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¡Está viva!

Spoilers

James Whale da vida a la primera monstrua del cine de terror

Las películas de monstruos representaron la primera incursión de Hollywood en el cine de terror. Momias, Mad Doctors que juegan a ser Dios, criaturas provenientes de las profundidades del mar o de tierras lejanas, se convirtieron en los iniciáticos protagonistas de las pesadillas de múltiples generaciones. En ese contexto, nació la primera monstrua del cine. Bride of Frankenstein (1935) de James Whale surge de manera abrupta e insospechada dejando un legado que poco se pudo valorar en su contexto de aparición. Hoy, a casi 100 años del estreno de la película, la novia del monstruo se convierte en la máxima representante del universo monstruoso femenino cinematográfico y en el ejemplo clave para comprender cómo las mujeres fueron representadas en la historia del cine en tanto asesinas, psicópatas o monstruas portadoras de un cuerpo que, en lugar de generar admiración, aterran a la sociedad.

David Skaal escribió en 1993 Monster Show: Una historia cultural del horror, libro que hoy es un clásico indiscutido para el abordaje del cine de terror norteamericano, de su historia y de los cambios que se fueron produciendo en sus formas con el correr de los años. Para comprender el nacimiento del género, Skaal relaciona la aparición del ciclo de los monstruos de la Universal con La Gran Depresión. En un contexto donde la crisis económica golpeaba a la población, la realidad se vuelve un lugar que da miedo y el cine, en tanto reflejo del mundo, no queda al margen de esto. Así, en diez años se estrenan varios films que crean la vitrina de las criaturas más atemorizantes e importantes del cine: Drácula (1931) de Tod Browning, Frankenstein (1931) de James Whale, The Mummy (1932) de Karl Freund y Werewolf of London (1935) de Stuart Walker.

Cuatro años después del estreno de la historia del Dr Frankenstein, aparece Bride of Frankenstein (1935). Whale no solo continúa con el periplo del monstruo sino que le suma complejidad: la criatura ha escapado y desea, fervientemente, una compañera. Entre esos cuerpos masculinos, atemorizantes y toscos, aparece la monstrua. Recuperando el universo literario del Frankenstein de Mary Shelley, el director incluye a la escritora en el film y le otorga el poder de crear a una nueva criatura.

En el prólogo del film, Mary Shelley (Elsa Lanchester) se encuentra en Villa Diodati (cuna de Frankenstein y Drácula) junto a su esposo Percy Shelley (Douglas Walton) y a Lord Byron (Gavin Gordon). Se queja de la tormenta y del miedo que esas noches le generan. La mente capaz de darle vida a la retorcida historia de El moderno prometeo se asusta con cosas banales. Sin embargo, eso no le impide retomar la historia y contarles a sus compañeros qué ocurrió después del incendio en el molino en el que el monstruo se ocultaba de la horda enfurecida.

El relato de Mary Shelley da inicio a la película que comienza en el momento exacto en el que Frankenstein (1931) culmina. Los padres de Maria, la niña asesinada en la primera entrega, descubren que el monstruo (Boris Karloff) todavía está vivo. Enfurecido por los ataques, escapa del peligro que para él representa la humanidad.

En paralelo, el Dr Henry Frankenstein (Colin Clive), recuperado del espanto vivido, recibe en su casa al Doctor Pretorius (Ernest Thesiger). Este enigmático personaje, se le presenta al espectador como alguien oscuro e insistente, capaz de hacer todo lo posible para convencer al Dr Frankenstein de que lo acompañe en su proyecto de crear vida. Aunque en un principio Henry se niega a colaborar en la propuesta, su afán de jugar con los límites entre la vida y la muerte será capitalizado por el Dr Pretorius para convencerlo de trabajar con él, amenaza mediante. Si pensábamos que el único personaje con las capacidades nubladas era Henry Frankenstein, el Dr Pretorius demuestra que se puede estar aún más loco y cometer actos incluso más atroces que los relatados en la película anterior. El encuentro entre estos dos médicos que habitan la medicina por fuera de los bordes de la moralidad, permitirá la creación de una nueva criatura femenina pensada especialmente como compañera del monstruo. Ya sabemos que nada bueno puede salir de esto.

