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The Square; la comodidad ante todo

Hoy lo trending, lo cool, es preocuparse. Preocuparse por todo, por los animales en extinción, por la capa de ozono, por el derretimiento de los polos, por la guerra en Siria y en Palestina, por los refugiados, por los pobres, por el acoso sexual, por el maltrato a los niños. El catálogo de temas es variado y tiene para todo los gustos. Una vez que tenga el suyo comience su campaña con posteos en Facebook, en x y en Instagram, póngale los colores de alguna banderita a su foto de perfil y siéntase profundamente ofendido cuando vea las noticias en su Smart Tv, en la comodidad de su Box Spring.

Y listo, no se preocupe porque la misión ya está cumplida; ahora si de repente va a una marcha buena onda ya se gradúa como el más preocupado y consternado de su grupo social; pero cuidado, porque si le pone mucho empeño puede ser que sus familiares y amigos piensen que se volvió zurdo y ahí la cosa se complica.

Esta nueva realidad social, muy del siglo 21, del activismo por celular y de las causas de moda, es el corazón de “The Square”, cinta sueca del director Ruben Östlund, nominada al Oscar 2018 como mejor película extranjera.

Christian (Claes Bang) es el curador del Museo de Estocolmo, un hombre en posición de poder, como no se cansa de repetirlo en cada conversación que tiene. Luego de una entrevista con Anne (Elizabeth Moss), una periodista interesada en las exposiciones del museo, y de sufrir el robo de su celular y billetera, su vida cae en una espiral donde la moral, la ética y su lugar en el mundo son cuestionados. En medio de esto Christian debe inaugurar una nueva exposición en el museo llamada “The Square”, de la artista argentina Lola Arias. Dentro de este cuadrado, se supone, todas las persona deben ayudarse entre sí.

La historia marca delicadamente la línea entre el activismo real, poner las manos en el barro para generar cambios concretos en ciertos espacios sociales, y el manierismo que ocupa causas reales como focos para alumbrar al individuo. Son turistas del desagrado la tragedia, saltan de causa en causa en búsqueda de una imagen de activismo genuino que los eleve sobre el resto, que les permita mirar con desdén a aquellos que simplemente tratar de sobrevivir el día a día; desean con fervor la indulgencia de saberse moralmente superiores.

Pero lo que Christian, y la gente del museo, predican a través de la exposición, es bastante lejano a la manera en que llevan sus vidas. Envueltos en el esnobismo y la creencia que su lugar de privilegio les aísla de los problemas, pasan sus ratos haciendo grandes discursos pero bastante poca acción. Recorren las calles de Estocolmo llenas de vagabundos y refugiados que ni siquiera entienden el idioma para poder trabajar, sin detenerse o casi reparar en ellos. Para Christian la visión de estos problemas es siempre paternalista, vertical, puede ayudarlos siempre y cuando no perturben demasiado la vida a la que está acostumbrado.

Es la diferencia entre el discurso y las acciones lo que deja al descubierto que el supuesto interés por las causas sociales es solo una moda, una obligación que la sociedad ha impuesto sobre las personas, pero en muy pocos casos responde a una intención real de lograr un cambio.

Poner demasiado empeño sería, para Christian, alejarse de su propia comodidad, dejar ese poder que lo mantiene en un lugar de privilegio. Al final Christian, así como la mayoría de los que lo rodean, utilizan estas causas sociales para aumentar su propio ego y para construirse a si mismos una imagen en conexión con el sufrimiento ajeno.

No se engañe, “The Square” está lejos de ser una película gris o extremadamente seria . Al contrario, toda la historia tiene un aire de liviandad, y un humor negro muy típico de los escandinavos. Puede resultar algo lenta por momentos, especialmente por su duración (160 minutos); pero mucho ojo a la escena de la comida en el museo, uno de los momentos más increíbles del cine en los últimos años.

Es también interesante la mirada a los espacios expositivos de la película. Ya nos estamos acostumbrando a ver protestas en museos donde se atacan obras de arte para llamar la atención del cambio climático. Más allá de nuestro sentimiento personal hacia la causa, el ataque a los museos tiene un sentido de político, los museos pertenecen a las estructuras de poder. Lo que está dentro del museo obtiene automáticamente una jerarquía especial, no importa demasiado su proceso de creación o el contenido metafórico. Es finalmente el poder del museo el que convierte a los objetos en relevantes. ¿Quién le otorgó ese poder a los museos, quién los colocó tan alto en las estructuras de poder? Posiblemente “Th esquiare” sea una de las películas más lúcidas para correr el velo que cubre la real significación de los museos como parte de una maquinaria capitalista del arte que fabrica objetos de transacción monetaria.

Si Get Out, la increíble película de Jordan Pelle, es la visión sobre el racismo del siglo 21, “The Square” es la visión sobre la discriminación económica y social de nuestros tiempos. Hoy en día todos estamos preocupados, pero convertir esa preocupación en acciones concretas y eficaces es un paso difícil de dar, más aun si es tan cómodo solo postear con el celular.

Rescatar hoy esta película es tremendamente necesario porque vivimos en una época donde esta actitud explotadora de causas reales se ha vuelto peligroso. Mientras Palestina arde por los bombardeos israelíes, las noticias se terminan centrando en enfrentamientos sin ningún sentido, opiniones que no tienen ninguna importancia; que si aquel apoyo tal causa, que si aquel otro no dijo algo relevante en su concierto, que si esa persona colgó esto u otra bandera de su balcón. Mientras el mundo arde algunos solo se preocupan del color de la ropa que se ocupará para funerales masivos al otro lado del mundo al que seguramente solo se unirán por zoom.

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