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SUGAR. Una serie diferente.

Cuando la sorpresa no es un recurso sino la forma natural de un relato, se nos provoca una sonrisa. Entendemos en forma cómplice que nos han dado un golpe inesperado y lo valoramos íntimamente.

Este es el caso de Sugar, la serie que puede verse en Apple TV con Colin Farrell como protagonista.

Veamos de qué se trata.

Los Ángeles. Un detective. Una chica desaparecida. Un productor de Hollywood millonario que lo contrata para encontrarla.

Hasta aquí, todo normal. Podría parecer uno más de tantos thrillers.

Sin embargo su responsable general y director de algunos capítulos de la serie, Fernando Meirelles, hace magia y nos mete en un relato diferente.

Ya sabemos que series hay muchas y una buena parte de ellas se anclan en historias bien hilvanadas. Después de todos es un género antiguo, muy transitado y con grandes exponentes que han quedado en la retina de las audiencias.

Sin embargo, no es tan habitual ver una “mano de autor” cinematográfico en las mismas. Y aquí esta mano maestra (y diferente) de Meirelles se puede observar en la conducción del relato, en las puestas, los encuadres, la iluminación y en la forma de llevar adelante esta historia con un fuerte acento en lo íntimo, en el particular estilo de nuestro protagonista, en los detalles.

Los atardeceres dorados de California son ya míticos.

Cantidad de canciones se le han dedicado, y una suculenta lista de películas nos muestran autos descapotables

conduciendo bajo el naranja cielo del valle o los reflejos del sol en los vidrios de la ciudad.

Y esto aquí también ocurre, aunque con una puesta de cámara que por momentos parece casi un documental, una mirada indiscreta, suelta, descontracturada, sin los tecnicismos hollywoodenses que endurecen un relato. Y que interesante resulta esto siendo que ocurre en el corazón de Hollywood.

La voz del protagonista, John Sugar, nos va guiando y nos adentra en la historia. Es una narración poderosa que sin embargo se ancla en lo sutil, como si nos contara un secreto. Y es esa conducción la que nos hace ingresar en su extraño mundo.

Sugar nos presenta su vida, que sabemos de entrada, es un tanto misteriosa, y nos quedamos preguntando cual será el motivo de todo esto.

No. Ni lo intenten. No lo van a adivinar.

La vuelta de tuerca (plot twist) en un momento dado en la historia nos hace recalibrar nuestra mirada sobre el personaje, sus metas, ambiciones y conducta. Y es en ese instante en el que entendemos su accionar, sus reflexiones y su duda.

Es por momentos una serie violenta, aunque Sugar nos haga saber a cada instante que no le gusta la violencia.

Al contrario de John Wick o El Justiciero, Sugar se resiste hasta el último momento a utilizar sus recursos, que son raros y muchos. Y recién mucho más adelante entenderemos el verdadero motivo …

El tono de su voz, la condescendencia con la que interactúa con casi todo el mundo y el cuidado que tiene al elegir sus palabras, lo convierte en una rareza para un detective.

Especialmente si se trata de un hombre solitario que se mueve en un mundo de rudeza.

Y sin embargo vamos entrando en su mundo y sin querer y de a poco, queremos que logre su objetivo mientras imaginamos que es un espía de una agencia de seguridad internacional, un militar retirado con honores, un soldado de un cuerpo de elite de algún batallón secreto o un policía con entrenamiento extraordinario… Y sin embargo hay algo más, un factor que no alcanzamos a comprender pero que esta implícito en el juego de acciones en el que nos sumerge la serie.

Sugar refleja además una intensa mirada humanista que se expresa por las observaciones que tiene Sugar sobre los acontecimientos que van ocurriendo. Solo con el correr de los capítulos podemos comenzar a entender cuál es el motivo verdadero de su accionar. Y eso es lo interesante.

El argumento es tan simple que hasta parece trivial, conocido, repetido. Una chica, nieta de un poderoso productor de Hollywood, desaparece y Sugar es contratado para hallarla.

Pero claro, como suele suceder en estos casos, las cosas se complican y las subtramas aparecen. Cada nueva pista lleva a otro lugar y todo parece ir confundiéndose más y más.

Aquí hay una familia de cineastas poderosos y multimillonarios atravesados por el poder, las rencillas y algunos secretos que hacen de marco para intentar entender el porqué de la desaparición de la joven. Mientras que una banda de secuestradores de mujeres para trata, interviene en la historia presentándonos la perversión humana del tráfico de personas.

Por otro lado,

Sugar pertenece a una extraña sociedad de políglotas que unifica a personas diversas que tienen en común (en apariencia) que hablan muchos idiomas. Todo es tan normal… y a la vez tan raro.

Sugar tiene un Corvette descapotable azul y lo maneja con placer por todo Los Ángeles. Vive en un hotel de lujo y no parece tener una vida privada. O al menos no como la conocemos. ¿La esconde? ¿La ha olvidado? Esas son algunas de las preguntas que vamos intentando resolver a lo largo de los capítulos.

Como una inesperada coprotagonista nos encontramos con Melanie Mackintosh (una genial Amy Ryan), una estrella de rock en recuperación por alcoholismo que aporta una increíble gracia y frescura a las escenas. Su personalidad firme convierte su debilidad en una fortaleza.

