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¿Quién fue Sandra Mozarowsky? Suicidio y cine del destape en La última noche de Sandra M. (2023)

Introducción

La ópera prima de Borja de la Vega, Mia y Moi (2021), nos traslada a un refugio, al espacio de un hogar deteriorado lejos de la ciudad en el que sus protagonistas buscan encontrarse a salvo. Una sensación similar a la que vivimos todos en algún momento de nuestra vida, cuando algo que no esperamos, o mejor dicho alguien, se va de nosotros para siempre. Y es en ese momento, cuando tenemos que empezar a convivir con la idea, valga la redundancia, de vivir sin él/ella. La pérdida no genera únicamente la ausencia, levanta mareas de miedos, inseguridades, heridas y pequeños traumas que un día empezaron a sembrar una semilla en lo más profundo del cuerpo, y ahora tras la pérdida de su madre, Mía y Moi, junto a Biel, el novio de este último, llegan juntos a este hogar para comenzar a sanar.

A partir de estas cuatro ideas el director de la película que hoy venimos a reseñar aquí configura el universo de Mia y Moi, una película del año 2021 que a pesar de no tener demasiado reconocimiento en salas, a día de hoy sí la tenemos disponible en filmin para su visionado. Tras este primer ejercicio, Borja de la Vega escribió su segundo guión, el que más tarde se convertiría en su segunda película, La última noche de Sandra M (2023). Una vez más, de la Vega construye un tipo de cine que podríamos denominar de autor, con un estilo propio, reconocible en los trabajos que ha realizado hasta el momento, con una estética muy cuidada, una herida abierta en común entre sus personajes, y muchas palabras que tratan de decir algunas cosas porque otras no se pueden.

La última noche de Sandra M (2023) pasó por varios festivales y obtuvo el Premio Zonazine del Festival de Málaga y, más adelante, el Premio de la Sección Nuevas Visiones del Festival de Sitges. Protagonizada por un elenco reducido, encabezado por Claudia Traisac, el director dice que desde muy temprano tuvo claro que quería que fuera ella quien interpretase a la actriz protagonista. Y es que la película parte de una historia real, ocurrida en España en el último cuarto del siglo pasado, en 1977. Un suceso del que a día de hoy todavía se desconocen todas las causas y motivos reales que se esconde detrás del suicidio de una joven actriz del destape.

Es así como comienza la película, abriendo la escena inicial con un mensaje a modo de prólogo que sitúa al espectador en el preaviso de que todo forma parte de una vivencia real, la historia de Sandra Mozarowsky. A partir de esta configuración misteriosa del único relato que cuenta la película, el director ha querido aclarar en más de una ocasión tanto verbalmente como en este prólogo que aparece escrito en pantalla que La última noche de Sandra M. no es una biografía; es más bien un homenaje a una joven de 18 años que quería ser actriz:

«El 23 de agosto de 1977, en Madrid, Sandra Mozarowsky se precipitó desde su terraza en un cuarto piso y quedó en estado de coma. Fallecería unos días más tarde a causa del accidente. Mucho se ha especulado sobre las razones de la caída y su muerte es un misterio a día de hoy. Esta no es una biografía de Sandra, ni mucho menos un relato fidedigno de los acontecimientos tal cual sucedieron, ya que nadie sabe bien qué pasó. Éste es solo un modesto homenaje a una joven de 18 años que quería ser actriz».

Este prólogo inicial tan recurrente que sitúan varios cineastas al inicio de sus películas nos avanza, también en este caso, lo que parece que va a suceder, ¿qué habría sucedido si nos cuentan la historia sin adelantarnos su final? ¿Cómo cambia la mirada del espectador si se realiza de esta manera?

Claro está que el principal objetivo de este prólogo en concreto es situar la mirada del espectador en un escalón de juicio hacía quienes obligaron a Sandra a llegar a esa situación, y por otra parte, darle el peso del realismo que una tragedia como esta ha de tener, recordar a todo el que la ve que esto ha sucedido, y ha sucedido en España por parte de quienes todavía siguen con vida. A pesar de que más de una ocasión el director ha querido incidir en que el objetivo de su película no es darle foco a la figura antagónica, sino más bien centrarnos en quién fue Sandra y rendirle un pequeño homenaje, a través de este primer prólogo es inevitable que el espectador se sitúe mentalmente en ambas partes.

Así mismo, cabe decir que la película es una mera reconstrucción de lo que pudo ser la última noche de la actriz, por tanto estamos ante unos hechos ficcionados que parten de una realidad verídica. No hay ningún documento, nota de voz o espacio en el que se recogiese su verdadera última noche, por lo que elegir a una sencilla Sandra como foco central de esta historia es el máximo homenaje que como cineastas podían hacer a quien ella fue y hubiera querido ser.

