha profundizado en el género a lo largo de su carrera, partiendo de la vivencia como eje central de gran parte de sus historias para tratar de conseguir una reflexión en quien se topa con uno de sus libros. Podría generar cierto temor exponerse al mundo con temas profundamente personales y no esconder en ningún momento que todo eso te ha sucedido a ti. Parece dar vértigo, algo de miedo, reparo, quizás vergüenza.

«El hecho de haber vivido algo otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello», dice Ernaux sobre la autoficción.

No es el caso de Ernaux, pues precisamente se lanza en El acontecimiento (L'événement) con uno de los temas más complejos e íntimos que una mujer de medidados del siglo XX puede enfrentar: el aborto. A través de su obra, Ernaux trata de ser un espejo de la sociedad francesa en la que ella ha crecido, para buscar mediante diversas temáticas la crítica y los resquicios donde ella misma como mujer, quizás, no ha podido tener voz. Así, la exposición de una femineidad habitualmente sometida, trata de ser contrastada con el poder hegemónicamente masculino, en el que Ernaux a menudo se reconoce en contradicción, culpa, duda y temor.

Por esto mismo, esta novela resulta quizás uno de los mejores ejemplos para analizar el tratamiento de la autoficción, tanto en el plano literario como en el cinematográfico. Partiendo de un suceso real, Ernaux relata a lo largo de su novela su experiencia con el aborto en la Francia de los años sesenta, siendo una joven estudiante de la universidad.

La adaptación cinematográfica de Audrey Diwan

En el año 2021, Audrey Diwan quiso llevar a la gran pantalla la historia de Anne, situando la historia en una ciudad sin nombre del país francés, y convirtiendo a la protagonista en una joven de apenas 17 años. A través de lo que se conoce como el coming of age, el subgénero caracterizado por narrar el crecimiento personal y psicológico del/la protagonista, Diwan busca nuevos lenguajes para tratar de que el espectador empatice con una vivencia ajena, sin perder absolutamente la fidelidad en la novela. A menudo, las películas que se categorizan dentro de esta línea, se caracterizan por tener como eje central a alguien joven, pero con una madurez algo más desarrollada que “el común de los mortales” dentro de su misma realidad.

En mayo de 2020, el Centre national du cinéma et de l'image animée decide contribuir económicamente en la producción de El acontecimiento (2021). El proyecto se seleccionó para ir a competición oficial de la 78ª edición del Festival de Internacional de Cine de Venecia y terminó ganando el León de Oro de la 78ª edición del Festival De Cine Internacional de Venecia, siendo su directora la sexta mujer en la historia en ganarlo, y haciendo que la novela tuviera miles de lectores nuevos y situando el universo de la autora francesa en el centro de todas las miradas.

Tal y como decía en un inicio y sucede en esta ocasión, hay relatos que independientemente de su forma consiguen recoger a quien la lee y la mira por su profundo compromiso con la verdad. A partir de un código absolutamente realista, la historia de Anne se revela, aunque no desde el inicio, como un manifiesto. Un grito. Una realidad tan cruel que genera, inevitablemente -y diría que independiente del relato previo personal-, una herida nueva en todos los que nos adentramos en ella. En esta película, Diwan trata de recordarnos que todavía existen realidades (y existieron, ¡vaya si existieron!) injustamente crueles y olvidadas, tal y como quizás también trataba de hacerlo la propia Ernaux. Ahora que parece que ciertos derechos están conseguidos, únicamente donde parecen priorizarse por momentos -no vayamos a olvidar aquellos lugares donde todavía se mata, se condena y se prohibe-, hubo un tiempo en el que el derecho al aborto no asomaba ni de lejos.

¿Qué dista del libro en la película?

