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Periodismo de guerra | Civil War

A pesar de lo que parece a partir del nombre, Civil war (2024) no es una película sobre una Guerra Civil en sí. De lo que habla desde el primer minuto es del registro de una guerra, del fotoperiodismo, y de tener la foto de lo histórico. Y finalmente, de lo que se es capaz de hacer para lograr tener LA foto. Algo que definitivamente se confirma en su final.

Civil war presenta un futuro distópico, en el que Estados Unidos está en guerra civil debido a un movimiento secesionista. Un equipo de periodistas acompaña a unos militares a Washington D.C. mientras las fuerzas californianas y texanas intentan conquistar la Capital.

La película comienza y ya estamos en guerra. Primero, mirándola, y luego desde dentro.

Un plano abierto en una habitación de hotel en tránsito, una mujer (Kirsten Dunst) sentada en la cama mirando la tele con una cámara en la mano. La fotoperiodista toma una foto.

En la pantalla, un momento histórico de la realidad bélica que presenta: el Presidente de Estados Unidos hablando del estado de situación de un país que está enfrentado, casi completamente en guerra, y del que poco queda, para decir que la victoria está cerca.

Alex Garland elige presentar esto a través de un recurso del montaje alternando planos en el que parecemos estar al lado del Presidente y otros de quienes miran la pantalla del televisor. Muchos de estos planos distorsionados, no precisamente por antojo, en el extremo superior, por donde está la mente que a veces hace procesar la realidad con cierta distorsión.

Siguiente escena, la guerra. Estamos dentro. Lee, la fotoperiodista, llega al lugar del conflicto y se mete dentro para sacar fotos. Una bomba explota. Saca más fotos, fotos de lo que queda. Quizá esta escena, más que la anterior, representa la película.

Civil War no se detiene demasiado en explicar la guerra, ni por qué es el enfrentamiento, ni en ideologías, ni en quiénes serían los buenos o los malos. Directamente todo está destruido y están las Fuerzas occidentales que están acercándose a la Casa Blanca para pedir la cabeza del Presidente. Y la prensa que está tratando de llegar a él para tener la última nota exclusiva posible: una entrevista con él. Este va a ser el recorrido de esta road movie bélica que va a ser la excusa para tratar de entender un poquito más a quiénes forman parte desde el lugar del periodismo de guerra.

Garland, en este largometraje de casi dos horas de duración, también plantea un segundo tema que va de la mano.

Todo depende de quien lo mire, de cómo se ponga el lente.

La guerra vista por un fotógrafo que va tras el registro del documento, testimonio de lo que está pasando, es diferente a lo que ven los que son parte y están luchando por defender lo que creen que tienen que defender - a veces, casi siempre, no importa el costo, ni las vidas -.

Lamentablemente, concentrada en estos dos temas, la película ignora sus causas y se queda en la superficie: en la mirada; en vez de ir más allá y ahondar en qué hace a esas miradas. Qué hace que alguien encuentre la necesidad de darlo todo, hasta su vida, por una foto y por presenciar determinado momento histórico. En qué hace a una joven, hacer lo imposible por ser parte de toda esta locura -que, a pesar de algún momento de humor negro, no deja de serlo, aunque parezca que lo olvidamos todos, realizador y espectador-.

Porque desde el principio, y de la mano de esa superficialidad de la puesta en escena y su tratamiento, pareciera que Jessie (interpretada por Cailee Spaeny, protagonista de Priscilla) solamente va detrás de una ídola, y nada más importa, casi como un sueño adolescente de seguir a una estrella de pop. Conforme avanza la película vemos que hay apenas algo más en ella que un capricho y, a fuerza de sangre y muerte, se convierte en la fotoperiodista que quiere ser. ¿Qué la motiva? La película no se detiene a explicarlo y hace que apenas nos importe un poco.

Por otro lado, sí la preocupación creciente de Lee (Kirsten Dunst) por ella, hace que adoptemos ese rol más maternal para con Jessie y empaticemos. Todo parece indicar que es una niña inmadura y no sabe dónde se está metiendo. (¿Cliché? Sí, un poco.)

Y este vínculo es lo que luego genera la encrucijada con la escena final. Pero siempre lo que importa es la foto.

En esa superficialidad se sostiene la película.

Esta característica superficial no solamente está vinculada a la vaga biografía o detenimiento que hace la película en las vidas de sus personajes, quienes son y sus motivaciones; también está vinculada a la puesta en escena y decisiones estéticas. Por no decir, en su esteticismo.

Hay algo complejo de mostrar la guerra, sobre todo cinematográficamente: cuánto mostrar, cuan estética (linda, bella) y cómo hacerlo. Los límites entre lo demasiado violento, lo demasiado sangriento y qué provoca o invoca cada una de esos planos más explícitos o menos. En esta película la decisión es que por momentos la muerte sea y se vea bella. (Así como las fotos, el registro, que queda luego.)

Y es inevitable la pregunta como espectador también: qué siente al ver lo complejo de la guerra mostrado de esta forma.

Por momentos la película es bella, las cenizas cayendo del cielo parecen luces de bengala que los reciben y los celebran; por momentos las muertes parecen épicas. Entonces se plantea la cuestión, o la incoherencia, de que por momentos esto parecería una mirada patriótica en una película que está cuestionando, también, los roles de quienes gobiernan hoy, su ineptitud y qué tan fácil puede ser llegar al caos. Porque la distopía no tan lejana descrita bajo la mirada de Garland es una crítica de la sociedad en la vivimos, en la que ya parece no saberse ni lo que se defiende.

Otra de las miradas sobre las que la película toma postura es sobre los que se quedan afuera. Los padres de ambas protagonistas femeninas, deciden vivir lejos del caos e incluso negarlo. Se quedan por fuera, dicen ellas al hablar sobre quienes les dieron la vida y a quienes no ven seguido, casi sin entenderlos en esas posturas.

Y una vez más, la reflexión es que depende del punto de vista, desde donde se vea esta Guerra civil.

En este camino, la película se va deteniendo en situaciones propias de la guerra para ir contando este contexto. Se ven muertes que parecen arbitrarias y sin razón. Sangre en demasía. Violencia y heridos, y apenas se reconoce quién está de qué lado. Lo que importa, una vez más, es registrar.

Por último, y en su superficialidad, la película también deja dudas que no responde ni resuelve. Una de ellas es la sugerencia de que esta joven que encontró la forma de subirse a esa camioneta de prensa quizá ni siquiera es periodista y simplemente está haciendo eso: encontrando la forma, en este caso de ser reconocida a toda costa.

Civil War es la cuarta película de Alex Garland quien tiene créditos como guionista, productor, director y novelista.

Su ópera prima fue la reconocida Ex-machina en la que plantea también un futuro distópico en el que se pone en cuestión si un androide puede llegar a pasar por ser humano. También dirigió Annihilation y la estrenada en 2022 fue Men.

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