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¿Por qué sigo viendo El Juego del Miedo (Saw)?

“¿Por qué ves algo así?” Cualquier espectador de terror habrá estado en posición de justificarse y más con los contenidos menos sofisticados. En el caso de la saga de Saw o El Juego del Miedo, hay quienes dirían que Saw 1 (2004) o El Juego del Miedo 1, como se la conoce en castellano, es la única que tiene valor como película, si tiene valor alguno. Es verdad que Saw no es, ni como película ni como saga, la más “refinada” en su especie. Sin embargo yo, siendo millenial, pondría a Saw 1 a la par de un montón de películas más prestigiosas que me educaron cinematográficamente y me dieron ganas de ver otras cosas o empezar a filmar, lo cual es un mérito como tal. Además, mientras no recuerdo dónde ni cuándo vi muchos de los grandes hitos del cine, con El Juego del Miedo 1 sí puedo rememorarlo: la vi en una tele de tubo de un día lluvioso, de vacaciones en Mar de Las Pampas, con catorce años. Por aquel entonces, Mar de Las Pampas era una ciudad costera poco urbanizada que daba para una película de terror, donde el único entretenimiento era ir a la playa o a un centro de arco y flecha que hubiese sido digna locación para alguna trampas del film.

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¿De qué se trata el juego del miedo? La premisa de Saw 1 - la original - resultaba de lo más atractiva por su aparente minimalismo: dos personajes despiertan encerrados y encadenados en un baño para descubrir que serán sometidos a un juego perverso donde su vida corre peligro si no encuentran una forma de salir antes de que sea demasiado tarde. Jigsaw, el villano, les da unas instrucciones proveídas por un grabador y un tiempo limitado marcado por un contador. Entre los dos hombres,hay un cadáver aferrado a la grabadora en cuestión y una pistola. También hay en la habitación una sierra, que da nombre al título en inglés. ¿Por qué Jigsaw organiza todo esto, y utiliza toda su creatividad para hacer ingeniosos dispositivos de escape que, al fin y al cabo, resultan en trampas de tortura? Según su ley, él no mató nunca a nadie, sino que diseña estos juegos a la medida de sus víctimas y sus fallas, como una oportunidad para que renazcan o aprecien la vida de nuevo. Sobrevivir implica querer hacerlo a cualquier costo, incluso serrucharse una pierna. La elección de un buen “candidato” para el juego es bastante controversial y moralista, yendo desde infidelidad, pasando por estafadores (diría, sus predilectos) a gente que no puede soltar la ira de una gran tragedia en su vida. Jigsaw tiende a darle menores castigos a quienes tienen “cargos menores”, pero no es tan riguroso tampoco. En algunas películas, el costo es altísimo y hasta involucra a otras personas muy parcialmente involucradas con el jugador. Jigsaw protege su identidad detrás de un muñeco diabólico; en verdad, se llama John Kramer y es un ingeniero con cáncer terminal. Su tiempo en este mundo es limitado y, así como el countdown de sus juegos, él sabe verdaderamente lo que significa que cada segundo cuente.

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¿El Juego del Miedo es solamente tortura y nada más? Puede ser gran parte de su fórmula, pero me resultaría injusto reducirlas a eso o a sus espectadores a unos sádicos perversos. Si el morbo, la pulsión del tánatos o la fascinación con el dolor incalculable es una pieza fundamental en la maquinaria de la saga, la intriga es la otra. La historia se desenvuelve alimentando a la audiencia a base de giros inesperados, y una banda sonora tétrica que acompaña a los espectadores por un viaje sangriento y cumplidor hacia un final dantesco. Saw 1, Saw 2 y Saw 3 son las más virtuosas en cuanto a sus giros y a su construcción de personajes. Y probablemente es un combo entre esto - máquinas de tortura y giros inesperados - lo que motiva al espectador promedio de El Juego del Miedo a seguir consumiendo la saga. En los clips subidos a YouTube, los comentaristas son apasionados: siguen defendiendo a capa y espada (¿a capa y sierra?) la saga, aunque progresivamente las torturas sean más y más delirantes, y los giros más y más predecibles. Se compadecen de las víctimas que merecían vivir, destacan sus plot twists preferidos, y acuerdan con Jigsaw cuando somete a la gente que consideran correcta, como cuando le toca al CEO de una prepaga médica (un personaje en el que el terror se da la mano con la comedia).

