El Mártir Conduce de Noche: Travis Bickle

Hay películas que, mediante fórmulas de estructura narrativa, de construcción dramática, y plantillas varias, terminan predisponiendo al espectador a un juicio (por demás plano) acerca de, entre los personajes que presenta, quién es “el bueno” y quién es “el malo”; y, en consecuencia, se vuelven olvidables, al no permitir a la audiencia reflexionar- se les ha limitado a resumir “el bueno ganó porque hizo cosas buenas”-, y al dar por sentado cualquier acción y decisión planteada, sin importar las razones de los personajes, ni el contexto, sino simplemente la acción por si misma, como si así fuera de fácil.

Por otro lado, también hay películas que realmente permiten un análisis, sobre por qué los personajes actúan como lo hacen; trascienden de personajes a ser Personas que, en el lado brillante de la experiencia de ver películas, permite al espectador reflexionar, ya sea porque se vio reflejado en lo que vio en la pantalla, o porque surgió en él una auténtica duda, de la índole de “¿qué hubiera hecho yo?”, que desemboca en infinidad de posibilidades y respuestas.

La filmografía de Martin Scorsese, tiene piezas geniales donde, más que las historias (que suena curioso, al tratarse de un Autor que siempre ha ejercido narraciones tradicionales en el cine), relucen personajes, Personas, complejas, de luces y sombras, con pasados, con presentes complicados, con complejos morales y dudas, y, específicamente en Taxi Driver, con traumas.

Es por eso, esencialmente porque sus personajes son tan redondos, que, al menos en el caso de su film de 1976, uno no se atrevería a juzgar con superioridad moral al Protagonista, Travis Bickle, quien, si fuera a ser catalogado de bueno o malo por sus acciones, probablemente la gran mayoría que es malo. Pero no es tan simple.

Desde el inicio, se nos presenta a Travis como un hombre traumado, víctima de sus circunstancias; más recientemente, víctima de su propio país, al grado que, por obvias razones, tiene problemas gravísimos para dormir, habiendo regresado de la Guerra de Vietnam. Es, curiosamente, su papel como servidor de su Patria, lo que más podría acercarlo a considerársele un villano, en el sentido de que asesinó gente sin dudar, en un contexto inherentemente brutal.

Travis es un hombre bueno: a pesar de todos los horrores que vivió, hay bondad en su interior. Se puede lo anterior ver reflejado en que, si bien a lo largo del film podemos darnos cuenta de que siente un profundo rechazo por su alrededor, y que incluso llega a desear su extinción, realmente no lo hace, pudiéndolo hacer. Decide alejarse. Él sueña con que una tormenta arrase con la ciudad, aunque, incluso cuando sostiene el arma que está por comprar y la apunta a ciudadanos, decide no accionar el gatillo. “Si esto llega a su fin y alguien sufre, no habré sido yo el causante de tal dolor”, pasa por la mente de Travis Bickle.

En todas las acciones del personaje, encarnado magistralmente por Robert de Niro, hay un deseo de bienestar, de felicidad, y de amor. El amor de Travis es más que auténtico, y se vuelve lo que para muchos implica, al estar pasando por sentimientos de tristeza y soledad: a Travis se le presenta el romance como una esperanza, una luz en su vida, y, con torpeza y ternura, la esencia que hay en él, se rinde a sus sentimiento e invita, con atrevimiento y soltura, a Betsy a almorzar.

Habiendo atravesado años de desesperación, cuyas dimensiones sólo él conoce, un Taxista encuentra una oportunidad de vivir feliz nuevamente y, emocionado, hace todo lo que considera que funciona para enamorar a la Dama: le da flores, le regala un vinilo, y la invita al cine… aunque no haya salido muy bien. Y es que la mente de Travis, tras el terrible daño que ejerció sobre él la guerra, en su inocencia genuina tras el dolor, no es capaz de comprender qué hay de incorrecto en lo que hizo, su preocupación es auténtica porque, habiendo sido separado por completo de la vida cotidiana y no logrando discernir de una película a otra, se siente mal por haber incomodado a Betsy, cuando lo último en lo que él pensaba era el contenido de esas películas para adultos y en un futuro de esa índole con ella. Travis Bickle es puro, y su amor también.

El protagonista ha sido expuesto a tales horrores que asimila una realidad: las personas malas son aquellas que perjudican a otra persona; lo ve con total claridad, y en él despiertan sentimientos de solidaridad, empatía y compasión al conocer a Iris, una niña que ha vivido en las calles, y que mantiene una relación cercana con su proxeneta. Y sabemos que lo último que quiere es lastimar más personas, al grado en que habla con absoluta sinceridad con Wizard al decir “tengo ideas muy malas en mi cabeza”, rogando por ayuda, suplicando que lo ayuden a detener sus instintos violentos, pues siempre vive en él la lucidez que le permite darse cuenta que lo que llega inconscientemente a él, no es correcto.

La decisión final de Travis es, cueste lo que le cueste, salvará a Iris, y la hará regresar sana y salva con sus padres, aunque ella no lo ha pedido. En toda la película, él no es juzgado por haber matado sin razón en Vietnam. ¿Por qué juzgarlo ahora, que está dispuesto a matar, conociendo sus razones, que son basadas en su amor, en su búsqueda de esperanza y en su deseo de que Iris viva bien y feliz? Así como todas las decisiones que toma en la película, su enfrentamiento violento por salvar a su Amiga nace de un alma que busca el bien tras haber experimentado el más profundo sufrimiento; Travis es una persona que, a pesar de todo el daño que se le ha hecho, busca ayudar al prófugo, y busca paz y amor.

Taxi Driver no sólo da un muy amplio abanico de perspectivas sobre las cuáles pensar en Travis Bickle quien, aunque siendo un marginado que llega a tomar decisiones que involucran violencia, es todo menos “malo”. No es un villano, ni un anti-héroe. En todo caso, está mucho más cerca a la figura del Mártir. Es luz en la oscuridad, aunque su entorno lo haga parecer un villano.