Entre una y otra cosa vemos como hay peleas, tiros, mansiones, piscinas, sirvientes y mucho lujo mientras en el submundo de la ciudad hay personas que viven en carpas en la calle, traficantes de drogas y un mundo que parece haber colapsado.

En este doble juego de poder y miseria, nuestros personajes se encuentran en una suerte de libertad que a la vez se parece a una forma de cárcel. Porque cada cual no puede salir de su eje, de su forma de actuar y de ser. Esto nos lleva a preguntarnos sobre qué quieren y quienes son todos los otros integrantes de los diferentes grupos que componen el relato.

Mafiosos, policías corruptos, investigadores misteriosos, redes de poder y todo un circo de personajes que van construyendo una trama en la que quedamos atrapados.

Porque de alguna manera extraña, es creíble. Nos hace pensar que eso podría estar ocurriendo en este mismo instante en las calles de Los Ángeles.

Las actuaciones son magistrales. El magnate Siegel parece salido de un arquetipo de personajes perfectos. Interpretado por James Cromwell, nos hace creer que este mundo existe tal y como lo imaginamos.

Su nieta Olivia (Sydney Chandler) parece salida de un cuento, muy cerca de un registro casi documental, con una frescura que traslada a la pantalla, fortalece nuestro deseo de que Sugar la encuentre.

El hijo y el nieto del poderoso Jonathan Siegel, se corresponden a una versión alternativa de la misma historia, es decir, están por completo involucrados, pero a la vez parecen existir solo para sus mundos, envueltos en sus necesidades, deseos, frustraciones y culpas. Bernie Siegel, interpretado por Dennis Boutsikaris aporta una intensidad difícil de llevar, en el punto justo de un actor dramático de teatro y la mirada del cine mientras que su hijo en la ficción, David Siegel con la actuación de Nate Corddry le hace de contrapunto en un vínculo intenso y a la vez corroído por la frialdad y el aislamiento. La madre de David y actual esposa de Bernie, Margit Sorensen, interpretada por Anna Gunn, agrega una pizca de maldad tele novelesca a esta ya de por si extraña serie.

Incluso el mayordomo y asistente personal de Siegel llamado Carlos (Massi Furlán) tiene un encanto particular con su impasibilidad y cortesía.

Sugar a la vez tiene un vínculo profesional con Ruby (Kirby Howell-Baptiste), quien parece ser la operadora de sus misiones, la que le lleva el control y maneja las computadoras. Pero veremos que hay algo más. Y por supuesto, es imposible entender de que se trata. Porque ella también es extraña. Así como raros son sus amigos del club de políglotas. Personas que anotan todo en sus libretas y que a la vez son controlados.

Así de raro es el único amigo de Sugar: Henry (Jason Butler Harner) cuyo matiz actoral juega entre la fortaleza y la evasión, entre el atrevimiento y la huida…

También hay personajes malvados, verdaderos villanos desalmados que nos hacen querer que sucumban ante la ley o ante la justicia alternativa ... de Sugar. Stallings (Eric Lange) es un tratante de mujeres y es el principal sospechoso de la desaparición de Olivia. Y Sugar por supuesto, va a verlo.

HUMPHREY BOGART, GLEN FORD Y LOS ICONOS DEL CINE

Hay algunas decisiones narrativas que también impactan en la estética de la serie. La inserción constante de fragmentos de películas antiguas con la narración en off del protagonista son soberbias.

La idea de que Sugar es a su vez un fanático del cine, le aporta un costado de nostalgia que enriquece la historia y le brinda marco conceptual a las elecciones de los directores en cuanto a puesta en escena y transiciones. Decenas de fragmentos de cine policial de los años cincuenta y sesenta en las que vemos a las estrellas de antaño (Humphrey Bogart, Glen Ford) en situaciones parecidas a las que se ve envuelto Sugar.

Como correlato de lo que sucede en la pantalla, en la diégesis del relato, nos permite reflejarnos en esa capa de nostalgia actualizada y eso refresca el relato.

Esta historia nos propone una mirada múltiple con una expansión temática que juega a varias bandas.

No está de más afirmar que cuando un producto audiovisual encuentra a su partenaire perfecto, nos hallamos ante una fuerza convocante que excede lo meramente propio del ámbito de la producción.

La mano de Meirelles se nota pues en cada detalle. Pero en especial, en la puesta, en las elecciones, en la forma (casi latinoamericana) de contar una historia. El director, al que conocemos por Ciudad de Dios, Tropa de Elite o Los Dos Papas, tiene claro como relatar una historia y llevarnos de la mano hacia adelante. Y lo hace con una gracia y frescura que sorprende.

La fotografía es fuerte en el sentido de que tiene carácter y se puede observar que hay una búsqueda espacial de la luz que tampoco es tan habitual en una serie de detectives.

La banda sonora completa una gran propuesta que nos transmite todo un mundo de posibilidades.

El montaje es una expresión de sincronía entre el guion, la dirección y los inserts de películas antiguas, hechas con una maestría tal, que nos parecen totalmente naturales, como si no hubiese otra forma de hacerlo.

La propuesta está en Apple TV y ¡realmente vale la pena!

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