undefined_peliplat

BAILAMOS?

Spoilers

¡Qué delicadez de escenas! Eso pensé a los 11 años cuando vi Bailamos por primera vez, no sabía nada del amor, ni siquiera estaba en mi lista, pero entendí perfectamente como funcionaría, claro, salió mal, pero en teoría, quizás así siempre debería ser.

Ver a la preciosa Susan Sarandon. A su costado, el galán de ojos achinados, Richard Gere. Y la insuperable Jennifer Lopez. Todo un sueño.

Sé que debería spoilear a detalle lo que me cautivó, pero no. No la haré apreciados lectores. Este es el mundo de las historias. La vida es la historia más codiciada. Pero les daré un adelanto, eliminen cualquier concepto vago del amor. Denle la bienvenida al rey de las buenas tramas: el romance.

Estamos parados, bueno sentados, que es lo más probable, frente a unas escenas de baile. Nuestro cuerpo no puede evitar seguir cada paso. El ritmo. Pam pam, pam. Ya casi estamos en ese plano siguiendo una coreo que nos hace lucir casi perfectos. Eso sientes conforme va avanzando la cinta.

Acompañados de esos pasos, vemos al señor y señora Clark disfrutando de una rutina sobria en su hogar, pero llena de un misterio romántico que aún no resolvemos. John y Beverly Clarck parecen encontrarse en la etapa donde se suele disfrutar de todo lo alcanzado, una familia, amor, un trabajo estable; en fin, el sueño de muchos. ¿Qué podría faltar?

No lo sabemos, hasta que a Jhon literalmente le comienzan a picar los pies, pero de la curiosidad por inscribirse a una escuela de baile. Algo normal para muchos, pero todo un desafío para muchos (me incluyo). Y como si fuera poco, aparece en escena, una preciosa mujer de color canela, quien indiscutiblemente es una bailarina con una historia un poco triste sobre su pasado. Pero apasionada, entregada a lo suyo. Y no podemos evitar, como muchos confirmarán, una suerte de malos pensamientos acerca de este nuevo dúo que nos presenta la historia.

Cada vez las lecciones de clase aumentan y la química también. Hay una escena que me encanta. Noche. Sudor. Ritmo. Agitación. Caricias. Pero no, no es lo que están pensando mis lectores, solo es un baile de salón, que implica esto y mucho más. De hecho, no podemos evitar un suspiro en estos minutos de tensión, donde casi, solo por unos segundos, quizás la emoción nos gane y nuestros deseos más íntimos quieren ver a esa pareja junta.

Pero avanza la trama, y vemos también, a una esposa confundida, un poco insegura por los nuevos rastros de su compañero de vida, quien ve en su nuevo hobby, algo que solo la intuición femenina podría saber: peligro.

Entonces,mientras suena Under the bridges of Paris de John Altman, solo podemos ver a Beverly Clarck mirando fijamente, sin perderle el paso a su esposo, quien ya en la pista de baile, está concursando, algo que quizás no habría podido imaginar tiempo atrás. Entonces es aquí donde lo entendimos todo. Él buscaba escapar, así es, pero de sí mismo, salirse de las líneas de su propia historia y fusionarse con otras, un acto sumamente generoso para la individualidad del ser como tal. Una página nueva en el libro, donde se escapó del margen, solo, tan solo para hacer suya su vida por primera vez.

Ella y él, son dos mundos aparte, que se ven un poco distanciado por el mismo hecho de los días, lo casero, la tranquilidad de la vida. Y cuando los espectadores creemos que esa distancia ha ganado,nos presentan una escena sincera.

Ellos conversan, se dicen lo que sienten directamente, como se hacían las cosas antes, mirada con mirada,verdad con verdad. Ella le deja un conjunto muy elegante como regalo, su manera detallista de decirle lo que siente. Él, lo aprecia. Se va al trabajo. Esa noche hay una fiesta con los amigos de la clase de baile. Todos lo esperan. Él sale del trabajo. Sube al tren. Llega a casa. Se viste. Compra una rosa. Y entonces nos proyectan, para mi, una de la mejores escenas de todos los tiempos.

Tenemos al galán, al verdadero caballero Richard Gere, acercándose en las escaleras eléctricas, a ver a la vendedora más hermosa, su esposa. Los minutos que siguen,no puedo explicarlo,tenemos que sentirlo.

Y escuchamos un : Beverly, baila conmigo.

Ella sonríe y le dice tímidamente: No sé hacerlo.

Y él le responde: Claro que sí, has estado bailando conmigo 19 años.

Entonces se nos agita el pecho, nuestras expectativas suben a más de 100 latidos por minuto, casi con el corazón por explotar, entendemos que esta pareja merece un aplauso desde nuestra tierna ingenuidad, que nos hace creer aún, que algún día nos verán como John mira a Beverly.

Más recientes
Más populares

No hay comentarios,

¡sé la primera persona en comentar!

10
1
0