Argumento

Con tan solo dieciocho años, la actriz Sandra Mozarowsky deambula sola por su apartamento. Esto es lo único que hace durante sus últimas horas de vida. Deambular, mirar al horizonte que permite su pequeña terraza y comunicarse a través de todo lo que le permite una mínima recepción activa. Se graba pruebas de texto en un pequeño aparato y vuelve a escucharse su propia voz; llama a una de sus mejores amigas para que la palabra trate de encontrar una mirada real y comunicativa al otro lado; y lamentablemente, también se ve obligada a hablar con otras voces que, tras la puerta de su hogar, la amenazan si se niega a dar fin al embarazo que gesta su cuerpo.

Situar el contexto vital de Sandra Mozarowsky es importante. Más bien diría que es vital para poder entender la urgencia que ella muestra por huir, la necesidad de dejar de ser eso en lo que la han encasillado. A sus 18 años, en 1977, Sandra es actriz en un momento histórico para España, la transición de cuarenta años de dictadura a los primeros pasos hacia la democracia. Es en este momento donde se inicia debido a la censura que el país y la industria del cine llevaban cargando años y años, un tipo de cine denominado cine del destape, donde la belleza y el cuerpo visible era casi el único requisito de una joven actriz para acceder.

Desarrollado durante la década de 1970, el cine del destape fue un movimiento cinematográfico que se caracterizó por la liberación de las restricciones impuestas por la censura franquista sobre la representación de la sexualidad en el cine español. Todo contra lo que Sandra Mozarowsky quiso luchar, salirse de ese encasillamiento y tratar de hacer un cine en el que le valorasen por su interpretación. Sin embargo el cine del destape se caracterizaba por escenas en las que predominaban los desnudos y el contenido sexual explícito, que trataban de romper con todo lo conservador que la época previa había impuesto. Es así como a pesar de que el cine del destape fue un período de apertura cultural y liberalización después de décadas de represión, las actrices que trabajaron en él se vieron encasilladas y obligadas a hacer solamente ese tipo de cine.

Llamadas de socorro y alguna que otra visita

La imaginación de lo que pudieron ser las últimas horas de la vida de la actriz no se centran tanto en buscar una verosimilitud con los hechos que siguieron a su vida, —pues probablemente serían algo más trágicos y melancólicos— sino más bien en reunir en esas últimas horas todas las conversaciones y conflictos que pudieron motivar a la joven a acabar con su vida. Es por ello que los personajes que entran y salen de su casa van presentando una herida nueva de su vida, como si fueran gota a gota, representando el devenir angustioso de la joven.

Una de las primeras figuras que irrumpe en la casa son los dos periodistas de la prensa del corazón que llegan para realizarle una entrevista acerca de las películas del cine del destape que Sandra ha protagonizado. Una secuencia que se vuelve interminable debido a la negativa de Sandra por seguir ahondando en el tema y tratar de comunicar sus nuevos objetivos dentro de la industria. La mirada masculina, juiciosa y paternalista de principio a fin, coloca al cuerpo de la actriz como centro de todo el encuentro, desde la importancia a hacerle varias fotografías, pasando por la negativa ante todo lo que tiene que ver con huir de un cine donde la belleza y el cuerpo desnudo sean el centro.

Todas las figuras que irrumpen en la casa representan una acorralamiento hacia la figura de ella, pues son visitas desconocidas, figuras que ella desconoce, haciendo que el único objetivo de ella sea permanecer dentro de una casa para protegerse de lo que pueda venir. Todo resulta una constante amenaza. A pesar de que esta primera visita pueda resultar la menos hiriente de todas, esconde detrás de ella el juicio constante al que la actriz se ve sometida en su día a día. ¿Qué sucedería si esta fuera la última de las visitas antes de que la noche cayese? Probablemente las frases que el periodista de la prensa rosa le dice mirándole a los ojos no calarían de la misma manera: «Estás algo llenita» Como forma de preguntarle por el posible embarazo, o el aumento de peso. Y poco hay que decir ante la respuesta del hombre cuando le pregunta por su decisión de dejar de hacer cine del destape: «Hasta ahora lo has exhibido generosamente».

En este primero como en el resto de encuentros, la protagonista deambula entre la conversación y la barra de bebidas alcohólicas, sin olvidar que ya desde el principio de la película el espectador es consciente de que está embarazada. Es más, este embarazo se convierte en el determinante de la parte más oscura de la trama, ya que la otra parte parece corresponderse con un alto cargo de la realeza española, algo que los secretas de la familia no pueden permitirse. Es así como a lo largo de sus últimas horas de vida, hay ciertos individuos que irrumpen en la acción, bien telefónicamente, bien presencialmente a través de la puerta de casa de Sandra que nunca queda abierta para ellos. Es así como el drama en el que podemos ubicar a la película comienza también a convertirse en algo que tiene que ver con lo psicológico, con el suspense y la angustia.

La última visita, la más consoladora y necesitada por Sandra, es la de su mejor amiga, una actriz que llega para generar el espacio más amable de toda la película y da pie a una de las secuencias más largas y honestas sobre la dura realidad de la industria de la época. La vulnerabilidad de la mirada de las actrices reales que las interpretan, tanto de Claudia Traisac como de Georgina Amorós, consigue sostener una secuencia de forma totalmente honesta y pura.

