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Midsommar y el nuevo cine de terror

Spoilers

Desde que a mis 5 años vi una escena de A Nightmare on Elm Street, de Wes Craven, colado frente a la pantalla del cafetín de un centro deportivo, porque mi madre jugaba bowling y mi padre jugaba pool, y en ninguno de los dos lugares era bienvenido, desarrollé una relación desigual con el cine de terror. Por años, me congelaba ante la sola perspectiva de volver a mirar por error una escena aislada de una de estas obras, y evité olímpicamente todas las películas slasher de la era dorada de los 80's y 90's. Pero un buen día, en mi adolescencia, no tuve más remedio que mirar mi primera película de terror, para no quedar como un pusilánime cobarde frente a una prima dos años menor a mí, pero que consumía cine de terror de manera compulsiva desde su más tierna infancia. Para mi pesar, fue A Nightmare on Elm Street la peli que proyectaban aquel día, pero para mi placer, rápidamente noté que no sentía ni la más pequeña fibra de miedo. Ver a ese Freddy Krueger con un rostro que parecía hecho de papel maché terminó por darme risa y lástima antes que miedo. Y a partir de ese día, empecé a consumir todo el arsenal de pelis de horror que me había perdido desde siempre, maravillado de mi superpoder de no experimentar el más mínimo terror.

How to Watch the 'Nightmare on Elm Street' Movies in Order - How to Watch  the Freddy Krueger Films

Pero todavía no me atrevía con las pelis que hablaban de historias más plausibles, menos mágicas y monstruosas, y por ello más ancladas en la realidad. La frase que le escuché a un amigo sobre El Exorcista años atrás seguía marcada a fuego en mí: “esas películas sí dan mucho miedo, porque hablan de cosas que pasan en la vida real”. Por aquel entonces, seguía siendo creyente y el temor todo aquello sobrenatural pero enmarcado en la religión católica me producía un pánico terrible. Eventualmente, cuando me definí como ateo, perdí el último hálito de fobia místico-religiosa, y mi superpoder se amplió. Ahora podía ver absolutamente cualquier película de terror sin que se moviera una sola fibra en mi pecho. El reto, por entonces, era ver aquellas obras que prometieran ser la nueva y más terrorífica obra jamás filmada. También empecé a leer a Stephen King. Lo primero seguía sin surtir efecto; lo segundo, tan solo un poco más.

As 'The Exorcist' turns 50, a priest says it's a frightening film about  faith : NPR

Y así llegó a mis manos Misery, la primera novela de King que leía que no tenía nada de sobrenatural. Y allí por primera vez sentí miedo, porque finalmente encontré algo que sí podría ocurrir en el mundo real; algo digno de temer, sin necesidad de teñirlo con jumpscare. Y allí llegué a la conclusión, prematura, de que no disfrutaba lo suficiente del terror como para seguir dedicándole tiempo, de modo que me tocaba conformarme con el terror psicológico, como el de Misery, Mientras Duermes, Tesis u obras similares.

Misery (1990) | MUBIPor eso, cuando en los 2010 irrumpen obras como Midsommar, que se supone estaban renovando el género de terror, saliendo de sus clichés, atrayendo a directores narrativamente más maduros, me tentó, pero no lo suficiente como para dedicarle tiempo. Un par de intentos, como The Witch, de Robert Eggers, o Get Out!, de Jordan Peele, me dejaron de nuevo sin ganas de probar, porque no solo seguía sin experimentar el temor que prometían, sino que las encontraba sonsas y en muchos casos narrativamente problemáticas. Y creo que en este punto es importante aclarar que no deseo pasar por el cinéfilo insufrible que solo disfruta obras de vanguardia, polacas, surrealistas y en blanco y negro. Ni de cerca. De la misma manera que puedo disfrutar una peli de Tarkovski, también puedo disfrutarme la comedia romántica más ligera o la peli de acción más absurda e increíble. Mi problema es con las pelis de terror.
The Witch: Robert Eggers' folk horror debut worms its way under your skin |  Horror films | The GuardianAsí que he decidido darle una nueva oportunidad al nuevo terror, pero esta vez he querido hacerlo de forma organizada. Voy a hacer un repaso por el Terror Folklórico, que es de los que más me interesa, por su inclinación hacia temas menos sobrenaturales y más psicológicos, y luego iré repasando otras formas que haya asumido el nuevo cine de terror. Mi meta de esta vez no es encontrar la peli que finalmente me asuste, sino terminar de entender el género. Por todo ello, me pareció más que razonable iniciar con Midsommar, de Ari Aster, pues además de lo bien posicionada que estaba en la crítica como película, también había escuchado que la actuación de Florence Pugh por sí sola hacía que valiera la pena verla. En esto último, cabe acotar, estoy completamente de acuerdo. Sin duda alguna, es la mejor actuación que he visto de Florence Pugh hasta el momento, y sobre todo si tomamos en cuenta los primeros minutos de la película, aunque eso pueda sonar extraño para el que todavía no la ha visto.
Midsommar': Ari Aster comparte su primer boceto¿Y cómo puedo resumir mi experiencia viendo Midsommar? Si para este punto esperabas que el plot twist de la reseña fuera que aceptara que me hizo temblar del miedo, creo que no estabas leyendo la misma reseña que yo, o que no supe darle el énfasis suficiente a aquello de que de verdad nada del cine de terror me da miedo. Pero no creo que sea una novedad viendo esta película, pues su intento deliberado de deshacerse de muchos de los clichés del género, como la oscuridad, los jumpscares, la música estridente, lo sobrenatural, etc., sin duda alguna debe haberle pasado factura a su potencial de asustar, incluso entre los más asustadizos. En todo caso, el objetivo de la película es transmitir tensión y sensación de alienación, y en ello cumple bastante bien.

