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Crítica: Godzilla Minus One (Gojira Mainasu Wan, Takashi Yamazaki, 2023)

Spoilers

Japón, 1945. En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, Koichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki), un piloto kamikaze desertor, ve petrificado cómo el monstruoso Godzilla (o Gojira, como lo llaman los habitantes locales) acaba rápidamente con una pequeña base naval japonesa. Atormentado por el recuerdo y por no haber actuado, Koichi intenta rehacer su vida en el Japón de postguerra, hasta que Godzilla vuelve a emerger de las profundidades.

Desde 1954 con Godzilla (Gojira, Ishirō Honda), primera entrega del monstruo nipón, se han estrenado más de treinta películas sobre este célebre personaje, la mayoría producidas en Japón, otras en Estados Unidos; muchas veces con resultados diversos, pero siempre con notable éxito. Godzilla Minus One (Gojira Mainasu Wan, 2003), escrita y dirigida por Takashi Yamazaki, es la versión más reciente hecha en Japón y vuelve a sus orígenes, a la película de Honda; y fue, al igual que la original, producida por la compañía Tōhō, referente mundial en el subgénero kaiju eiga (cine de monstruos gigantes). El talentoso Yamazaki también fue uno de los responsables de los efectos especiales, lo que le valió el Óscar en esta categoría.

Luego de diferentes versiones en las que Godzilla ataca a la humanidad, lucha contra otros monstruos (como el popular King Kong) y hasta se alía con el mismo Kong para luchar contra otros monstruos e intentar salvar a la humanidad, resulta muy afortunado que haya regresado a una suerte de principio. Y es que, en esencia, Godzilla es una criatura descomunal aniquiladora de los seres humanos, producto de la unión entre la inconmensurable fuerza de la naturaleza y la no menos inconmensurable estupidez humana.

El filme inicia con una serie de tomas en las que vemos primero el océano pacífico que rodea a la ficticia Isla de Odo y luego un avión kamikaze portando un misil. Esta rápida sucesión de tomas y elementos sustenta la idea anterior que será más y mejor trabajada a lo largo de la historia: Godzilla proviene de las enigmáticas profundidades del océano, que hoy en día sigue estando mayormente inexplorado; y la radiación de las bombas y los experimentos científicos le han dotado de gran tamaño, mucha fuerza y poderes extraordinarios.

Esta nueva encarnación de Godzilla también es amenazadora e imponente por su grotesca y agrietada piel, sus ojos fríos e inmisericordes como los de los reptiles y, en concordancia con lo anterior, por su habilidad para regenerarse y su rayo que ocasiona una destrucción similar a la de la bomba atómica. El apocalipsis encarnado en una monstruosidad.

Detrás de las Cámaras de 'Godzilla Minus One'

La narración evita proveerle a los espectadores de informaciones precisas sobre su origen, pero para estos puede ser igualmente espeluznantemente intuirlo. No saber con certeza cómo nació o de dónde vino hace que cada opción imaginable sea peor que la anterior e, incluso, más posible. De esta manera, el filme arroja una advertencia soterrada: en los hondos temas de la naturaleza y la ciencia nada está dicho y todo es posible. ¿Acaso el cine y la literatura no se han adelantado a su tiempo?

Similar a la versión de 1954, Godzilla se convierte en un “medio” para hablar ―con mucha sensibilidad y emoción― de una tragedia humana pasada (la participación de Japón en la Segunda Guerra Mundial) pero que tiene repercusiones temáticas y sociales eternas. Por una parte, el “país del sol naciente” conformó el infame Eje (junto a Alemania e Italia); por otra, fue derrotado y sus ciudades Hiroshima y Nagasaki, arrasadas por dos bombas atómicas estadounidenses, con lo cual se rindieron definitivamente.