Recursos para llegar al agujero

Este drama que minuto a minuto va adentrándose en el terreno del suspense psicológico se trabaja a partir de diversos elementos. Es así como el espectador va sufriendo la misma angustia que Sandra va vivenciando.

El pequeño hecho de que toda la película esté rodada íntegramente en un apartamento genera inevitablemente una sensación de espacio cerrado que comparten tanto la protagonista como el espectador. Hay una elección detrás cada uno de los elementos sobre los que se reconstruye este tiempo final: el hogar como búnker, la tarde calurosa que ahoga cada estancia, el ansia por huir de un espacio controlado y vigilado a una tierra mejor, y en especial, el embarazo de la protagonista, que se convierte en la moneda de cambio para las amenazas de los más poderosos.

Asimismo, todos estos elementos se sostienen a través de la espera, una espera constante porque alguien venga, alguien llame, un tiempo pase, y todo acabe. La película ya se inicia con esta premisa, Sandra está esperando a que los periodistas de la prensa del corazón vengan a su casa para realizarle la entrevista, lo que la coloca en un punto muy cercano a la validación externa, y en especial a la mirada masculina que ya tiene una idea preconcebida de quién es ella. Pero la espera más importante se configura a través de la línea telefónica, donde Sandra trata de comunicarse con la figura misteriosa, el supuesto padre de la hija que lleva dentro, de quien el espectador no conoce más que su estatus. Y en todos estos momentos en los que solo espera a que el tiempo pase, sin conocer su devenir final, la mezcla del alcohol con el estado físico en el que se encuentra, conduce a la protagonista a un estado ansioso y desconcertante que da paso a ciertas alucinaciones.

Encerrada en su propio apartamento, el único deseo de Sandra es poder respirar más allá de lo que su pequeña terraza le permite. Y sin poder hacerlo, todos y cada uno de los personajes que entraban y salían de ese pequeño habitáculo del cual ella no puede escapar, se reúnen en una especie de episodio alucinógeno que termina con una llamada al hombre todopoderoso.

Todos estos pequeños elementos que hemos ido analizando a lo largo de la película nos hablan de la figura de Sandra como un juguete roto, una actriz a la que usaron y abusaron, hasta explotarla. La película trata de entenderla a ella, ponerla en el foco principal, y es por esto que se centra en su casa como único escenario, sin enseñarnos la vivencia del resto. Borja de la Vega ha comunicado en más de una entrevista que la película no tiene una finalidad historicista. «No pretende ser un biopic en un sentido tradicional de la palabra, sino que es un ejercicio de imaginación, pero basado en una historia real. Lo que me tocó en lo más profundo, fue la joven actriz de grandes sueños atrapada en el cine del destape de finales de los años 70. (...) De sueños a punto de romperse, de la maldición de la belleza, de machismo y abuso».

Es así como los recursos estéticos y el plano más visual de la película es probablemente uno de los más importantes. Debido al año concreto en el que se sitúa, la imagen analógica acompañada del sonido de un carrete revelado o una película en marcha, genera la atmósfera romántica del cine pasado. Hay constantes referencias a la industria del cine a lo largo del largometraje, incluso la filmación de un rodaje mismo en un episodio de flashback que recuerda la protagonista sentada en el suelo de su cocina. La decisión de incluir el metacine ayuda a todo aquel al que no les sea cercano este mundo, a poder entender en profundidad el conflicto y la herida de la joven. Y de alguna manera, también es una forma de dar voz a sus miedos, a la necesidad de ser algo más que un cuerpo impersonal.

En La última noche de Sandra M. (2023) todo parece frágil, desde la propia actriz que la interpreta, pasando por un apartamento lleno de pequeñas figuras de porcelana que parecen estar a punto de romperse, hasta la vulnerabilidad con la que se inician las primeras secuencias de la película: un cuerpo desnudo que tiene una vida dentro dentro de una bañera; un tocador que pincela lentamente el rostro de una figura perdida, etc. Esta fragilidad que las acciones marcan se acompañan también de la parte más técnica de la película. No hay cambios bruscos ni movimientos de cámara formados, leves zooms-out pausados y casi imperceptibles, haciendo que todo forme parte de un único ejercicio, cuidado y mimado hasta el último detalle.

La segunda película de Borja de la Vega es un ejercicio poético y bello, al mismo tiempo que algo desalentador y de poco desarrollo. tras haber visto cómo se configura el universo poético en mia y moi (2021), quizás los espectadores que vean también esta segunda podrían esperar un giro de guión algo más pronunciado, que no llega a darse. es cierto que la secuencia de las alucinaciones trata de conducir a la película en ese mismo sentido, pero no lo consigue del todo. lo mejor del largometraje son las interpretaciones de una brillante Claudia traisac, que presta cuerpo, alma y voz a lo que Sandra Mozarowsky pudo haber dicho y sentido en su última noche.

Nahia Sillero.

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