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Auge y caída del slasher americano

Spoilers

Todo lo que sube tiene que bajar. Es el principio de la gravedad, una de las principales leyes de la física. Pero también podríamos llamarlo capitalismo o moda. Es decir, ¿por qué será, que, una vez en su apogeo y poderío, aquellos símbolos que están posicionados, se olvidan de sus orígenes y de sus bases, y se vuelven un producto más? Esto sucede en general, en distintos ámbitos de la vida. Y el cine de terror, lamentablemente, no es la excepción a esta regla.

En tiempos de la era digital, resulta más fácil imaginar la banalización de los contenidos. Producto de la globalización, y de la viralización que permiten hoy las plataformas y redes sociales, podemos acceder a todo tipo de producciones de mayor o menor relevancia. Cualquier película, teniendo internet, está al alcance de nuestras manos. Sin embargo, hace poco más de cuarenta años atrás, cuando sucede el origen del cine slasher en Estados Unidos y Canadá, las cosas eran un tanto distintas.

LA EDAD DORADA

Los 80’s fueron época dorada del slasher. Si bien la precursora es “La Masacre de Texas” (1974) de Tob Hopper, la primera película encasillada en este subgénero va a ser “Halloween” de John Carpenter estrenada en 1978. Le sigue de cerca “Friday the 13th” de Sean S. Cunningham (1980). Muchos de los “villanos” que se consagraron durante ésta década ni siquiera mostraban su verdadero rostro. Sin embargo, todos se fanatizaban con ellos.

Estas películas tuvieron sus orígenes en el auge del capitalismo, y la exacerbación de la violencia y la sexualidad en Estados Unidos, tras la guerra de Vietnam, finalizada en 1973. Si bien estas cuestiones atravesaban a toda la sociedad, a lo largo y a lo ancho del territorio, el cine no estuvo exento de esos “aires de liberación”; y, gracias a la supresión de ciertas restricciones en la industria, la producción de estos filmes fue posible.

Una vez que los recursos finalmente se dominaron, tanto los fílmicos como los narrativos (el de la final girl, el del asesino, y demás), esas bases y acuerdos comenzaron a repetirse y a coincidir, y a cruzarse entre las historias que se agrupaban dentro del género.

Resulta un tanto contradictorio esta cuestión más “factoría” del slasher americano, ya que se trata de un género que tuvo que desarrollarse para lograr el debido reconocimiento y status. Está claro que es un género que proviene de un submundo, eso que llamamos underground.

Si bien siempre se trató de un cine de “explotación adolescente”, también tiene que ver con una conversación establecida entre el cine de este tipo y su audiencia, es decir, a quién va dirigido en un principio, y cómo se cautiva a éstos jóvenes que eran el principal objetivo de estas producciones.

Al examinar la lógica comercial, las estrategias y los objetivos de los productores del cine de género, queda al descubierto el marketing detrás de estos filmes.

No por nada el slasher tuvo una evolución fugaz y rapidísima. Fueron películas pensadas para ganar dinero, saltearse la censura con muertes rápidas y efectivas, y sin tortura (teoría de Clover).

Se maximizó la rentabilidad de este tipo de películas encontrando la fórmula perfecta: los asesinos no tienen que morir. En “Halloween” por ejemplo, y sus secuelas, el mal es indestructible, por eso Michael Myers siempre regresa. Jason Voorhees, en “Viernes 13”, sobrevive inmerso en el Camp Crystal Lake.

EL PRINCIPIO DEL FIN

A finales de los 80s, el público comenzó a cansarse de los asesinos y psicópatas imparables. Debido a esto, el mercado de películas slasher comenzó a decaer.

Carol Clover va a decir en Men, Women, and Chainsaws, que “el carácter predictivo de los films de terror no genera aburrimiento o decepción”. Y que, por el contrario: poder anticipar es la fuente de placer más importante, y la única ocasión para la decepción del espectador sería una modificación de la fórmula, no una repetición. Es decir, que recurrir a los mismos recursos dentro del marco del cine slasher y algo propio del terror, no es algo que perjudica al filme sino que lo empodera. Va a finalizar con la conclusión de que “la calidad de una película de terror deriva de la habilidad de la película para presentarnos el cliché.”

Podemos decir que el género slasher revivió a mitad de los años 90, gracias a “Scream” (1996) de Wes Craven. La película no solo fue un éxito comercial, sino que también lo fue en cuanto a lo cinematográfico, ya que impregnó a una nueva generación del género.

Es efectivamente intentando emular esta fórmula de éxito, cuando comenzaron a producirse películas en las que el énfasis en la reiteración de los recursos comenzó a “molestar” a la audiencia. Quizás las películas podían tener buenos resultados en taquilla (como es el caso de “Se lo que hicieron el verano pasado” -1997-), pero ya no interceptaban a la crítica ni tampoco a los espectadores, incluso al target más afín al género. Esto es algo que sí logró “Scream” gracias a sus tintes de sátira. En “Scream” Wes Craven se burla de sí mismo y a sus colegas, y plaga a su obra de referencias de otros filmes.