Diría el psicoanálisis que, detrás de cada pesadilla, se esconde una expresión de deseo. El goce por escapar, o el goce por someter. Y a lo largo de sus secuelas, el Juego del Miedo confía en que sus televidentes puedan afrontar ese viaje, de un lado o del otro. No sé si es una directa causa consecuencia, pero es innegable que han proliferado en las últimas décadas las salas de escape como fenómeno para ir con amigos. Las preferidas son las de terror, y hay muchas con temática Saw. Es sabido también que, con cada secuela, cada Juego se vuelve más escabroso y morboso que el anterior. Innegablemente, es un exponente del género splatter film o torture porn y algunos la verán solo por ello. Sospecho que aquellos son los mismos que mantienen el ojo abierto al principio de Un Perro Andaluz (1929) de Luis Buñuel (me refiero al momento que involucra, justamente, un ojo). Diría que es no es recomendable ver algo así para nadie que sea demasiado sensible al tema, sobre todo en un país donde la tortura ocupó un lugar en nuestra historia. Aunque, por un lado, está claro que John Kramer es un “torturador independiente” y no es cómplice de ningún Estado y, por otra parte, en esta franquicia el despilfarro de sangre y dolor adquiere un lugar caricaturesco, surrealista y medieval que poco tiene que ver con la realidad de un torturador.

Los guiones, gusten o no, tienen ciertas propuestas interesantes hasta que, después de Saw 3, Jigsaw muere (no diré cómo). ¿Cómo puede ser que hayan 7 más? Sus productores se arrepentirán por siempre de esta decisión. A partir de su cuarta entrega, el Juego del Miedo cambió de guionistas y las películas empezaron a tener mucha mas tortura, versiones 3D, giros más esperables, y tonos completamente dispares guiados simplemente por el fin de seguir exprimiendo comercialmente el bolsillo de lo más fieles. Lejos en el tiempo queda esa primera película más thriller y económica no solo por su producción sino también por su guión, para dar lugar al disparate splatter absoluto, a la multiplicidad de personajes caricaturescos. Como John Kramer está muerto, las películas siguientes traen al fantasma de Jigsaw a través de discípulos, cambios de punto de vista, y juegos organizados post mortem. En otras palabras, la franquicia persiste aunque al guionista le hayan serruchado una pierna fundamental en la tercera. Jigsaw es un deus ex machina todo terreno, que empieza a tener una especie de visión omnisciente: como un Gran Hermano, sabe exactamente lo que sus torturados querrán hacer. Incluso ya estando muerto.

Hace poco vi la décima entrega, Saw X (2023). En El Juego del Miedo 10 hay una decisión interesante: centrarse en el punto de vista de Jigsaw tiempo antes de su muerte (resolviendo así el problema de la tercera entrega). El antagonista se vuelve protagonista. En esta película, Jigsaw se entera de un novedoso procedimiento para pacientes términales y él, que está enfermo, se va hasta México para realizarlo, pero es estafado. Con una implícita sed de venganza (porque Jigsaw siempre va a decir que lo mueve su retorcida justicia), encierra a sus estafadores en diversos juegos. El verosímil adquiere otro nivel de inverosimilitud que ya resulta fascinante, como que construya sus complejas máquinas torturadoras en un galpón de México sin ser descubierto por nadie. Más allá de sus fallas y que probablemente la saga en sí misma sea un enfermo terminal resucitado como John Kramer, el planteo resulta en un ejercicio interesante a nivel guion: ¿cómo volver al villano más villano, protagonista, y lograr que la gente empatice con él? La respuesta es: poniéndole en frente un villano todavía peor. Los sujetos sometidos en esta película son gente que le quita sus ahorros de vida a gente con cáncer pronta a morir, es decir, inocentes desesperados por vivir un poco más.

El gran "problema" al que se enfrenta esta décima entrega o quizás de todas las últimas entregas del Juego del Miedo es que, como espectadores, ya estamos absolutamente entrenados por el propio Juego para ver cada giro inesperado, cada resolución, cada final. Lo único inesperable es el diseño de los macabros dispositivos, pero la saga en sí misma funciona como spoiler: Jigsaw los va a atrapar, Jigsaw se va a salir con la suya. La propia trampa de Saw es que ya conocemos demasiado a John Kramer. No dudo que muchos seguirán consumiendo la franquicia por el placer de la fórmula. Algunos, le habrán soltado la mano a la saga hace rato. En lo personal, siempre quiero saber qué harán los guionistas/productores esta vez para intentar sorprender o darle valor de shock, porque es mucho más difícil hacer una secuela buena que una muy buena primera película.

Hace poco vivimos nuestro propio Juego del Miedo con la pandemia. Estuvimos por mucho tiempo encerrados en una habitación, en el mejor de los casos. Vivimos grandes ansiedades preocupadas por nosotros y por nuestros seres queridos, pensando quién iba a salir con vida de esa. Sin embargo, hay unos pocos que dirán, culposos, que disfrutaron de algo de ese encierro, que aprendieron algo de él, que salieron de ahí adentro diferentes. Algo con lo que John Kramer empatizaría completamente.

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