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La Ciénaga: Radiografía del recuerdo

Spoilers

Lo primero que se me ocurre para hablar de La Ciénaga es “Inmersión” la película te transporta a su entorno, a su calor, a su humedad, con una técnica impecable y compleja. Es una experiencia tán única que se me hace muy difícil analizar su aspecto técnico porque siento que requiere un conocimiento de realización cinematográfica del que carezco. Lo que sí puedo hacer es hablar de una película que ahora me devuelve a una época más personal: los 2000, en un entorno en el que puedo entenderme y que me genera una nostalgia que sólo se ve manchada por los temas que trata. En su luz, es una película oscura, porque nos muestra la decadencia no a través del diálogo o las acciones de los personajes sino a través del clima familiar.

La ciénaga cuenta la historia de dos familias conectadas por sangre, una de clase media y la otra de clase alta. La segunda es la que obtiene un poco más de protagonismo y resulta más interesante por su clima familiar. Es una familia agrícola en decadencia, el conformismo y la lenta pero letal caída en desgracia afecta el humor de todo el mundo. En la película realmente no pasa nada, no hay grandes eventos o puntos de giro, la historia es subtextual, un misterio que se esconde bajo la piel de cada uno de los personajes y que frente al espectador le genera la sensación de que algo está muy mal con ésta familia, pero no puede ser solamente la caída en desgracia en términos económicos, sino algo más que desgasta sus personalidades. Algo que no llegamos a ver, pero que se deja notar.

Pero vayamos punto por punto. El realismo de la película es agudo, y Lucrecia Martel al igual que Rosselini, usa una grabación del entorno fiel, sin intervenciones artificiales, porque la ciénaga y la capital de Salta, marcan el estado de los personajes y simbolizan su forma de ser y su decadencia. El sonido es también una parte integral de la cinta, porque es a través del mismo que se consigue ese nivel de inmersión, las cigarras, las bocinas, la música en la fiesta, el ruido del hielo en los vasos, son detonantes que manifiestan sensaciones conocidas al espectador y fueron cuidadosamente elegidos para transmitir sensaciones particulares. Ví está película en un clima de 9 grados, totalmente engripado y tapado por dos mantas que me abrigaban, pero durante la hora y media de duración, me transportó a un enero de 33 grados, con una humedad que te empuja, como a los personajes, a pararse frente al ventilador.

No es sólo el entorno que aporta a la inmersión y comunica los temas y sentimientos centrales de La ciénaga, los actores adultos tienen un “naturalismo instalado” que los transforma en simples padres y madres en los 2000, personas que cargan con sus problemas y sus sentimientos más profundos y los canalizan de la manera más sutil posible en, por ejemplo, un reto al nene por no ordenar la casa. La decisión de casting de actores sin entrenar para los personajes de los niños es totalmente acertada, yo mismo me veo reflejado en los chicos corriendo de arriba a abajo por la casa de la tía, pintándose y gritándole al ventilador porque además del calor, el aburrimiento es su enemigo.

Se notará que me cuesta mucho analizar ésta cinta sin recaer en lo personal, pero es que ésto mismo es para mi, una peli de sensaciones, y no puedo concebirla sin las mismas. Al poner el foco en la narrativa, ésto puede resultar útil, debido a que el guión per sé, no revela mucho, por no decir que no revela nada. Lucrecia Martel no tiene miedo de dejar las cosas inconclusas, no nos cuenta nada, nos hace sentir. Es por eso que la película genera la ilusión de que nada está ocurriendo, porque la sutileza es clave para el realismo. Las personas no tienden a resolver sus conflictos en dramáticos monólogos, es el peso de esos problemas que mueve y muestra su sombra en cada acción que toman y en cada palabra que dicen.

En términos de sensación, la película empieza con una sensación terrible, el vino y el calor son los protagonistas en la pantalla y en el parlante, la cámara tambalea, corta el eje y nos pone a nosotros en un estado de borrachera, igualmente embobados que los adultos que ven a Mecha caer sobre su vaso, su falta de reacción es el primer indicio de que algo anda mal con éste lugar. En términos de guión, ésto se usa para introducir a los niños como los únicos seres relativamente normales de la película, normales en el sentido de que sus juicios no están totalmente nublados por la apatía y el calor. También vemos como la decadencia del espíritu aún no les ha alcanzado,, mientras las hermanas menores se apuran en llevar a su madre a un hospital, ésta insulta a Isabel, su empleada, y se queja de los vestidos que le traen, el padre se toma su tiempo en peinarse, y las muchachas se susurran que él no debe manejar.

Durante toda la película veremos las dinámicas de la familia de Moni, que vive en a ciudad con su marido y sus hijos que todavía son niños, y Mecha, matriarca de una familia de mayor poder económico rodeada por ésta decadencia. És en ésta segunda en la que se encuentran las variadas sensaciones, las mismas se generan en base a una serie de hechos que los diálogos intuyen y que lentamente vamos percibiendo en la dinámica familiar:

  1. La madre de Mecha y abuela de los chicos murió en una cama donde estuvo postrada varios años
  2. Existe una mujer llamada Mercedes, no está clara su relación con ellos pero se intuye que tuvo un amorío con el marido de Mecha. Además la vemos compartir una cama con José, el hijo mayor.
  3. El negocio de la familia está en declive.

