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'Godzilla: Minus One' es la alegoría definitiva de la bestial reconstrucción japonesa post-WWII | Review

POR JERÓNIMO CASCO

6 de MAYO del 2024, 01.49 AM | UTC-GMT -3

Ikiru: Vivir.

Tokyo, diciembre de 1945. Una nación azotada por los inimaginables horrores de la Segunda Guerra Mundial se encuentra ante la amenaza de una presencia posiblemente más destructiva que Estados Unidos. Como si fuera poco lo vivido hace algunos meses en Hiroshima y Nagasaki, un grupo de mecánicos junto a un piloto kamikaze llamado Shikishima son testigos del poder destructivo de Gojira tras un ataque sorpresa nocturno en una pequeña bahía. El joven Shikishima, que no pudo cometer el propósito de dejar la vida por su país, se encuentra en una lucha contra sí mismo por no poder recomponerse del dolor de la pérdida absoluta.

Siempre la historia de la monstruosa criatura me pareció una interesante alegoría sobre lo sucedido en Japón en aquella tormentosa época. Creado exclusivamente para el cine, la primer película estrenada fue todo un hito y justamente lanzada en una época donde en el cine se estaba gestando algo bastante interesante relacionado al cine de monstruos. Hollywood hizo lo suyo con el dinosaurio moderno al punto de ridiculizarlo y humanizarlo como se puede ver en las últimas películas del famoso y taquillero MonsterVerse, pero el país asiático jamás se olvidó qué fue (y que es) lo que significó su creación.

Y es así que con un moderado presupuesto de 15 millones de dólares (algo relativamente bajo para este tipo de producciones) el director, guionista y responsable de los efectos especiales Takashi Yamazaki crea una atmósfera tensa y oscura que se siente emocionante y terrorífica a su vez. En esta ocasión es la reacción de los protagonistas ante la presencia de Gojira el verdadero eje del relato, y no la espectacularidad de su presencia. El director entendió todo: ya de por sí el aterrador monstruo no necesita que lo amplifiquen como si fuera algo diminuto, él es enorme, es de lo más espeluznante que pueda existir, y es en los momentos justos donde sentimos el shock de verlo en acción.

Gojira no tiene piedad, no tiene sentimientos, es una bestia de proporciones colosales que se alimenta de radiación y destruye todo a su alrededor. Por lo menos así se entiende cómo es el accionar de la bestia desde sus comienzos. Claro, después Japón se encargó de darle su aporte más “humanitario”, haciéndolo luchar contra otras amenazas y poniéndolo en un pedestal del cuál es poco probable que lo bajen a esta altura*. Pero en sus inicios este despiadado ser marino, con sus inquietantes ojos observadores y su rayo de calor (que en esta ocasión entrega una de las escenas más espectaculares y a su vez escabrosas que el cine de desastres nos haya podido dar), poseía la única función de darnos el costado más humano de los personajes involucrados, y es en esta nueva especie de reboot que todo eso se hace más palpable.

Mucho de lo que se le recrimina a las películas hollywoodenses es el nulo desarrollo de personajes y la exagerada forma de describir tanto a Godzilla como a Kong. La épica bélico/fantástica de Yamazaki hace borrón y cuenta nueva al respecto, y nos entrega un potente drama personal en donde la enorme bestia no es más que una excusa para simbolizar las falencias, los traumas y las miserias vividas durante la Segunda Guerra Mundial. En donde sólo la unión de una nación significó su reconstrucción, un largo proceso que la llevó al día de hoy a ser una potencia mundial.

Los efectos especiales a cargo del propio director junto a un equipo de 35 profesionales de la empresa especializada en VFX Shirogumi dan dimensión de la magnitud que puede trazar Gojira a su alrededor. Pocas veces la presencia de la icónica criatura fue tan dañina como en esta ocasión. Con una combinación de efectos prácticos y especiales junto a una maximización de los pocos recursos que había, dieron vida a una puesta en escena que nada tiene que envidiarle a los grandes tanques a los que Hollywood nos tiene acostumbrados. El mensaje es claro: se necesitan buenas historias. ¿Será que Godzilla Minus One es la respuesta definitiva y una enseñanza para el cine de todo el mundo?

*Para ser testigos de esa malvada versión del monstruo hay que ver Shin Godzilla (2016)


CONCLUSIÓN:

“Un logro cinematográfico. Una lección que Hollywood debería absorber y replantearse hasta el hartazgo. Takashi Yamazaki ha vuelto a las raíces de Gojira como simbolismo de la reconstrucción post-WWII de su tierra natal con una película emocionante y escalofriante a la vez.

En esta nueva remake de la primera versión del 54, un piloto kamikaze llamado Shikishima se responsabiliza por la muerte de varios seres humanos tras no poder dispararle a la enorme criatura, y a partir de ese momento comienza un viaje de recomposición emocional para poder terminar de una vez por todas con la amenaza de una posible destrucción masiva

Los efectos especiales, el diseño de sonido y la historia son las tres claves para darle un baldazo de agua fría a las grandes productoras estadounidenses que parecen preocuparse únicamente por darnos un espectáculo vacío, rocambolesco y unidireccionado."

PUNTAJE: 8.3 de 10


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