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Lo mejor está por venir: Moretti vuelve magníficamente a Aprile y a Palombella rossa

Nanni Moretti estrenó Lo mejor está por venir -título local no demasiado fiel para Il sol dell'avvenire- el año pasado en Cannes. Pocos meses después, Moretti cumplía setenta años. Y Lo mejor está por venir es claramente una película de alguien que asume que ya le queda mucho menos cine por delante que el que ya hizo (salvo que de repente ahora Moretti se dedique a hacer una película por año, pero sus ritmos son muy otros, y los ha comentado en su propia obra). Los primeros minutos de esta nueva película especialmente morettiana nos muestran un desajuste: un desajuste entre nosotros y el tono, o entre esta película y casi todo el cine que la rodea. Pero prontamente estamos, entramos, queremos entrar, en terreno conocido: esta es una película de Nanni Moretti, alguien ya con medio siglo de carrera como cineasta, alguien dueño de un cine -también dueño de un cine, de una sala de cine, literalmente- realmente firmado, un cine de genuina e irrenunciable personalidad. Il sol dell'avvenire -mejor llamemos a la película por su título original- es una película de alguien que ya camina más lento, de alguien que parece escuchar menos que antes y que no nada con tanta velocidad como lo supo hacer. Y, sobre todo, de alguien que nunca supo cómo hacer para no manifestar sus quejas ante sus circunstancias y también las circunstancias de otros.

Nanni Moretti, cineasta crítico del mundo, lanzado hacia el mundo. Muchos espectadores lo conocieron en la última década del siglo pasado con Caro diario (1993) y Aprile (1998), dos películas con él como centro, en las que -dicho esto sin demasiada precisión- se interpretaba a sí mismo, o casi. Il sol dell'avvenire podría pensarse -más que pensarse, verse con alegría y agradecimiento- casi como una continuación o secuela de Aprile, en la que Moretti hace otra vez de sí mismo, pero ahora con circunstancias no tan reales, como en Aprile, o todavía más intervenidas que en esa película en la que Moretti contaba, entre cosas, el nacimiento de su hijo y diferentes elecciones en Italia. Il sol dell'avvenire retoma algunos elementos de Aprile como por ejemplo la del rodaje de una -la- película política, en aquella ocasión un documental sobre Italia y que ahora es una ficción política histórica: la presencia de Silvio Orlando, y la recurrente idea, el sueño de al fin hacer un musical vuelve aquí, a un cuarto de siglo de Aprile. Pero ahora los momentos musicales son más, empiezan antes y, lo que parecía imposible, más de uno supera en emoción y potencia cinematográfica al del pastelero trotskista del memorable final de la película de 1998. Moretti está más viejo, se lo nota hablar más lento, gritar menos, y sus rasgos faciales se han acentuado y está más narigón y más orejón, como todos con los años. También hasta da la sensación de que escucha menos -o que no quiere escuchar del todo- en varios sentidos y de que habla con mayor énfasis gestual -los ojos de Moretti actúan con graciosa intensidad- y con menos aceleración que antes.

