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Maggie Cheung y Tony Leung, los amantes inmortales.

Basta recordar a Maggie Cheung y Tony Leung para darnos cuenta que el amor puede ser muy cruel. Así nos lo hizo saber Wong Kar Wai en su cinta In the mood for love [Deseando amar] con la puesta en escena de una de las parejas más memorables del cine asiático de los años 2000.

La ausencia y el todo, característica del universo del director, nos envuelve en un carrusel de emociones donde los protagonistas se acercan al conocer que sus respectivas parejas les eran infieles viviendo una relación amorosa entre ellos. La ausencia del amor y a la vez la presencia del mismo, un amor que existe pero que nunca va a llegar; esa contradicción constante abarca todo el metraje.

La historia se desarrolla en Hong Kong, en el año 1962. Chow Mo-Wan (Tony Leung) y Su Li-Zhen (Maggie Cheung) viven en el mismo edificio. Ambos se mudaron con sus respectivas parejas el mismo día. El primero trabaja como redactor jefe en un periódico local, la segunda trabaja como secretaria de una empresa de exportación. Y aquí vuelve nuevamente la «ausencia», esta vez por la «no presencia» de sus parejas que siempre estaban de viaje por motivos de trabajo, esto permitió que los protagonistas tuviesen encuentros momentáneos durante su rutina diaria, que coincidía en los pasillos, callejones, en noches de lluvia cuando algunas veces iban a comprar tallarines, en un ida y vuelta donde se reconocen solos y en añoranza de la compañía de sus cónyuges. El guion toma un giro cuando se dan cuenta de la aventura de sus parejas y complementan el vacío de los amantes cuando de manera ficcional empiezan a recrear cómo pudieron haber iniciado su romance; se van acercando cada vez más sin poder evitar enamorarse pero a la vez sin caer en la misma situación de sus parejas para «no ser como ellos», siendo fieles precisamente a la lealtad que sus parejas no demostraron.

La música nostálgica compuesta el japonés Shigeru Umebayashi, colmada de una profunda belleza y desasosiego ya nos habla del final doloroso de los protagonistas al darse cuenta que no podrán amarse. Deseando amar no trata exactamente sobre el amor, todo lo contrario, es el deseo de alcanzarlo sin lograrlo.

Hay una luz de esperanza con 2046, película del mismo director estrenada en 2004, donde vemos una vez más al Sr. Chow regresando el tiempo a 2046, la habitación donde solía reunirse con la Sra. Chan en Deseando amar. Nuestras mentes occidentales guardaban con optimismo que se encontrasen para por fin dar rienda suelta a su amor, pero cuando vemos aparecer a la Sra. Chan en el filme solo unos segundos, nos damos cuenta del recuerdo doloroso del Sr. Chow por recuperar algo imposible, tal como dijo Wong Kar Wai en una entrevista a propósito de su estreno en España: «Para mí 2046 es un estado mental al que acudimos cuando queremos recuperar lo que hemos perdido, cuando tratamos de conservar no sólo la persona que hemos dejado atrás, sino también el momento y la atmósfera». «En nuestra vida normal estamos atrapados por el tiempo, que gobierna nuestra existencia […] Como director, sin embargo, puedo manejar el tiempo a mi antojo, puedo hacer que diez años pasen en un segundo o que un instante resulte eterno…».

Deseando amar nos deja con un sinsabor recordándonos una vez más que el amor puede ser muy cruel, pero al mismo tiempo nos deja completamente enamorados sumergiéndonos en ese universo onírico que solo Wong Kar Wai logra recrear. Tony Leung y Maggie Cheung contribuyen, sin lugar a dudas, a componer una serie de imágenes tan difíciles de olvidar que los convierten en amantes inmortales.

Deseando amar, ganó el Premio al Mejor Actor en el Festival de Cine de Cannes, y Premio César a la Mejor Película extranjera, y fue calificada por la BBC como una de las 100 mejores películas del siglo XXI.

Y es que cuando entró el cine asiático a las salas de occidente con la nueva generación de directores como Kim Ki-duk, Park Chan-wook, Zhang Yimou, Takeshi Kitano y el mismo Kar Wai, nos dimos cuenta de la exquisitez que encierran los guiones y las narrativas que tejen historias completamente inverosímiles y hermosas, los giros inesperados, los amores frustrados, las situaciones entrecruzadas entre carteles luminosos, paisajes de haikus, calles atiborradas, acompañadas de paletas de colores cuidadosamente escogidos y una banda sonora «nivel dios», se descubre ante nuestros ojos el vasto universo de la cultura asiática de la mano de sus geniales creativos.

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