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Estrenos / The Fall Guy, la venganza los dobles de riesgo

Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cual de los dos escribe esta página.

Borges y yo, Jorge Luis Borges

Una mujer está parada sobre el borde de un puente de autopista. Mira hacia el suelo esperando que pase bajo sus pies un camión con acoplado para saltar hacia él. Detrás de ella hay un hombre que parece acompañarla y que, llegado el momento, la empuja. Lo siguiente que vemos es a esta mujer rodeada de colchones, lonas y gente que está moviéndola lentamente (el salto la lastimó) Encima de la imagen aparece un texto: durante el rodaje de esta escena la actriz resultó gravemente herida. La película está dedicada a ella y a todas las dobles de riesgo.

La mujer que salta es Michelle Yeoh (Tomorrow Never Dies, El Tigre y el Dragón) y la película es La doble de riesgo (Ah-kam, 1996) de Ann Hui. Yeoh es famosa por hacer sus propias escenas de riesgo, igual que Sigourney Weaver en Alien, Keanu Reeves en John Wick, Jackie Chan en casi todas sus películas, Tom Cruise en las Misión Imposible, Harrison Ford en las Indiana Jones y muchos más. Yeoh es la protagonista, Ah Kan. Ella, la actriz que hace de su propia doble, interpreta a una doble de riesgo de películas de acción y artes marciales que se pone en peligro donde las actrices más famosas no. Con el tiempo se vuelve coordinadora de escenas de acción y, luego, se casa con un empresario y parece dejar la vida de riesgo, pero el mundo de los salones de karaoke en los que está su marido también necesitan sus patadas voladoras.

Las películas de dobles de riesgo suelen girar alrededor de una idea: los dobles de riesgo tienen una vida precaria, con unos salarios mucho menores que los actores famosos, y con un riesgo físico incalculable. Tienen, también, una destreza física sobrenatural que es su bendición y maldición. A los dobles de riesgo en las películas los persigue la desgracia en forma de alguna mafia. La vida y el cine se mezclan en las películas de dobles de una manera distinta a las de las películas de (burgueses) artistas torturados y procesos creativos desatados. Lo que se mezcla entre el trabajo en el cine y el intento de una vida para los dobles de riesgo en sus ficciones es la fragilidad de la supervivencia. Incluso para Ah Kan, que ha cambiado de vida, el amor es algo frágil y con riesgo profundo. Es también siempre trágico. Sus cuerpos se exponen a peligros que, a su vez, los persiguen. Y reciben por ello tan poco que, parte o temprano, tendrán que buscar más peligros.

Un proletario de la autodestrucción es Yusu, el protagonista de Fall Guy de Kinji Fukasaku (1982). Él y un séquito de dobles siguen a Ginshiro, una estrella de películas de samuráis por todos lados, esperando que les suelte una migaja de cariño. El actor es un monstruo de tal calibre que en un momento le pide a Yusu que se case con la mujer que él ha embarazado para salvar su honor (¿el honor de quién? misterio). De a poco, Yusu va ganando terreno en el corazón de la actriz abandonada y embarazada, y se casan de buena gana. En un momento de la película ella, que es un ser de maravillas, va a ver a Ginshiro para ver cómo está, si es feliz con sus éxitos y su nueva novia, pero es obvio que nadie lo aguanta salvo ella. Él le pide que se casen, que deje a ese doble, y después de unas cuantas pataletas ella le dice que no. Ginshiro se vuelve loco. Se hace realidad el terror de cada artista: que un otro, que un doble, tome su lugar. Quizás es ahí donde está el origen de la violencia que reciben en las películas los dobles. No en su capacidad física infinita, que tiene que ponerse a prueba, sino en su carácter de otros en un mundo que suele adoptar el punto de vista de ese uno. Por eso son tan placenteras, al final estas películas. Porque ponen al uno en su lugar.

En Érase una vez en Hollywood de Quentin Tarantino, Brad Pitt hace de Cliff Booth, el doble de riesgo de Rick Dalton (Leonardo Di Caprio), famoso actor de westerns. Rick extrae de Cliff todo lo que puede: vive en una casa inmensa, al lado de la familia Tate-Polanski; tiene un auto bueno, se codea con famosos, se sienta en el asiento del acompañante mientras Rick lo lleva y lo trae, llora en el hombro de su doble cada día. Cliff es un tirado que vive en una casa rodante atrás de la pantalla de un autocine de Van Nuys, un barrio periférico feísimo de Los Ángeles (Cliff también, no olvidemos, mató a su mujer en altamar). La película gira alrededor de los valores que intercambian esos dos cuerpos y rostros, de las habilidades de cada uno (del control de Rick sobre su rostro y de los saltos acrobáticos sin esfuerzo de Cliff). Una buena parte del placer de la película sale de observar a Cliff moverse con esa agilidad de constante parkour, de meterse con su anonimato en lugares malditos. Pero cuando haga su hazaña máxima, la gloria le quedará de vuelta a Cliff, ese agujero negro del oro de rebote. Es como si los dobles de riesgo, en las películas, no merecieran la gloria realmente. Como si fuera su responsabilidad recibir las balas en lugar de otro.

