Nada parece tener sentido en el sorprendente neo-western 'The Last Stop in Yuma County'

POR JERÓNIMO CASCO

14 de JUNIO del 2024, 17.00 PM | UTC-GMT -3

Muchas veces las cosas no tienen sentido. O por lo menos eso es lo que nos decimos a nosotros mismos cuando nos encontramos ante situaciones extrañas o imágenes que quedan grabadas en nuestra retina de las cuales no entendemos el contexto. En la primer y sorprendente película del director Francis Galluppi (que por cierto ya está confirmado para liderar un proyecto relacionado a la saga Evil Dead) muchas situaciones absurdas se ramifican de un contexto aparentemente incontrolable que nos hacen pensar en qué deberíamos pensar cuando criticamos a esas mismas situaciones. Parece altamente intrincado el planteamiento y algo extraño de digerir, pero todo tiene sentido al final. O quizás no.

Un vendedor de cuchillos hace una parada técnica en una modesta estación de servicio que se encuentra en el medio del desierto para poder cargarle combustible a su coche. Arriba del abastecedor, curiosamente, se encuentra un pájaro que vuela. ¿Acaso este simple arranque forma parte de un simbolismo que todavía no entendemos? El dueño del lugar (que también vive allí junto a su anciano perro) le comenta que están esperando el camión de recarga, y que la próxima estación de servicio se encuentra a 160 kilómetros: nuestro protagonista se encuentra atrapado. Esta idea del encierro y el “sentirse atrapado” se verá reflejada en todo momento a lo largo de la película. Pegada a la estación se encuentra la cafetería donde atiende la adorable Charlotte, que resulta ser la esposa del sherriff de la ciudad de Yuma y una mujer querida por todas las personas que residen en las cercanías.

El lugar se asienta como el escenario perfecto para lo inesperado. Con aires del cine más primerizo (pero perfectamente afinado) de los hermanos Coen en conjunto a la gran mezcla de humor y tensión que define a Tarantino, Galluppi condensa la calma característica del concepto de carretera en un solido thriller frío y despiadado que crece en suspenso hasta llegar a un clímax totalmente revelador. Nuestro vendedor de cuchillos decide entrar a la cafetería, como si esa decisión irrelevante no fuera a cambiarle la vida, pero lo que no imagina es que está a punto de ser testigo de una verdadera pesadilla.

Pero antes de ser parte del viaje mal soñado que es este se nos da cierta información como espectadores. En la radio suena la noticia de un robo en un banco, que ha sido perpetuado por dos hombres que escaparon con 700 mil dólares en un Ford Pinto de color verde oliva. Si bien este dato específico del modelo y color del coche parecen en un principio algo innecesario de redactar, luego se volverá sumamente relevante. La película no se tarda mucho para presentarnos a dos de los tres villanos: en ese mismo Ford Pinto de color oliva llegan Travis y Beau, los dos hombres que acaban de robar el banco hace unas horas. Mientras Travis se muestra bastante apaciguado, Beau (interpretado por Richard Brake -el actor que le dispara a los papás de Bruce Wayne en Batman Inicia y que interpretó de The Night King en Game of Thrones-) se encuentra tenso y calculando cada movimiento. La música y el manejo de cámara acompañan la sensación de que algo explotará en cualquier momento.

El director no se queda solamente con esa tensión como el verdadero motor. Se propone a desplegar un interesante abanico de recursos técnicos y estilísticos para inyectarle un sentimiento más “cool” al respecto, como por ejemplo una escena en la que Beau le da play en un tocadiscos al hit de los 60s “Crying” de Roy Orbison antes de que todo explote, los detalles de vestuario como el look "Anthony Perkins en Psycho" del vendedor de cuchillos y la colorimetría bien saturada característica del cine de explotación de los 70s en USA.

La premisa se ata a la simplicidad desde el minuto uno: a medida que van llegando más y más personas a la cafetería el suspenso crece. Estamos ante un Los Ocho Más Odiados de Tarantino en clave desértica. Cada una de las personas que entra tiene cierta información. Están la pareja relajada de ancianos (dato de color uno de los ancianos es Gene Jones, actor de la famosa escena de la moneda en Sin Lugar para los Débiles, otro gran western), el súbdito del sheriff que es demasiado ingenuo, un par de jóvenes adultos que son aparte del vendedor de cuchillos y la chica que atiende en la cafetería los únicos que saben de quien es el Ford Pinto (y tienen un plan) y el conductor de un camión que simplemente paró a relajarse un rato.

Todo tiene un propósito en The Last Stop in Yuma County. Claramente estamos ante un realizador que mueve las piezas como un gran jugador de ajedrez y que en su mente tiene todo pensando de antemano, como los mejores. Es impredecible, aunque guiándonos por el simbolismo (y con un segundo visionado) está todo puesto como para anticiparnos como espectadores y tratar de prever que es lo que va a suceder. Eso diría el más arrogante de los cinéfilos, pero nada puede prepararnos para la siguiente jugada. A partir del momento explosivo tenemos una especie de relato bien de los Coen, pero es preferible no dar pistas.

CONCLUSIÓN:

“El debut como director de Francis Galluppi es uno de los más reveladores de los últimos años. Aires de Tarantino, Hitchcock y algo de los primeros años de los hermanos Coen se fusionan en una película asfixiante sobre varias personas que se encuentran atascadas en una cafetería en el medio del desierto de Arizona esperando a que solucionen la recarga de combustible en la estación de servicio que se encuentra al lado.
El escenario para el terror colectivo y la tensión es sencillamente ideal: con solo una localización, un gran trabajo de cámara y sonido, pocos personajes y diálogos perfectamente construidos a partir de la mezcla del humor más absurdo con la dureza de los mejores thrillers, se logra una constante sensación de que algo no va a salir bien.”

PUNTAJE: 8.5 de 10

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