Los mismos recursos que antes eran interesantes desde el grotesco o violento (“La Massacre de Texas” es un ejemplo de esto), se volvieron una década después algo insulso, incluso “cursi” y reiterativo, que ya ni siquiera buscaba generar horror ni asco en sus espectadores.

La repetición de las mismas bases y acuerdos, y (citando a Clover) “la falta de habilidad para presentarnos el cliché”, comenzaron a generar entonces -y nuevamente- la caída del slasher americano.

SÁTIRAS SIN QUERER ¿QUERIENDO?

El mejor ejemplo para un argumento forzado y una trama poco efectiva en materia de lo narrativo es el de “Leyenda Urbana” (1998). Hacia fines de la década, las producciones comenzaron a exacerbar estos recursos previamente mencionados: las personas que no son lo que dicen ser, las muertes eran cada vez más ridículas, y ya no aterrorizaban, sino que por el contrario daban un poco de risa. Una antesala a este efecto ¿indeseado? es la película “Return to Horror High”, de 1987, donde el mejunje de recursos dentro (y fuera) del guión, donde también juega un papel importante lo “onírico”, o incluso “PopCorn” de 1991, que un poco surte el mismo efecto.

No olvidemos tampoco, que aún al día de hoy, al cine slasher se lo considera un subgénero dentro del género de cine de terror. Sin embargo, estas producciones, no compartían tantos elementos con su género madre, sino que debido a su tratamiento escaso y forzado, se convirtieron, sin quererlo, en una especie de proto-sátiras (este término carece de todo tipo de peso académico, y es un concepto que se usa solo para explicar la sátira por accidente).

Volviendo a “Leyenda Urbana” y a “Se lo que hicieron el verano pasado” (y por consiguiente en su secuela) su estructura casi cíclica, pensada para que se produzcan infinitas secuelas basadas en la misma historia, resulta redundante y no logra reivindicar lo generado con las sagas más históricas, como lo son Pesadilla en Calle Elm, Halloween” y Viernes 13”. Cabe aclarar que tampoco estos filmes tenían a los asesinos icónicos de las que se lograron convertir sagas, ni su fuerte personificación. “Scream” logró imponer a Ghostface como símbolo (todos son el asesino y nadie es el asesino).

Justamente el caso de “Scream” es el que desafía esa fórmula y lo lleva hacia el camino de la parodia, satirizando recursos propios del cine slasher, pero también imponiendo un guión pseudo-realista, es decir, no hay nada sobrenatural en la trama, sino puros psicópatas y fans. “Scream” se burla del fandom, se burla de la teoría y de las bases del cine slasher, y desafía a la teoría de Clover. ¿Qué pasa con el cliché cuando lo señalamos y nos reímos de él? ¿Qué pasa cuando lo evidenciamos? Wes Craven no llega a romper la cuarta pared, pero establece un código con sus espectadores (fans y no fans del cine de género), para que tengan la misma información que los personajes. Un ejemplo de esto es que un fragmento de “Halloween” se vea de fondo en una televisión, mientras uno de sus personajes corre por su vida y teme morir en formas muy similares a la víctima de Michael Myers que se visualiza.

“Leyenda Urbana” incorpora algunos de estos elementos de sátira” al incorporar a Robert Englund al cast como el profesor Wexler, y se burla del personaje de Joshua Jackson en la serie Dawson’s Creek.

MERCANTILIZANDO ELEMENTOS SAGRADOS

Vera Dika desarrolla en su teoría sobre el Stalker Film la idea de que estos elementos (narrativos y fílmicos) que se repiten entre sí y copian la misma estructura, generan en el espectador una falsa sensación de que lo que está viendo ya lo ha visto antes. Sin embargo, establece que eso es justamente lo que, a su vez, produce placer en su audiencia.

Ella va a declarar que en la repetición de estos recursos se disminuye la idea o concepto de realismo, porque empieza a romperse el concepto de lo verosímil.

El asesino en los stalker films está despersonalizado. Los espectadores comparten el punto de vista del asesino, intercalando a éste con el de la víctima. En estas películas se distingue a la chica final muy fácilmente.

Si bien algunas de estas pautas se reiteran en la noventosa “Leyenda Urbana”, en la que poco y nada sabemos del asesino (no se devela su identidad hasta casi el final), y donde la resultante de su -mal llamada- “psicosis” es nada más y nada menos que la sed de venganza.

Distinto es el caso de “Se lo que hicieron el verano pasado, donde aunque a nuestro asesino también lo mueve la sed de venganza, creemos siempre que se trata de este personaje al que los protagonistas arrollaron con el auto, y cuyo cuerpo quisieron esconder impunemente. La sorpresa nos la llevamos al final luego de que un asesino “sacado de la galera” nos es revelado.

