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LA TERRAZA: visagra y cúspide Argentina

Hablar de Leopoldo Torre Nilsson, es hablar de la historia del cine argentino, del cine argentino en mayúsculas. Hablar de Nilsson, es hablar de su padre, Leopoldo Torres Ríos, es hablar de su hijo creativo, Leonardo Favio, y ante todo de la visagra que resultó para las generaciones posteriores ,dando la entrada al hacer de un cine más personal y comprometido.

Con su película La Casa del Angel, logro llamar la atención de la crítica internacional y los grandes festivales, compitiempo por el globo y la plama de oro, dándole al cine argentino una visibilidad de la que, hasta ese momento, no había gozado. Una película formalista, heredera de grandes nombres como Welles o Bergman, pero con una impronta propia y una preocupación genuina por la compleja coyuntura de su país. Al mismo tiempo, se veía un artista arrojada, sin miedo a la controversia, a poner el dedo en la llaga y, como demostraría años después, sin miedo a las consecuencias.

Después del éxito de La Casa del Angel, Nilsson tenía las puertas abiertas realizar casi cualquier proyecto que deseara, aprovecho esta oportunidad hasta sus últimas consecuencias. Llegaron, entonces, La Caida (1959), La Mano En La Trampa (1961), Setenta Veces Siete (1962), con las que Nilsson no hacía más que reafirmar su posición como el cineasta más prominente y talentoso de la Argentina. Es en esta etapa donde estrena La Terraza (1963), pelicula de la cual me gustaría hablar.

La Terraza ,si bien no es la película más conocida de su autor, ni la mejor del mismo, es un film de una importancia incuestionable, no sólo por su alta calidad, si no, también por ser la película que mejor resume las obseciones de su autor. Realizada en su cúspide creativa y con una libertad inusitada, con este film, Nilsson, se mostró en su máxima expresión.

La película retrata la vida de un grupo de jóvenes de clase acomodada, despreocupados, aburridos, prejuicioso e hipócritas, que, un día, a modo de protesta, deciden aislarse en una terraza con la amenaza de suicidarse si alguien intenta sacarlos de allí. Hablamos, en primera instancia, de una crítica feroz a la decadencia de las clases aristócratas, a su modo de tapar los huecos que les dejan su distantes y vacías vidas con fiestas y juegos, una vida sin relaciones reales con los otros, solo basadas en el objetivo de pasar el tiempo y no enfrentarse a su intimidad. Nilsson usa la primer mitad de la obra para retratar esta crítica, vemos pinceladas de la triste y solitaria privacidad de algunos de sus personajes y la dinámica del grupo, desde la alegre, coqueta, divertida superficie, hasta su la hipócrita y triste realidad. Pero la película va más haya, no se conforma solo con hablar de una clase social, habla de la necesidad de social de tener algo por lo que luchar, para eso está su segunda mitad. Los padres de unos de los jóvenes del grupo intentan desalojar a los mismos de la terraza, por lo cual el personaje de Vicky, interpretado por la gran Marcela Lopez Rey, amenaza con tirarse si alguno de los jóvenes es retirado de la terraza. Al ver que esto funciona, el grupo se une, se organiza y deciden mantenerse allí. Apartar de eso, sus relaciones se muestran más intimidas, transparentes, hablan entre ellos de sus miedos, de sus deseos, de sus aspiraciones, o se muestran como son, distantes, arribistas, desesperados por el caluroso afecto del otro, todo gracias a que encontraron algo por lo que Luchar.

La Terraza muestra también una enorme dimensión erotica. Una ves entrados en la terraza, las composiciones de Nilsson le dan una gran relevancia al rose de los cuerpos de los protagonistas, a su desnudez bajo el sol y a sus formas de seducción. Muestra también un fuerte interés por las nuevas formas de sexualidad, recordemos que más de una ves se habla de sexo grupal y se dan las primera insinuaciones de la homosexualidad en el cine argentino. Entre ello, también, Nilsson arroja una comentario a la iglesia, a su interferencia banal en los problemas sociales y del dia a día, en una divertida escena, que rosa el surrealismo, donde un cura les habla a los jóvenes desde un eliciotero, convencido de que sus palabras van a ser suficiente para que resolver la situación cuando, claramente, es una esperanza más que invesil.

Todos estos temas ya fueron presentados en la carrera de su director, pero nunca de forma tan directa y libre. Algo que también separa a La Terraza de otros films de Leopoldo Torres Nilsson, es su final, ya que en general sus finales son pesimistas, circulares, incluso, pero en este caso nos deja una esperanza en el personaje de Velita, a quien decidí no mencionar previamente para darle su propio apartado. La película inicia con ella y temerán con ella, los primeros veinte minutos del film la vemos trabajar en el edificio donde la acción transcurre, y al final la vemos jugar en con su amigo en la terraza. Ella es un contraste en toda la película, es todo los contrario a los jóvenes de la terraza, es cincera, integra, sensata, inocente, más no ignorante y trabajadora, es la representante de la clase trabajadora intentando siempre salir adelante. Cuando la vemos jugando en la terraza, ya vacía y llena llena de ojas muertas, vemos en realidad, a la esperanza de una nueva clase social creciendo en los vestigios de lo que una ves domino la aristocracia.

Todo esto es relatado con un excepcional manejo de la técnica, con una cámara libre que sigue a sus personajes y, por momentos, se convierte uno más de los mismo, que pase la sensualidad a la intimidad y al caos con una soltura envidiable. El expresionismo alemán es una vanguardia de la de que este director siempre se nutrió, y está no es la excepción, pero también tomo de movimientos del momento, como la nouvelle vague y lo puso todo en un película tan arrojada como el mismo.

La carta de Nilsson siguió, pero más de una vez se vio efectuado por la censura e, incluso, al exilio. Llegados los setenta, perdió la libertad creativa de la que gozaba, y aunque realizó grande película, como su adaptación del martin fierro, comenzó a sufrir de limitaciones, que lo llevaron a proyectos en los que tenía gran interés, ante todo de revisión histórica, pero que quedaron en lo que la crítica de su momento llamó despectivamente “películas billiken”, hasta su muerte en 1978, con 54 años.

Hoy en día, el nombre de Leopolde Torre Nilsson está casi perdido en el cine nacional, pero su importancia en la historia del mismo del mismo es superlativa, y desde de este espacio es mi deseo brinda un breve recorrido por su obra, a modo de homenaje y con el deseo que de volver a despertar la curiosidad por su trabajo, usando de ejemplo una de sus películas más peliculiares, pero donde más se puede ver al hombre detrás de la cámara.

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