A pesar de que su reconstrucción no tardó en comenzar después del final de la Segunda Guerra Mundial, el trauma social generado por su intervención y aplastante derrota fue enorme. El cine japonés, a través de obras como La tumba de las luciérnagas (Hotaru no Haka, Isao Takahata, 1988), Barefoot Gen (Hadashi no Gen, Mori Masaki, 1983), entre otras, ha abordado espléndida y aterradoramente todo esto.

Por tanto, no es casualidad que el tiempo de la diégesis de Godzilla Minus One se desarrolle entre mediados de 1945 hasta julio de 1947, en plena recuperación de Japón. Con esta precisión temporal ―incluyendo el uso combinado de imágenes de archivo reales y ficticias― el filme aprovecha diferentes hechos concretos para dotar a la historia de verosimilitud y, por tanto, que el espectador pueda hacerse una idea general de cómo intentó reconstruirse el país, sus tensas relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y la Unión Soviética y el decaído ánimo general de la población.

El personaje de Koichi, principalmente, encarna esta compleja herida moral, debido a que su deserción como kamikaze, casi al final de la guerra, es comprendida por el mecánico Sosaku Tachibana (Munetaka Aoki), quien le reafirma en forma de pregunta: “¿Por qué inmolarse por una causa perdida?”; pero también rechazada inicialmente por Sumiko Ota (Sakura Ando), quien ve en los desertores a los responsables de la muerte de sus hijos y la derrota de Japón. A Koichi además le cuesta relacionarse afectivamente con Noriko Oishi (Minami Hamabe), aunque después de algunas dudas iniciales se hace responsable por ella y la pequeña Akiko (Sae Nagatani); y es atormentado por pesadillas recurrentes de su primer encuentro con Godzilla. Así, la historia no es solo la de la lucha contra un monstruo, sino cómo esta impulsa el desarrollo moral y hasta espiritual del protagonista, afectado profundamente por su entorno e intentando buscar redención.

A través de estos personajes, incluyendo a otros como el capitán de barco Seiji Akitsu (Kuranosuke Sasaki), el científico Kenji Noda (Hidetaka Yoshioka) y el joven e inexperto ayudante Shiro Mizushima (Yuki Yamada), el filme aborda temas muy humanos y profundos: la familia, que no siempre es la que heredamos sino también la que escogemos; el perdón hacia los demás y el auto perdón con nosotros mismos; los daños físicos y emocionales de esta y todas las guerras; la coexistencia en tiempos desesperados; y la esperanza ante lo aparentemente imposible.

Review: 'Godzilla Minus One': The Tenacity of Human Life – UW Film Club

Incluso, Godzilla Minus One hace una necesaria y sentida reflexión sobre la intervención japonesa en la guerra, así como una revisión y autocrítica de su férrea cultura. Noda expresa esto perfectamente cuando dice antes de la batalla final contra el monstruo: “Este país ha tratado las vidas de su gente con demasiado desdén”. Y con este diálogo, más largo aún, en el que detalla algunas de las injusticias cometidas por Japón contra sus propios soldados, habla del respeto por la vida, el valor de cada ser y la idea de que un país puede evolucionar, aun manteniéndose fiel a sus principios y valores.

¿Se puede construir un mejor futuro sin sacrificar vidas humanas? A eso apunta el plan para eliminar a Godzilla, que pone de relieve la necesidad de evitar perder más vidas, aunque los personajes vayan valientemente a un posible fin; y evidencia la creatividad de su director y guionista, quien propone una solución ingeniosa, bastante lógica y alejada de lo usual dentro de este subgénero.

La unión honesta, audaz e inteligente de la sociedad civil para luchar contra un enemigo mayor y más poderoso, hace posible su victoria, convirtiéndose en un mensaje para el público acerca de los cambios profundos que pueden lograr las personas, aun si las instituciones les dan la espalda. Y, al final, en una escena emotiva y sincera, los personajes ―de manera fiel a su cultura― le hacen el saludo militar al digno y derrotado adversario en señal de reconocimiento. Hasta que el terror vuelva a resurgir.

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