En lo que respecta al punto de vista, en estos dos filmes podemos decir que estamos mucho más anclados narrativamente al punto de vista de la protagonista, y no tenemos tanta información del resto. Ellas tienen más información que incluso el espectador.

“Leyenda Urbana” nos hace dudar de si el asesino es uno u otro personaje constantemente. Esto es algo en lo que nuevamente gana “Scream” , ya que establece a 2 (dos) asesinos en vez de uno, y al arrastrar y sostener la “confusión” del famoso “Whodunit?” hasta el final.

Otro punto en común de “Leyenda Urbana” y “Se lo que hicieron el verano pasado es que sus protagonistas Natalie y Julie (las “final girls”) no son precisamente inocentes, sino que algo tuvieron que ver con el asesino en algún hecho del pasado. Esto no pasa con Laurie (“Halloween”) ni con Sydney Prescott (“Scream”), que aunque su persecutor busca con vehemencia vengarse de ellas, ellas no han hecho nada para provocar a este y son inocentes. No así sus madres.

Alexandra West va a explicar esto en su teoría acerca del cine de los 90s y sus finals girls, que la crítica especializada rechazó estos filmes rotundamente. Esto se debió a varios motivos. En principio, al cambio abrupto con respecto a los slashers de los 80s. Por otro lado, la mercantilización de recursos sagrados. E incluso va a mencionar la industrialización de un género que era propio del underground, y hacerlo mucho más masticable para las masas. Algo que hasta podría interrelacionar al slasher en decadencia con la cultura más pop.

Este ciclo de películas hacia fines de los 90s va a decir West que es mucho más tediosa, y de una calidad (sobre todo narrativa) muy cuestionable.

Debido a lo que la crítica especializada ha hecho (o dicho) del slasher, Jamie Lee Curtis le agradeció al cine de género en la última entrega de los Oscars* al recibir el primer galardón de toda su carrera. Después de todo, ella es la precursora de las final girls.

No olvidemos que incluso aquellas producciones de fines de los 70s y comienzos de los 80s, a las que hoy podemos considerar “de culto”, fueron también pensadas para ganar dinero. La diferencia con el cine de los “late 90s” radica justamente en la conversión de un sub-género (algo mucho más de nicho) en un género más mainstream (o incluso popular). Es decir, que radica en la masificación del mismo.

PRESENTE

Los 90s fueron la explosión más extrema del capitalismo. MTV, la muñeca Barbie y los artistas o grupos musicales pensados como productos de consumo masivo. La industria del cine tuvo mega-producciones que se convirtieron en éxitos globales de taquilla (como lo fue la épica “Titanic”), y lo que sucedió con el cine de terror no pudo evitar sucumbir ante esta corriente de repentina popularidad.

Fue queriendo hacer de las películas slasher un producto más, que se terminó rompiendo ese código propio de los cimientos del cine de género (los cuales radican en el underground), y se desvirtuó la construcción de estos relatos, cargando a los guiones de clichés, vueltas innecesarias a la trama, recursos sorpresivos -e inverosímiles- en los desenlaces (también un poco de deux-ex-machina).

Bajo la excusa de que “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”, es difícil delimitar quién robó a quién, y encontrar a un solo culpable.

El cine slasher tuvo que adaptarse para sobrevivir. Incorporando el body horror o algo de fantasía, Un ejemplo de esto se puede evidenciar en el reboot de la saga “Scream” , donde también vamos a encontrar presencia de algo más sobrenatural al establecer una conexión entre una de sus protagonistas y su padre muerto con el cual ella “se comunica”.

La esperanza radica en el nuevo cine latinoamericano y europeo, donde películas como “Piggy” (2022) de Carlota Pereda, que le dan una vuelta más al cine de género, poniendo también en discusión el bullying, la sexualidad, la hegemonía, la conciencia de clase. Otra gran representación del nuevo cine de terror es “Titane” (2021) de Julia Ducournau, que si bien es un mix interesante entre el “terror corporal” (algo muy explorado por Cronenberg), no debemos olvidar que ella mata a puñaladas de una forma en la que tranquilamente podemos imaginar a nuestros queridos Michael Myers o Ghostface asesinar.

Bibliografía/Textos

  • Men, Women, and Chainsaws, Carol Clover
  • The Stalker Film, 1978-1981, Vera Dika
  • Going to Pieces The Rise and Fall of the Slasher Film, 1978–1986, Adam Rockoff
  • The 1990s Teen Horror Cycle: Final Girls and a New Hollywood Formula, Alexandra West

Films

  • Leyenda Urbana, 1998, Jamie Blanks
  • Se lo que hicieron el verano pasado, 1997, Jim Gillespie
  • Scream, 1996, Wes Craven
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