Desaforado, recorre los bosques atacando todo lo que encuentra e intentando escapar de los hombres que buscan detener su accionar criminal. Por accidente, descubre una cabaña habitada por un ermitaño ciego que se convertirá en el refugio y en la paz que tanto necesita. Ese primer contacto con un humano, desprovisto de todo prejuicio y en búsqueda de amistad y compañía, le permitirá al monstruo conectarse con esa parte humana que la muerte le arrebató y que Henry Frankenstein fue incapaz de brindarle. Surgen en él nuevos deseos y en nosotros un sentimiento cada vez más grande de empatía.

Luego de que los aldeanos lo localicen y prendan fuego la cabaña, el monstruo busca refugio en el cementerio. Dentro de una de las criptas se produce el primer encuentro con el Dr Pretorius que, luego de alimentarlo, promete darle una compañera. El monstruo secuestra a Elizabeth (Valerie Hobson), esposa de Henry, y lo obliga a formar parte del experimento. Más que nunca la confusión entre ambos personajes se profundiza: ¿No son, en el fondo, dos caras de la misma moneda? En ambas películas, Whale busca que al espectador le resulte difícil definir quién es efectivamente el monstruo y, sobre todo, comprender el vínculo amoroso que los une más allá de todo.

En la vuelta al laboratorio Pretorius crea un cerebro, sus asistentes matan a una joven en búsqueda de un corazón y Henry Frankenstein trabaja incansablemente para poder salvar a Elizabeth. La tormenta, y el impulso por recuperar sana y salva a su prometida, lo llevan a darle vida a la joven monstrua: It´s Alive! it´s Alive!. Tras incontables horas de trabajo, controladas por un monstruo impasible que ansía el primer encuentro con su futura compañera, Henry Frankenstein vuelve a hacerlo, sin saber que lo que también se repetirá es el caos, la muerte y la destrucción que conlleva el jugar a ser Dios.

La joven, recién llegada del reino de los muertos, se roba las miradas de todos los hombres que están a su alrededor. Bella e imponente, con un vestido de novia preparado para la ocasión, abre sus ojos a la vida atravesada por el terror que la rodea. El monstruo embelesado la desea en todo su esplendor pero la monstrua tiene otros planes. Negándose a sus caricias, una y otra vez, grita y huye sin darse cuenta que lo que vé en él es lo que luego verá en sí misma: el espanto de saber que ha nacido entre los muertos, que murió y nació para otro(s). Incapaz de tolerar un nuevo rechazo, el monstruo destruye el laboratorio. Sólo se salvarán el Dr Frankenstein y Elizabeth que, luego de mucho tiempo, podrán besarse y dormir en paz sabiendo que toda monstruosidad fue desterrada de la faz de la tierra.

La sin nombre

Debido al éxito que tuvo Frankenstein (1931) se le encarga a James Whale una segunda parte de la película. Bride of Frankenstein, considerada una de las primeras secuelas de la historia del cine de terror, presenta un cambio respecto al film anterior. Marcada por un claro estilo expresionista (en lo que refiere al uso de las luces y las sombras, las extrañas angulaciones y a la fotografía realizada por John J. Mescall) se pensó, originalmente, como una comedia negra que podía funcionar como una parábola paródica del sexo. Al interrogante planteado en el film anterior respecto a dónde se localiza la monstruosidad, si en la criatura o en el Doctor, se le suma una lectura atravesada por cuestiones de género.

Si bien James Whale era el director mejor pago de la década de los treinta, lo que le otorgaba prestigio y cierta libertad de trabajo, la película sufrió recortes asociados a la censura. Para que el film pueda ser estrenado tuvieron que realizarse innumerables cambios que, afortunadamente, no afectaron el desarrollo de la idea central que quería elaborar: el carácter desopilante que supone una monstruosidad femenina. Con su aparición, los monstruos del film se multiplicaron, poniendo en evidencia que ningún personaje puede ser leído por fuera del concepto de monstruosidad. Henry, Pretorius, el monstruo y la monstrua viven en el límite entre la desmesura y la humanidad.