La forma más eficiente en mi opinión de entender el contraste entre las familias y de ilustrar las acciones motivadas por el subtexto es comparar a las madres de la película, Moni y Mecha.

A diferencia de Mecha, Moni está conectada con sus hijos, sobre todo el menor, Luciano, a quien constantemente está cuidando y preocupándose por su salud, por sus lastimaduras y problemas médicos. Mecha reniega de sus hijos y se da a la bebida, su marido es un ser devorado por la apatía (ya vamos a hablar de él) y responde a la falta de cariño en su entorno con agresividad hacia los suyos y hacia Isabel, su empleada a quien discrimina y maltrata sin ningún tipo de vergüenza o sutileza. Moni tiene un trabajo de enfermera, Mecha se pasa la película en una cama, es evidente que la primera tiene un cierto miedo de acabar como la segunda, porque su propio entorno también va cayendo lentamente en la decadencia, su marido está muy pendiente de los chicos pero no de ella, y los niños comienzan a ser demasiado para cuidar y atender. Mecha busca evadirse de todo proponiendo un viaje a Bolivia, una promesa vacía que sólo le sirve para combatir el miedo de acabar como su madre, pasando sus últimos años en una cama sin verdadera necesidad, miedo que niega en toda oportunidad. Monoi acepta, pero es desanimada por su marido poco a poco, hasta que éste mata la excusa del viaje que era comprar los útiles para los chicos.

Mecha es una mujer desgraciada, la vemos siempre con vino en la mano, es maleducada y ofensiva hacia una mujer que la atiende y muestra compromiso por su trabajo que es cuidar de la casa y los chicos. Luego, sobre todo esto y como símbolo perfecto de la mediocridad, está Gregorio, su marido.

Si la decadencia es un pozo al que los hijos de Mecha se están acercando lentamente, y del que ella está aferrada al borde a punto de caer, Gregorio está en el fondo. En sentido estético es descuidado, usa ropa sucia, está sudado, mal afeitado, habla lento como un borracho. En sentido narrativo de la historia Gregorio simplemente deambula, sin reconocer ni ser reconocido por ninguno de los miembros de su familia. Un símbolo de podredumbre y dejadez es la pileta de la casa, la cual está podrida, el “hombre de la casa” concepto que en el 2001 aún era muy vigente, debería ser aquel encargado de rubros del estilo, sin embargo ante la sola mención de esto, Gregorio levanta su plato y se va de la mesa. El único acto verdadero que Mecha realiza para negar la mediocridad es echarlo de la habitación, pero ni siquiera eso parece salvarla, para él es demasiado tarde, y en la escena del despido de Isabel nos damos cuenta que para su esposa también, ambos están atrapados en la ciénaga y ninguno saldrá jamás.

Los adolescentes (y José) también son portadores de la incomodidad que genera la película. Pero es en ellos donde están la mayoría de las “tramas” que se basan meramente en la impresión:

  • La obsesión casi deriva de una atracción hormonal de Momi con Isabel.
  • La comodidad y relación entre José y su hermana Verónica, acompañada de una desnudez que toca muy despacio y sutilmente el incesto.
  • La relación inexplicada del hijo mayor con la mujer que en el pasado estuvo con su padre.
  • Los hijos menores de Mecha, uno tuerto, que juegan constantemente con rifles y demuestran haber absorbido las tendencias discriminatorias de su madre.

Los niños de Moni, por otra parte, son más inocentes, en tódo sentido. Es por eso que la muerte de Luciano, la cual se viene intuyendo toda la película, acaba por sepultar toda esperanza de no acabar como Mecha, porque si ella está así como resultado del declive económico de su familia ¿Cómo acabará ella tras semejante desgracia?

La primera comparación que se me viene a la mente al pensar en ésta película es Rojo de Benjamín Naishtat, protagonizada por Darío Grandinetti. Debido a que es una cinta que toma lugar en un contexto histórico muy particular y se empeña en generar una experiencia inmersiva, ilustrar como se vé la antesala de un golpe de Estado. La historia tampoco tiene miedo de dejar cosas inconclusas o a la interpretación. A diferencia que La ciénaga, ésta es más poética en su diálogo, pero es está falta de temor al dejarnos con dudas y teorías lo que me hace relacionarlas.

Éste análisis es corto porque hablar de La Ciénaga me enreda. Mis argumentos se mezclan con mis impresiones y mis palabras intentan replicar sentimientos que no se pueden replicar. Es una película que me lleva de nuevo a los veranos más felices de mi infancia, me reencuentra con mis familiares y lo recubre todo de una capa de asco que me hace pedir a gritos en mi subconsciente que se apague el televisor, pero el tele no se apaga y yo no me levanto, porque es hipnotizante y doloroso, y una vez que Luciano muere y pasan los créditos, no tengo más frío, no siento la gripe, el calor y la humedad se quedan conmigo.

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