David Leitch, el director de The Fall Guy, fue doble de riesgo y coordinador de dobles. Entre las personas para las que ha puesto el cuerpo están Brad Pitt y Jean Claude Van Damme. Pitt hizo sus propias escenas de riesgo en Once Upon a Time in Hollywood, pero Leitch hizo algunas de sus apariciones riesgosas en El club de la pelea, Spy game, La gran estafa, Troya. Sr. y Sra. Smith y Atomic Blonde. Con el tiempo, Leitch se volvió director y, entre sus hazañas, está el falso documental Confessions of an action star, que explora esta relación entre quienes ponen el rostro y quienes ponen el cuerpo. Leitch pasó por varias épocas de la relación de los actores con el cuerpo y el riesgo: cuando Brad Pitt actuó para él en Bullet Train (2022), hizo sus propias escenas. Y es que hay algo dando vueltas últimamente entre los actores que tiene que ver con el prestigio de haber puesto el cuerpo donde no era necesario, donde se podía tercerizar. Una especie de vuelta a la habilidad física sobrenatural de alto rango como los primeros actores cómicos, como Buster Keaton, Mabel Normand, Chaplin, Laurel y Hardy, Jerry Lewis (que en su autobiografía cuenta como se le va destrozando el cuerpo año a año). ¿Qué será lo que lleve a los actores a dejar que otros ya no hagan la parte sucia del trabajo?¿Será que el cine ya no usa tanto espacios reales como en Fall Guy o La doble de riesgo, y los movimientos riesgosos se orientan más hacia la fuerza y la acrobacia que a atravesar paredes con la cabeza?

El protagonista de The Fall Guy es un doble de riesgo llamado Colt Seavers (Ryan Gosling). Su actor estrella es Tom Ryder, héroe de acción que no hace saltos. En uno de esos saltos que Ryder no hace a Seavers se le parte la columna. Seavers no sólo sobrevive sino que vuelve a caminar, pero está tan deprimido que deja el cine y ghostea a su novia, Jody Moreno (Emily Blunt), asistente de cámara. Al año y medio de su accidente la productora vuelve a llamarlo para hacer escenas de riesgo en otra película de Ryder, esta vez dirigida por Jody. Seavers se sube al siguiente avión rumbo a Australia para el rodaje de Metalstorm, una película de ciencia ficción madmaxesca con el subtítulo de High Noon al final del universo. Seavers va a trabajar en la película. ¿Va a actuar?¿Es actuar la palabra? Eso es lo que se dirime en el rodaje. Seavers está ahí porque Ryder está desaparecido y, mientras hace de él para la película durante el día, con un sistema de escaneo facial, tiene que pasarse las noches intentando encontrarlo.

En una escena de la película Jody, encantada, le dice a Seavers algo así como “con vos puedo hacerlo todo”. Con Seavers puede hacer planos secuencia sin cortar, mezclar momentos de actuación y piruetas. Todo, dice, reemplazando su rostro. ¿Es el rostro el centro de esta película? Y si no, ¿por qué es quien lleva el rostro quien lleva la fama? Lo que Seavers no sabe es que con él si pueden hacer de todo y que su vida precaria de doble de riesgo e imán de mafias está por alcanzarlo vía Tom Ryder, que no soporta esa idea del otro que puede tomar su lugar y actúa directamente para anular esa pesadilla de que ese otro que es más ágil y más noble, pero no tan vivo y para nada poderoso, pueda ocupar aunque sea un octavo de su vida

Seavers tiene la ventaja de todos los dobles de riesgo que nos gustan: cuando la vida real le cae con toda su violencia, él se vuelve un sábado de súper acción entero. El doble es un gran personaje porque puede ser el humano y la máquina, porque puede cumplir de alguna manera un poco espiritual un ideal de realismo: poder hacer sin fragmentar, sin cambiar con trucos e ilusiones un cuerpo por otro, o construir elaboradamente una continuidad donde hay en realidad suele haber serie de movimientos separados. Jody, mientras tanto, se encarga de hilvanar todos los pedazos de narración que están en la película: el doble con el doble, la ciencia ficción del espacio con su propia separación y posible reencuentro. Incluso la forma de la película que está filmando con la que está viviendo, hecho en una secuencia de llamada telefónica obvia y hermosa en la que le propone a Seavers, en pantalla partida, su propia idea de partir la pantalla en una secuencia de Metalstorm, mientras le cuenta, sin disimular, los problemas amorosos que los reúnen.

Ryan Gosling no hace las escenas de riesgo de esta película. Tuvo, de hecho, cuatro dobles, cada uno encargado de una cosa en particular. El hombre es imposible, y entonces está fragmentado. Hay alguien que hace el parkour (Ben Jenkin), otro hace las artes marciales (Justin Eaton), los saltos a cargo de un tercero (Troy Brown) y de los autos se encarga un último (Logan Holladay). Pero de ese hombre fragmentado, ¿por qué pareciera que el 90% le toca a Gosling? The Fall Guy es una película que conoce muy bien la poética de los dobles de riesgo, incluso en sus estrategias para la ficción.

LS

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