Frente al monstruo, el espectador se muestra ambivalente. Con una actitud que pendula entre la identificación y el horror. Más allá de que la sociedad nos enseñe a sentir desagrado moral por sus terribles manifestaciones, raramente es presentado como enteramente desagradable. De hecho, parte de nosotros se regodea en sus acciones y empatiza con ellas. El monstruo, por fuera de la norma, dialoga con nuestros miedos superficiales y con los más profundos. Asustarnos es el resultado de vernos reflejados en un espejo que proyecta todo lo que como sociedad reprimimos. La pregunta que en Bride of Frankenstein debemos formularnos es: ¿Qué ocurre con la monstruosidad femenina?

El nacimiento de la monstrua cinematográfica se da de manera rápida e intempestiva, producto de la violencia de los hombres. Su aparición pone sobre la mesa una conceptualización más elevada y compleja de monstruoso. Si bien en estos primeros films de horror los directores se ocupaban de construir personajes con un aspecto físico grotesco e indeseable que generaba rechazo en el espectador, el caso de la monstrua funciona como un contraejemplo. Aún muerta, se la construye como una belleza capaz de activar el deseo masculino. Entonces, ¿Por qué es atemorizante? ¿Por qué genera rechazo en el resto de los hombres? Acá se percibe la genialidad de Whale para representar la mentalidad de una época, criticarla y ponerla en crisis. Si la monstrua asusta es porque se la representa como una mujer capaz de elegir, de negarse, de resistir y de sostenerse en una decisión que la llevará, inevitablemente, a la muerte. Si de algo es culpable es de cometer la indecencia de decidir.

Bastaron muy pocos minutos para que el personaje interpretado por Elsa Lanchester se convirtiera en un ícono del cine de monstruos. Todo lo que la rodea es un cúmulo de buenas decisiones: su vestuario, su mirada desorbitada, su melena repleta de spray capilar y, sobre todo, su poca presencia en pantalla es lo que finalmente la consagra como una de las mujeres monstruas más misteriosas y emblemáticas del cine de terror.

Fue su aparición la que permitió que el panteón de monstruos comenzara a llenarse de presencia femenina. Películas como The Invisible Woman (1940), la emblemática Cat People (1942), Attack of the 50 Foot Woman (1958), Black Sunday (1960), Twins of Evil (1971) o Alucarda (1977). Desde la década del cuarenta veremos un incremento de monstruas que se extiende hasta nuestros días, adoptando diferentes formas. Lejos de ser un fenómeno de época, las mujeres monstruas existen en cada uno de los subgéneros y de los momentos determinantes de la historia del terror. Psicópatas, Asesinas seriales, vampiras, extraterrestres, sujetos de experimentos fallidos o muertas vivientes encarnan los miedos y represiones de cada época asociados a la maternidad, la reproducción y la sexualidad femenina.

En este panorama, la novia de Frankenstein sigue siendo un signo de pregunta. Un pequeño interrogante que parece titilar en la parte baja y oculta de la secuencia de créditos iniciales y finales del film de Whale. A los tres puntos suspensivos donde debería ubicarse su nombre, su identidad, lo antecede una pregunta: The monster´s mate? ¿Quién es la compañera del monstruo? ¿Alguien la conoce?. La secuencia de créditos finales es una réplica de la secuencia inicial porque para Whale a good cast is worth repeating (un buen elenco merece ser repetido). Sin embargo, el nombre de la monstrua no aparece, la identidad de la compañera del monstruo seguirá siendo un interrogante. Lo que nunca desaparecerá es el poder de la imagen. Porque, aún sin nombre, los ojos abiertos de Elsa Lanchester continuarán iluminando el castillo.

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