El reto de transformar los lenguajes en una historia tan personal era algo complejo. Más, quizás, cuando la vivencia es conocida por tener un poso personal. La construcción de la novela así lo delata, pues El acontecimiento de Ernaux no se limita a contar la vivencia de Anne de forma cronológica y lineal. Lo hace a través de una construcción de dos tiempos lejanos, en el que el presente se convierte en el apuntador de un suceso pasado que él mismo vivenció. Los comentarios que la autora realiza desde su presente acompañan al lector a lo largo de toda la obra, haciendo que inevitablemente condicionen su mirada sobre el pasado.

Audrey Diwan toma la decisión de suprimir este juego temporal y se queda únicamente con la vivencia pasada, convirtiendo el relato de Anne en el único presente existente. La vivencia se sitúa en 1963 y juega con una temporalidad que va más allá de lo dual, pues a nivel estructural, es el tiempo quien organiza las secuencias, a través de intertítulos que se superponen a la imagen.

«La idea desde un principio era hacer de la película una experiencia sensorial. Annie Ernaux escribió el libro desde la realidad del recuerdo, mientras que yo quería que la película mostrase la realidad del instante. Entonces, si hubiera puesto en escena a la escritora, hubiera contado la película a través de un retrovisor, hacia el pasado. Y yo no quería que fuera algo anclado en el presente. Quería que fuera un pasaje a otra época. En Francia el aborto es legal, aquí [en España] también, pero en muchos países no lo es. Quería que esta película fuera una experiencia que se pudiera compartir con estos otros países».

El tiempo al inicio parece ser una cuenta atrás, algo a lo que a nivel narrativo quizás el público está más acostumbrado. «3 semanas». «4 semanas». «5 semanas». Pero algo se revela en pantalla como contrario. No se trata de una retrospectiva. Nada tiene que ver con un tiempo que se pierde y al mismo tiempo todo tiene que ver con ello. Las semanas que van avanzando anuncian el crecimiento del bebé que Anne lleva en su interior, pero en cuanto sus intenciones se muestran claras -y lo hacen desde el principio-, todo se convierte al mismo tiempo en una cuenta atrás.

Como en toda estructura anafórica, un juego de repetición que no solo genera un ritmo sino un lenguaje propio, llega un punto en el que la directora decide romper con lo establecido hasta el momento. La cuenta hacia delante se para solo en el momento en el que Anne logra terminar con su embarazo. Así, la cuenta de semanas a la que el espectador estaba acostumbrado (esas «3 semanas», «4 semanas» y «5 semanas» que avanzaban a pasos agigantados) se transforman en un sencillo pero tranquilizador y muy esperanzador «5 de julio en examen».

La ordenación temporal genera un ritmo muy cercano al del suspense. Sin darte cuenta, te reconoces siendo una amiga de Anne, alguien muy cercano a ella que desea contra todo que algo surta efecto y ella pueda salir ilesa del tormento. En un análisis de su estado desde la actualidad, el embarazo de una joven en un país desarrollado no se presenta de la misma manera trágica y letal como se hace en El acontecimiento (2021). Ya sea por las medidas sanitarias y también por las económicas que un sistema público puede ofrecer para terminar con un embarazo si así se desea. Pero en una Francia de los años sesenta, donde el derecho al aborto no se contempla por ningún lado, el camino de Anne se revela como un auténtico y colosal viaje de la heroína. Supongo que quien tenga una creencia opuesta a la decisión de Anne, no recibirá la vivencia de la misma manera, no desde esta angustia personal con la que yo me encontré al descubrir esta historia.

El viaje de la heroína como construcción argumental

Como en todo viaje del héroe, las figuras están claras. Una protagonista que tiene que enfrentarse a salir de su mundo ordinario para tratar de conseguir un objetivo, y en ese camino, enemigos, pruebas y aliados tratan de que eso no suceda así. No por lo menos de forma directa y sencilla. Anne, como protagonista y heroína, sale de su realidad de estudiante de 17 con un brillante futuro por delante de un día para otro. Tras unos pequeños mareos y dolores de tripa, la visita a un doctor -y que sea hombre esto es muy relevante en este relato- le revela su estado de embarazo. En El acontecimiento (2021) los enemigos son hombres, siempre y sin excepción: los médicos que no permiten que la joven termine con su embarazo, los hombres que escriben las leyes para que esto sea así, y los que no facilitan el camino, y sobre todo, el enemigo por excelencia que le proporciona un medicamento para reforzar el feto sin que ella sea consciente de lo que está introduciendo en su cuerpo.

