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The Truman Show: Una disección al poder de los medios y la cultura del consumismo

Spoilers

Desde que se creó el primer medio de comunicación, ha existido un debate sobre el vínculo existente entre estos y el público que los consume. La Iglesia Católica publicó varios comunicados que prohibían el consumo de algunos libros hace más de mil años. En 1930, ya existía el Código de Producción Cinematográfica que regulaba el contenido cinematográfico en las producciones de Hollywood. En la actualidad, existe una preocupación acerca del efecto (negativo) que podrían llegar a tener las redes sociales en el público en general. Pero antes de que apareciera la primera red social, antes de que la gente expusiera voluntariamente sus vidas en los medios, The Truman Show (1998, dir. Peter Weir) ya planteaba todas estas incógnitas que dan paso a un debate bastante interesante. Si un productor de televisión tiene la capacidad de controlar la vida entera de un hombre ¿cuál es el límite?

Esta semana The Truman Show, la película protagonizada por un Jim Carrey en estado de gracia, llega a Netflix Latinoamerica (¡por fin!) y en Peliplat nos parece la excusa perfecta para diseccionar todos los temas que plantea y porque hoy, veintiséis años después de su estreno en cine, sigue estando más vigente que nunca.

¿De qué trata The Truman Show?

¿Alguna vez has pensado que pasaría si la Tierra en realidad es un enorme plató manipulado por algún ser superior que maneja nuestras vidas a su antojo solo para entrener a otros espectadores que viven en otro planeta no muy lejano? No, seguramente no lo has hecho y probablemente Truman tampoco. La diferencia entre Truman y tú, es que tu vida no está manipulada por ningún "ser superior" para entretener a otros, y la de él sí.

Truman ha pasado, literalmente, toda su vida bajo una enorme burbuja, que también hace las veces de estudio de televisión. El pobre no tiene idea de que existe un mundo entero fuera de su pequeña ciudad, tampoco sabe que todas las personas que ha conocido y con las que convive a diario en realidad son actores, y que minuto a minuto millones de personas lo están mirando en la televisión. A partir de esta sinopsis, que en 1998 parecía tan inteligente como peculiar y vista hoy parece una visión adelantada con toques satíricos a nuestra realidad actual, Peter Weir aborda algunos temas intensos: religión, existencialismo y el poder de los medios de comunicación, sólo por nombrar algunos.

El existencialismo no puede ser cohibido

El comienzo de la película establece que el programa lleva 30 años en pantalla (toda la vida de Truman, cuyo nacimiento también fue televisado). Para Truman, no existe un set de televisión; él conoce el lugar donde vive como Seahaven Island, un pequeño y encantador pueblo del cual nunca ha salido. Y él parece estar bien con eso, y con otras cosas hasta que, sin darse cuenta, empieza a cambiar.

A pesar de que todas las personas que lo rodean son actores contratados, Truman no está fingiendo, sus reacciones ante su mundo son completamente genuinas. ¿Por qué? Porque aunque Christof, el director/productor del show, manipule su entorno, jamás podrá manipular a Trumam. Y el hombre con complejo de Dios parece no tener ningún inconveniente porque, en parte, de eso va el programa. Sin embargo, el problema surge cuando Truman comienza a explorar sus instintos y deseos humanos naturales, y el programa debe intentar seguirle el ritmo. Es mucho más fácil para Christof ejercer este tipo de poder emocional cuando Truman es joven, pero todo se complica cuando él empieza a buscar respuestas más allá de lo que ve frente a él. Por lo tanto, la simulación comienza a fallar, porque el existencialismo es algo inevitable en el ser humano, y como tal, no se puede evitar.

La alegoría religiosa y el enaltecer del consumismo

Aunque The Truman Show no profundiza tanto en la alegoría religiosa, sí que la usa sabiamente. Y la descarada comparación del personaje de Christof con Dios (quiero decir, sólo miren el nombre) en el contexto de su poder es sólo el comienzo.

Claramente, Christof representa una figura divina, sin embargo, no es un dios benevolente. A menudo no muestra ninguna compasión por Truman, lo que significa que no hay ni una fibra de empatía en él, a pesar de que lo ha visto crecer durante 30 años. Para Christof, Truman no es un ser humano, es un producto que ha vendido como mero entretenimiento.

Pero si miramos más a fondo el Show para comprender realmente la magnitud del poder de Christof, nos damos cuenta que Truman no es el único que está bajo el control de este: toda la ciudad lo está. O dicho mejor, todos los actores que trabajan allí.

La mayoría de estas personas han dedicado la mayor parte de sus vidas a El show de Truman. Dado que el protagonista vive en el set a tiempo completo, muchos de los actores también. Hay una pregunta general sobre todo el concepto de un programa como este: ¿Cómo puede existir la llamada “vida real” para cualquiera que trabaje en él? Christof tiene un control omnipresente sobre un grupo de personas tan grande que podría llenar una ciudad pequeña con ellas, y es lo que literalmente ha hecho por años.

Pero ¿qué hay detrás del éxito de este hombre con complejo de Dios? ¿a qué se debe su necesidad de manipular tantas vidas? Una palabra: consumismo. Ese el leitmotiv de este hombre.

Durante su entrevista TruTalk, Christof explica que The Truman Show se financia mediante la colocación de productos y que todo lo que aparece en el programa está a la venta. Weir invoca los comerciales de las décadas de 1950 y 1960, cuando personajes como la esposa de Truman, Meryl y su mejor amigo, Marlon, se vuelven directamente hacia la cámara y muestran un artículo por el que les pagan por promocionar. Esto recuerda a los espectadores de The Truman Show, tanto el programa dentro de la película, como la película en sí, que toda la vida de Truman es en realidad una empresa comercial; el propio Truman se ha convertido en una mercancía bajo la mirada de Christof. La película de Weir plantea el mundo retratado por los comerciales y su promesa de ese mundo es falsa.

Los medios de comunicación y la doble moral

Obviamente, el consumismo y los medios siempre han ido de la mano. Los medios de comunicación son un producto en sí mismo que a su vez venden productos de otros. Peter Weir no inventó esto, pero sí hizo al mundo más consciente no sólo del poder de los medios, también la doble moral que muchos alimentan.

El director dijo que durante el tiempo que editaba la película ocurrió la muerte de la princesa Diana y sin darse cuenta, tal suceso era un claro reflejo de que mostraba su película: Si bien los paparazzis fueron culpables de aquel fatídico accidente, las personas que consumían el contenido sobre la Princesa, generado por estas personas, también eran culpables.

Y es que si el poder de los medios cada día parece más gigantesco, es porque el público consumidor se lo ha otorgado. En la película, Truman ha vivido toda su vida prácticamente secuestrado por este canal de televisión pero ¿por qué? Porque al otro lado de la pantalla hay millones de espectadores como pirañas hambrientas esperando devorar la vida de Truman.

En el mundo real si las redes sociales parecen estar tomando el control de la vida de sus usuarios es porque precisamente estos se lo permiten.

Por lo tanto, con la creciente popularidad de los vlogs, los reality shows, y todas esas tendencias que exponen abiertamente la vida de los creadores de contenidos (famosos y no tan famosos), El Show de Truman es tan relevante, si no más, como lo fue cuando salió en 1998. Cada vez resulta más difícil diferenciar lo que hay de real en una persona y lo que es una construcción destinada al consumo de una audiencia, por pequeña que sea. Mientras Truman estaba dispuesto a morir con tal de conocer "el mundo real", muchas personas darían sus vidas por escapar de este.

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