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LA PASIÓN DE BALTASAR

En el mundo naciste, no a enmendarle,

sino a vivirle, Clito, y padecerle

Francisco de Quevedo

El animal más evocativo del cine no es ni perro ni gato, ni otra especie antropomorfizada protagonista de algún relato heroico, sino un burro: Baltasar, personaje principal de la enorme “Au hasard Balthazar”, dirigida por el maestro del cine Robert Bresson en el año 1966. Una obra cuya brutal transparencia cuenta todo lo que debe contar, logrando que sea inevitable quitársela de la mente. Se trata de la pasión y ansiedades que despierta un ser viviente sobre aquellos que le poseen, así como de la necesidad de causar sufrimiento que les habita.

“Au hasard Balthazar” sigue la vida de un burrito al cual su dueña, una niña en el primer fragmento de la película, nombra como Baltasar. Ella no está sola, tiene un amiguito con el cual conviven días felices, acompañados del animal al cual los niños otorgan la “sal de la sabiduría”, otorgándosele un valor místico a su personaje. Los días felices acaban cuando los jóvenes se tienen que separar, y la vida recién inicia para el equino: será testigo de decisiones equivocadas, de la maldad de algunas personas, del desinterés de otras, pero también del amor que intenta buscarse un espacio en un mundo tan caótico. Cabe resaltar que casi toda la película transcurre desde el punto de vista del burro, por lo que la desorientación y distanciamiento emocional de los personajes es parte de la intención del director, cuyo ascetismo libera la imagen de cualquier truco que otorgue arbitrariedad al juicio del espectador.

El director no solo creía en Dios: creía en el cine, en esas imágenes-movimiento cuyo contenido se diferenciaba de cualquier otro medio artístico, dígase el teatro o la poesía misma, por el uso calculado de la cámara, dirección de actores (aunque para Bresson eran más bien sus “modelos”) y montaje. Su técnica debía convertir su cine un arte que no beba de ninguna fuente. Tres elementos que no están ausentes en esta obra excelente. Tan original y sincera en su propuesta, como de difícil acceso para aquellos que buscan una belleza artificiosa en cada imagen.

Archive - Reverse Shot

En su filmografía, una de las más hermosas de la Historia del cine, importa tanto la forma como el relato (si no más, por el hecho que ha sido estudiada a día de hoy y admirada por sus contemporáneos). La forma bressoniana tiene especial cuidado: purificada de excesos, atenta a los ojos, el sonido y las manos. Por medio de la economización de planos, el director deja que el espectador averigüe las verdades de sus personajes, aparentemente sin sentimientos, y sea partícipe en la construcción de sus posibles mundos interiores. Menos era más. Bresson creó un cine que solo podría ser hecho por él: un cine exigente, pero también honesto.

Volviendo a “Balthazar”, si bien el burro es el protagonista, no siempre aparecerá en pantalla. También hay espacio para la vida individual de sus dueños, pero Bresson es lo suficientemente inteligente para no revelar todo sobre ellos. Con el paso del tiempo, Baltasar no tendrá una revelación grandilocuente, sino más bien aprenderá del mundo y de los vicios de las personas en cuyas manos cae. Es un animal, pero sabe que alrededor todo se está desmoronando. Él sufre. Los brazos de su ama, cuya vida no la trata mejor que a él, poco a poco dejan se distancian, pero la constancia que deposita Baltasar en seguir viviendo y transmitir su paz, tan inocente como pura, se mantiene hasta las últimas consecuencias. El mundo es un lugar horrible, en el cual habrá más miseria que cariño, pero por esos momentos de calma es que vale la pena sobrevivir (o, por lo menos, aguantar un día más).

Bresson era católico, pero no ingenuo. Para él, que no se abrace a Dios en su filme no quiere decir que no exista en él. No se trata de una divinidad, sino de las decisiones que distancian al hombre de la gracia. Su mirada desesperanzadora no es la misma de otros autores como Bela Tárr, director de películas como “Satantangó” y “The Turin Horse”, o Lars Von Trier, mente detrás de “Breaking the Waves”, “Dancer in the Dark”, “Melancholia” (¡las cinco magníficas películas y de obligatorio visionado!). Bresson martiriza a sus protagonistas como víctimas de la propia humanidad. Sufren y tratan de sobrevivir, por eso sus historias valen la pena ser contadas.

Abandoned by the Sheep – Wrong Reel Productions

“Au Hasard Balthazar” es un visionado obligatorio para cualquiera que se llame a sí mismo “amante del cine”, o cualquier derivación del término “cinéfilo”, ¡y eso que no es siquiera la mejor película de Bresson! Ese reconocimiento se lo pueden llevar “Un condamné à mort s’est échappé” (1956), o “Pickpocket” (1959), o incluso su obra final “L’Argent” (1983). Pero nada de lo escrito tiene relevancia si no se ven las películas, ¿qué estás esperando?

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