Pero creo que esta película es una muestra tanto de lo más refinado que puede lograr el nuevo cine de terror como de la terrible maldición que hay detrás de este, y es que es imposible deshacerse de todos los clichés, de todos los vacíos argumentales y las conveniencias de guion. Por ejemplo, Y A PARTIR DE AQUÍ PUEDE HABER SPOILERS, para poder disfrutar lo mínimo de la película hay que firmar un pacto de credulidad bastante gordo, en el cual entendemos que un grupo de universitarios (de paso demasiado jóvenes y homogéneos para ser todos estudiantes de doctorado) encuentra atractiva la propuesta de ir a una comuna olvidada por la tecnología y las fórmulas occidentales de la diversión, como sustituto de cualquier otro plan de vacaciones de verano (salvo por un único personaje, que se esfuerzan por hacer convincente su interés en este viaje).

Pero más importante aún, debemos creernos que una persona que pasó los primeros 18 años de vida en una comuna no solo profundamente desconectada de las clave socioculturales de Occidente, sino también partícipe de lavados cerebrales complejos que por norma dejan a los afectados como ineptos sociales frente al resto del mundo, tuvo la suficiente capacidad intelectual y social para sobrevivir a un pregrado, una maestría y un doctorado, consiguiendo además amigos de los más mundanos, y pasando desapercibido como uno más del montón, y convenciéndolos de pasar sus vacaciones en sus tierras. Más allá de enterarnos que en la comuna ven películas tan comunes como Austin Powers, nada nos indica que sus habitantes están capacitados para vivir más de cinco minutos en el mundo normal, sin despertar las alarmas de policías y psiquiatras. Y para tener un sistema de control tan férreo para que ninguna pieza de información delicada salga del círculo de confianza de adeptos, confían demasiado en que 18 años de lavado cerebral garantizarán que en los siguientes 18 años de vida nada de lo que vean en su peregrinación por el mundo normal los haga reconsiderar nada de lo extraño, grotesco y rocambolesco de su cultura, y en cambio deseen abandonar ese mundo normal, y retornar a la comuna, para vivir 36 años más y finalizar su vida de forma prematura.
Lo que sucede, entonces, con el cine de terror, es que te pide tal nivel de convencimiento sobre premisas tan endebles, que disfrutar una película de este género pasa por los mismos artificios que ver mal cine de acción: hay que desconectar el cerebro. Pero la promesa del nuevo cine de terror es que ya no necesitas desconectar el cerebro y, por el contrario, que te recompensarán por mantenerlo muy bien conectado, porque finalmente se ha dado la feliz unión entre lo que hace al cine de terror terrorífico y lo que hace al cine intelectual inteligente.

Ahora bien, aunque soy capaz de ver estos vacíos argumentales clásicos de lo más clásico del género de terror, también debo aceptar que Midsommar es una película bastante eficiente en la transmisión de emociones, y con códigos que la hacen una hermosa pieza audiovisual, por lo cual si firmas el contrato de credulidad, te sabe recompensar, al menos de manera modesta. A ratos se siente que a falta de más fuentes clásicas y monstruosas de terror, le apuesta todo al absurdo, pero cuando pones en una balanza todo lo que te ofrece, se siente como una obra que viene a abrir nuevos horizontes al género del terror. Por todo ello, considero que vale la pena verla, y seguramente dentro de una veintena de años tendrá un lugar asegurado en la historia del cine de terror.
Por lo pronto, seguiré mi ruta de exploración por el nuevo cine de terror, así que si tienen alguna recomendación que crean me pueda ayudar a cambiar mis perspectivas, con todo gusto la apuntaré para mi siguiente visionado.

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