Las mujeres son posicionadas en un plano más activo (o neutro) frente a la vivencia, desde las que prefieren no escuchar, y las que afortunadamente acompañan a Anne en el proceso: la doctora ilegal que le ayuda a abortar clandestinamente, la amiga que finalmente le revela su experiencia sexual, una madre que por desconocimiento y ausencia queda fuera de todo, etc.

«Tenía una enfermedad que solo tienen las mujeres y que las condena a ser amas de casa»

Sin embargo, y contrariamente a lo que sucede con otros relatos similares, Anne es el eje más importante de toda esta historia, como no podía ser de otra manera. Y la cámara lo sabe. Por eso la acompaña en su vivencia en todo momento, no se separa de ella. Todo cuanto sucede fuera de plano no es realmente importante si no vemos lo que le sucede a ella. El espectador se olvida rápidamente de los personajes que pasan por la vida de Anne cuando esta se aleja. No sabemos más sobre ellos. Sucede con los padres, con las amigas, con los hombres. La cám,ara trata de buscar la mirada de ella en todo momento, menos cuando relamente es demasiado duro para poder soportarlo, como lo es el momento de la maniobra del aborto.

Todo parece claro y en su sitio en este viaje de la heroína. También el objetivo. Anne tiene claro que el embarazo llega para arruinarle su proyecto de futuro, su intención de dedicarse a sus estudios en el momento presente. Hay algo brillante, quizás lo más relevante de esta historia, y es la forma en la que ella se aproxima a este deseo. La decisión de terminar con el embarazo no se ve difuminada por la vergüenza, el honor y el deber que como mujeres se nos impone ante el deseo. De forma sutil a la par que brillante, Anne no se muestra arrepentida de lo sucedido, no busca la compasión, ni se siente avergonzada por el deseo que le lleva a mantener relaciones sexuales. Algo que si se hubiera tratado desde un cliché, podría haber sucedido. Es aquí donde entendemos que lo que más sentido cobra es una vez más es ella misma, su viaje, su motivación, no el qué dirán ni la mirada ajena.

«Yo quiero tener un hijo algún día, pero si lo tengo ahora no sé si llegaré a quererlo»

Con estas palabras, la joven protagonista trata de hacerse entender, y de colocar su pensamiento en algún lugar en el que ella también sea capaz de entenderlo. Por mucho que se presente como alguien madura y de ideas claras para su edad, el miedo trata de acechar su valentía. Y sin embargo, nada la frena. Anne es plenamente consciente de que los medios a los que tiene que recurrir para abortar son oscuros, secretos y clandestinos, poniendo en riesgo su vida en cada uno de los intentos. Pero lo hace de la misma manera, durante todas las veces que haga falta para lograr su objetivo. La película es tan desgarradora, tan cruda y tan real en su compromiso, que en el momento en el que Anne teme por su vida por primera vez, el público comienza a pensar que lo peor va a suceder. Y contra todo, a pesar de los riesgos, Anne no duda en ninguna ocasión. Su cuerpo sufre, ella misma lo obliga a sufrir. Lucha contra él, lo hace enfermar, se somete a heridas que casi podrían considerar autolesiones impuestas en las que paga un dinero que no tiene, con la única y cruda condición de que no grite para no levantar sospechas.

«Ni un grito. O sino paro. Las paredes son muy finas»

La adaptación de Audrey Diwan, su segunda película, está disponible para su visionado en Filmin. El guión coescrito entre Diwan y de Marcia Romano trata de recoger la vivencia de la novela homónima de la reconocida Annie Ernaux. Y solo por la brillante interpretación de Anamaria Vartolomei y Luàna Bajrami merece absolutamente la pena.

Nahia Sillero.

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