undefined_peliplat

Cosa de mujeres. Notas sobre Carol de Todd Haynes

Spoilers

El melodrama ha sido uno de los géneros más influyentes en la historia del cine. Si bien su apogeo corresponde a las décadas del 30 y del 40 algo de su brillo prevalece en la actualidad. Una de sus características principales es ofrecer un juicio moral de las conductas que realizan sus personajes con el objetivo de establecer una distinción tajante entre el bien y el mal. El melodrama persigue una finalidad pedagógica. El cine enseña conductas, modos de ser y estar en el mundo. En ese sentido, el melodrama se concebía como un género para la audiencia femenina que equivalía a una educación sentimental: la virtud, la castidad serían recompensadas con el triunfo del verdadero amor, mientras que la transgresión a las normas siempre concluiría con un brutal castigo. De esta manera el cine enseña a las mujeres a ser buenas esposas y madres abnegadas.

Pero a pesar de el triunfo de la virtud, todo personaje melodramático en un comienzo afronta una tensión entre el deseo y la culpa. Los personajes más hozados serán los que se atreverán a dar el llamado “mal paso” del que es muy difícil retornar. El melodrama entonces trabaja con los opuestos y los contrastes- tanto en sus aspectos narrativos como en la puesta en escena- mientras que hay mujeres virtuosas y virginales- aspectos expresados también a través del vestuario y la iluminación-, las hay mujeres seductoras que practican la mala vida- generalmente vestidas de negro y encaje-. Nunca el cine pareció llevar tan a fondo la moraleja, el final explicativo. El melodrama clásico no trabaja con la ambigüedad porque entiende que su función es educar a las mujeres y reforzar los roles a los que históricamente se las ha sometido. El cine se vuelve entonces un dispositivo más para controlar las conductas femeninas.

En los últimos años el melodrama parece haber resurgido. En los casos más interesantes no se trata únicamente de una motivación nostálgica por recuperar el cine clásico, sino más bien de la necesidad de actualizar al género, de abordarlo a partir de temáticas contemporáneas que permiten explorar la transgresión desde nuevas aristas. Todo aquello que el melodrama se negaba a poner en escena, todo lo que resultaba tabú y hasta irrepresentable ahora resulta posible su abordaje. El director Todd Haynes- que ya había incursionado en el género con Lejos del cielo (2002)- se sumerge en la adaptación de Carol la novela de Patricia Highsmith para presentar un tema tabú en el melodrama: el amor entre mujeres.

I.El encuentro

Son los años 50, la navidad está cerca. Therese trabaja en una juguetería de una gran tienda departamental. En su tiempo libre saca fotos y las revela en su cocina que se vuelve laboratorio. Su novio le ha propuesto matrimonio y un viaje a Paris como luna de miel, Therese no paree convencida. Carol es una mujer adinerada, está casada y tiene una hija pequeña. Sus mundos son muy distantes, pero se encuentran en la juguetería. Todo comienza con un cruce de miradas y con un par de guantes que Carol deja olvidados sobre el mostrador.

Las mujeres volverán a encontrarse. Hayne construye la intimidad que las unirá y se demora en los momentos que resultan decisivos, como en un viaje en auto en el que Therese observa tímidamente a Carol. La secuencia se vuelve casi onírica, el fondo se desdibuja, no parece haber nada en el mundo fuera de aquel auto ingresando en un túnel. Es la suspensión, el momento donde nace la posibilidad del amor. El túnel parece el pasaje a lo nuevo, al olvido de las normas, la invitación a la exploración del deseo. Más adelante, al costado del camino, Carol se detiene a comprar un árbol de navidad y Therese se anima a hacerle en secreto un retrato. La sutileza y la precisión es quizás una de las marcas más distintivas del estilo de Haynes y en este caso es lo que le permitirá registrar el nacimiento del deseo.

II. El viaje

En el melodrama el contexto es determinante porque son las miradas ajenas las que condenan las conductas que se escapan de las normas. Como trasfondo de la historia de amor que nace lentamente se deja entrever el pasado Carol y los desacuerdos que llevan al matrimonio a romperse. En el proceso de divorcio, su marido la denuncia por inmoralidad para quitarle la tenencia de su hija. La transgresión a las normas patriarcales- que determinan los roles asignados a las mujeres- es condenada por su esposo y por la ley. Será la ley el último bastión para defender la idea de familia. La indefensión de las mujeres en esta instancia es absoluta. Carol decide partir y alejarse de su casa ahora vacía.

Angustiada Carol visita a Therese que produce un desplazamiento, la vida confortable de Carol parece desmoronarse y la sencilla casa de Therese resulta más acogedora que la propia. Carol le prepone a Therese que la acompañe en su viaje mientras comienza a nevar. El único contacto físico hasta el momento ha sido una mano sobre un hombro, pero la cercanía y la complicidad está en cada mirada que las mujeres comparten, en cada objeto- la cámara que Carol le regala a Therese, el disco que Therese compra a Carol como regalo navideño- en el tiempo compartido que cada vez es más extenso. La ambigüedad inicial y los gestos algo equívocos irán quedando atrás para dejar de manifiesto el deseo mutuo.

El viaje se volverá la posibilidad para ambas de escapar de situaciones que las oprimen: la posibilidad de Carol de perder a su pequeña hija, la insistencia cada vez mayor que Therese siente de su prometido. El viaje se vuelve una oportunidad para ser libre lejos de las miradas conocidas y las expectativas ajenas. Todo viaje también es la posibilidad de explorar.

La transgresión en el caso de Therese no nace de una conceptualización previa sino más bien de un dejarse llevar, de un estar abierta a una nueva experiencia, a un nuevo sentir, de ir tras una corazonada. Descubre la razón por la que se le vuelve imposible entregarse a un futuro de esposa. Su mundo parece resignificarse al conocer a Carol que habilita la posibilidad de un futuro más luminoso. La verdadera vida de Therese para comenzar.

*

Si de transgresiones se trata el propio Haynes transgrede las convenciones narrativas propias del género introduciendo una temática hasta el momento no abordada. Poniendo en escena aquello que atenta contra los propios cimientos del género: educar a las mujeres a ser madres y esposas, en definitiva, a continuar aceptando con pasividad el rol que la sociedad les ha reservado. La transgresión es mayor porque Haynes la hace desde dentro del género, conservando sus rasgos estilísticos en una impecable puesta en escena que sugiere la interioridad de los personajes a partir del uso de los reflejos, los vidrios empañados, las luces y las sombras. Y sobre todo construyendo a sus personajes desde las convenciones propias del género que los vuelve complejos y en permanente tensión entre el deseo, la culpa y las normas. Pero apostando a que el encuentro es posible, que la autenticidad, el vivir según las propias reglas será finalmente recompensado y es la única forma posible de vivir. Carol se vuelve una liberación, una forma de aflojar las ataduras de un género particularmente rígido. El volver a conversar con la tradición de uno de los grandes géneros cinematográficos sin perder de vista lo actual posibilita una nueva deriva a explorar y lo torna más luminoso.

Más recientes
Más populares

No hay comentarios,

¡sé la primera persona en comentar!

1
0
0