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Cine imprescindible: El hombre sin brazos

Si ven El hombre sin brazos (1927), que pueden encontrar como The Unknown o incluso como Garras humanas, quizás les pase todo esto por primera vez: ver una película protagonizada por Lon Chaney, ver una película dirigida por Tod Browning, ver una película del período mudo, ver una película en blanco y negro, ver y disfrutar y sufrir un melodrama fundacional, ver una película con Joan Crawford y, además y sobre todas las cosas, ver una de las obras maestras imprescindibles de la historia del cine.

La breve El hombre sin brazos cuenta la historia de un criminal prófugo que se oculta en un circo, que puede lanzar cuchillos, tomar una taza de café y hasta tocar la guitarra con los pies, sin usar las manos. Esta es, además, una historia de amor imposible y de destino trágico de altísima intensidad, en la que las emociones y las mentiras y las manipulaciones se suceden en un ambiente de forzudos, caballos y otras estrellas de la pista. Y, no menos importante, esta es una película con un personaje protagónico interpretado el ya mencionado Lon Chaney, uno de los más grandes actores de toda la historia de este arte y una de las estrellas más destacadas del Hollywood mudo, alguien de extraordinaria versatilidad, muchas veces denominado “El hombre de las mil caras”. Entre otros logros, Chaney fue el primer actor en interpretar a uno de los “monstruos clásicos de la Universal” porque fue El fantasma de la Ópera en la película de 1925. Podríamos decir mucho más sobre Chaney, pero ahora estamos ocupados con una de las caras de Chaney: el Alonzo de El hombre sin brazos, el trágico Alonzo, el criminal inescrupuloso pero de repente enamorado, el hombre capaz de todo e incluso de más debido a su amor por Nanon (Crawford).

Personajes como Alonzo, freaks como Alonzo, fueron una de las obsesiones de un director como Tod Browning, que además de hacer la famosa Drácula (1931) con Bela Lugosi filmó y firmó también otra película imprescindible como Freaks (1932). Chaney y Browning trabajaron juntos en diez películas, pero hay consenso en que la mejor fue El hombre sin brazos. Hace algo más de medio siglo, este consenso acerca de esta película podía leerse en libros sobre cine pero no podía comprobarse porque la película se consideraba perdida. A fines de los sesenta apareció en la Cinemateca francesa una copia en 35mm a la que le faltaban partes -vaya paradoja para la historia que cuenta el film-, pero se pudo armar una versión de 49 minutos, que fue la editada en VHS acá en su momento. Hace no tantos años se encontró otra copia y se pudo reconstruir una versión de más de una hora. Pero más allá de una u otra duración, hay algo claro: en cualquier versión y a casi un siglo de haberse creado, El hombre sin brazos debería estar en cualquier recorrido relevante por la historia grande del cine y, por supuesto, en cualquier listado de las grandes películas de amor.

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