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¿Podemos volver a hablar de Tres Metros Sobre El Cielo?

En 2010, Fernando González Molina nos presenta a Mario Casas y María Valverde como Hache y Babi respectivamente. Hache, un joven de aproximadamente 19 años, es el estereotipo del chico rudo y problemático, mientras que Babi, una adolescente de 17 años, encarna a la niña mimada y privilegiada. La película "Tres Metros Sobre El Cielo" se desarrolla en el marco de una clásica historia de amor adolescente, donde dos mundos opuestos se encuentran y chocan, generando una química que es tan predecible como irresistible.

Es crucial destacar cómo este tipo de narrativa, a pesar de ser un cliché, tiene un atractivo universal. La película supo capturar la esencia del primer amor: ese que es apasionado, impulsivo y muchas veces, destructivo. Este tipo de historias, aunque repetitivas, tienen un poder casi mágico sobre el público adolescente, que se ve reflejado en los personajes y sus emociones turbulentas. En mi caso personal, a los 17 años, "Tres Metros Sobre El Cielo" resonó profundamente. Mis amigas y yo deseábamos ser Babi, experimentar esa pasión avasalladora y peligrosa que Hache representaba.

El éxito inicial de la película puede atribuirse precisamente a este cliché bien ejecutado. Las adolescentes de aquella época encontraron en Babi un reflejo de sus propias aspiraciones y en Hache, una fantasía encarnada del "chico malo" que todos, en algún momento, soñamos conocer. La película se convierte en una suerte de viaje nostálgico al primer amor, con todas sus contradicciones y dramatismos, capaz de arrancar lágrimas incluso a aquellos que no se consideran personas emotivas.

Sin embargo, lo que causó que se deje de hablar de esta película es un tema que merece un análisis más profundo. Al estrenarse, la expectativa era que "Tres Metros Sobre El Cielo" se convirtiera en al menos una trilogía cinematográfica. Pero cuando la segunda película, "Tengo ganas de ti", llegó a los cines, no logró replicar el éxito de su predecesora. A pesar de seguir fielmente los eventos del segundo libro de Federico Moccia, la magia del primer encuentro entre Babi y Hache se había perdido. El cambio de protagonista femenina, con la introducción de Gin (interpretada por Clara Lago), desvió la atención del público que ansiaba ver la continuidad del romance entre los personajes originales.

La fidelidad al material original es una espada de doble filo. Si bien es un gesto de respeto hacia los fans de los libros, en el caso del cine, a veces es necesario adaptar y modificar para mantener el interés y la coherencia con lo que inicialmente atrajo al público. La segunda película fracasó porque lo que el público quería era revivir una y otra vez el cliché del primer amor, no explorar nuevas direcciones que, aunque coherentes con la narrativa del libro, no conectaban emocionalmente de la misma manera.

Quizá, si los creadores hubieran optado por una adaptación más libre, centrada en la fórmula probada de Babi y Hache, la saga podría haber sostenido su popularidad. El fracaso de la segunda película demostró que el público no estaba listo para dejar ir el romance original, que era lo que verdaderamente les había enamorado. La transición a nuevas historias y personajes desdibujó la esencia que había hecho especial a "Tres Metros Sobre El Cielo".

En resumen, "Tres Metros Sobre El Cielo" es una obra que, a pesar de su naturaleza cliché, supo capturar un momento y una emoción universales. Su caída en el olvido puede atribuirse a la falta de conexión emocional en las secuelas y a la desafortunada decisión de apartarse del núcleo que hizo a la primera entrega tan entrañable. Quizá, en un universo paralelo donde la historia de Babi y Hache continuó, esta trilogía habría alcanzado la cima que todos esperábamos.

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