Moretti ha pasado décadas nadando, casi todas las que lleva viviendo. La natación no solamente está presente por la mención de otro proyecto cinematográfico basado en el cuento de John Cheever que -dice Giovanni, dice Nanni- debería haber hecho ya hace tiempo, cuando era más joven y estaba en mejor estado físico. Pero en realidad Moretti ya había hecho su película con mucha natación, en realidad la mejor película de natación de la historia del cine: la obra maestra Palombella rossa (1989), una de las imprescindibles. Il sol dell'avvenire conecta con Palombella rossa y no solamente porque cuando Giovanni (Moretti) nada hay gente hablándole desde el borde -quien nada no detiene el nado, quien camina no detiene la caminata- sino además por el partido comunista y sus decisiones como uno de los ejes del relato. Pero todavía hay más y hasta se podría decir que Il sol dell'avvenire es en algún sentido una remake de Palombella rossa: aquí está presente el circo húngaro de nombre Budavari, y Budavari era el jugador estrella húngaro del equipo contra el que jugaba el equipo de Michele Apicella (Moretti) en Palombella rossa. A Budavari lo mencionaba a repetición y con fruición el técnico, interpretado por Silvio Orlando (que actúa de actor en Aprile y también en Il sol dell'avvenire). Y hay muchas más conexiones entre Il sol dell'avvenire y Palombella rossa: el momento casi al final, el momento central, el momento de máxima emotividad musical en ambas películas se hace bajo, con, desde una canción de Franco Battiato, “E ti vengo a cercare” en el agua de Palombella, y “Voglio vederti danzare” en el rodaje de Il sol dell'avvenire. Palombella, además, terminaba con muchos de los personajes de la película, de diversos tiempos de la historia relatada, mirando hacia un sol del porvenir. El final de Il sol dell'avvenire remite entonces al final de Palombella rossa. Es que, bueno, Il sol dell'avvenire debería haberse titulado “El sol del porvenir”. Es importante respetar las palabras y su sentido, más con un cineasta como Moretti, que ha repetido -mediante su alter ego Michele- a los gritos que las palabras son importantes en Palombella rossa y lo vuelve a decir, con énfasis pero no a los gritos, como Giovanni en Il sol dell'avvenire.

Las capas de diversos tiempos, las diferentes etapas vitales del protagonista, los recuerdos vívidos, ahora cada vez más vívidos al punto de estar presente en dos tiempos a la vez, los reproches por no haber dicho o no haber hecho tal cosa, o por haber dicho algo que no revelaba lo mejor de sí mismo: Moretti puro. Tendría que haber dicho tal cosa, cómo no me di cuenta. Tendría que estar haciendo tal película en lugar de esta que estoy haciendo: Moretti, Moretti, Moretti. Ir a meterse en un rodaje con ánimos de pelear un poco, como decía a los gritos en Aprile, película en la que asistía a una filmación de una publicidad con ese objetivo. No lo lograba, apenas era insidioso. Ahora, en Il sol dell'avvenire, Giovanni asiste al rodaje de una película en la que no solamente frena el último plano sino que además lo critica con una insistencia y una vehemencia que en cualquier otra década del cine de Moretti habría recibido respuestas mucho más contundentes. Sin embargo, aquí Giovanni recibe mucha menos oposición de la esperable ante semejante parate de rodaje (ver para creer, y ver Il sol dell'avvenire porque es cine insoslayable). Quizás Moretti nos esté diciendo algo -algo más- sobre el mundo actual y su incapacidad de discutir ideas, o de discutir a secas, o de pura indolencia. Sí, muy probablemente. De hecho, Il sol dell'avvenire nos muestra a Giovanni bien fuera de época, incluso orgullosamente fuera de época. Quizás el mayor ejemplo a este respecto sea la reunión con Netflix, una de esas escenas que Moretti ya sabía hacer con esta gracia y desparpajo (y furia, claro) hace medio siglo. Ahora, sí, Giovanni hasta grita un poco al salir de la reunión.

En el rodaje que nos muestra Il sol dell'avvenire, Giovanni decide que algunas cosas se muestren no como fueron sino como él quiere recordarlas, o como él quiere que hubieran sido. Il sol dell'avvenire es también, y de manera muy evidente, una película de alguien que sabe que está entrando en la última etapa de su vida, una película con conciencia del posible legado y que revisa su pasado y el de su país y el mundo, como muchas de las que viene haciendo Clint Eastwood desde hace ya dos décadas. Esperemos que, como el caso de Eastwood, tengamos muchas más películas de Moretti así de emocionantes y con las maduras sutilezas de Il sol dell'avvenire. A fin de cuentas, quizás, todavía hay chances de que algo de lo mejor todavía esté por venir, aunque quede menos tiempo por delante, como ya sabía Moretti al final de Aprile. Y a fin de cuentas, Moretti no está más viejo sino más lúcido y sigue nadando, cantando, bailando y jugando, y cuando decide patear y cabecear con habilidad y fuerza una pelota ya podemos intuir que su película cambiará de signo.

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