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¿Merece la pena ANATOMÍA DE UNA CAÍDA (2023)? 

Un drama judicial que se presenta con cuerpo de thriller fue la ganadora de (casi) todos los galardones a Mejor película europea y Mejor Guión en las recientes galas de premios que se celebraron a nivel mundial dentro del año 2023. Anatomía de una caída (2023), dirigida por Justine Triet y coescrita junto a Arthur Harari, es considerada una de las mejores películas del año anterior, un relato sobre el fallecimiento de un hombre que se presenta como un posible asesinato.

De las 5 nominaciones a los Premios Oscar, la película obtuvo nada más y nada menos que la estatuilla a Mejor guión original, galardón que también se llevó en los Globos de Oro (junto al de Mejor película de habla no inglesa). En España, la película fue nominada a los Premios Goya dentro de la categoría de Mejor Película europea, junto con Aftersun (Reino Unido), Las ocho montañas (Italia), Sala de profesores (Alemania) y Safe Place (Croacia), que ya fue reseñada en un pasado artículo. Aunque finalmente, fue la francesa Anatomía de una caída (2023) la triunfadora en esta categoría.

UNA HISTORIA DENTRO DE OTRA: ARGUMENTO

Justine Triet no esconde dobles intenciones detrás del título de la que ya es su cuarta película. Anatomía de una caída (2023) cuenta la historia de una caída, la caída de un hombre de mediana edad desde el tercer piso de la vivienda familiar, mientras esposa e hijo están en casa.

Nada más comenzar las dos horas y media que dura el largometraje, el cuerpo de Samuel cae de la alejada cabaña en la que habitan él, francés, y su mujer alemana, Sandra, junto a Daniel, su hijo. Una vez que el caso llega a las autoridades y entra al proceso judicial, ella pasa a ser automáticamente la primera sospechosa. En una búsqueda por mantener la balanza siempre perfecta, el matrimonio trata de ceder en sus ideales e intereses por el beneficio de Daniel, quien en un accidente a los cuatro pierde la visión. Pero es en el proceso del juicio, casi de carácter público, donde la configuración familiar se descubre más distanciada de lo que en un principio trata de relatarse.

Frente a la aparente frustración de ella por la incapacidad de su esposo para tomar las riendas de su vida, la acusación del caso lucha por culpabilizarla. Mientras que la defensa, aboga por la idea de un suicidio, debido a una sensación de fracaso y las constantes comparaciones que este se autorealiza ante la exitosa carrera de su mujer.

¿Suicidio u homicidio?

Es así como el objetivo de la película no se marca tanto en descubrir qué ha sucedido detrás de la muerte, sino lo que se esconde detrás de la pareja. El punto álgido del drama es, indiscutiblemente, la figura de Daniel, que con tan solo 11 años de edad y una dificultad visual, no solo está presente en el juicio, sino que también forma parte de él como partícipe activo, siendo quien al final aporta uno de los datos más relevantes para la resolución del caso.

A pesar de que en el final (¡aquí viene el spoiler!) Sandra queda absuelta del caso, declarándola inocente de haber asesinado a su marido y ganando el juicio, el desenlace de la película no se marca victorioso ni enteramente positivo. Así, Anatomía de una caída (2023), se presenta como un relato sobre la caída de un cuerpo, pero también de la caída de una familia y de los entresijos de lo que se esconde detrás de todos los matrimonios.

CÓMO SE GENERA LA SILENCIOSA AGONÍA

Llevaba tiempo queriendo introducirme en esa historia, descubrir el porqué del boom que había tenido. Pensé que sería de principio a fin un thriller, una historia que devorar una noche en la que el sueño brilla por su ausencia y en el sofá de casa se arrinconan todas las almas que vivimos en él. Pero nada más lejos de la realidad. Y al mismo tiempo, todo.

Durante su visionado, esta película consigue generar una agonía silenciosa, casi imperceptible. Hay ciertos elementos (0) que trabajan desde el inicio para que esto sea así, convirtiendo al largometraje en el thriller esperado, con muchos tintes de drama psicológico (no esperado). El primero de ellos sería el espacio sonoro (01); la decisión de configurar la primera escena a través de la ensordecedora melodía, con la que Samuel parece concentrarse para trabajar. Además de imposibilitar la comprensión de la conversación entre Sandra y la estudiante que le realiza la entrevista, la música de esta primera escena marca la incógnita de lo que pasa en el piso de arriba, donde sucede la tragedia. Pero no solo eso, sino que por el propio volumen de la pieza, sitúa al espectador desde el inicio de la película en un estado de alerta y molestia. Al repetir la canción varias veces a lo largo de la historia, dentro del juicio como elemento recurrente, este estado de incomprensión que la música provoca se repite continuamente, posicionando a quien trata de esclarecer los hechos y al propio público en busca de un silencio inexistente.

A su vez, todo el proceso judicial está construido para conseguir culpabilizar a Sandra por el homicidio de su marido (02). Se conforma como un escenario en el que la acusación es constante, violenta. Sin esperar a que el espectador le haya dado tiempo a formarse una idea clara de la posible resolución, parece como si desde la dirección de la película, la imparable presión a la que se somete a la protagonista buscará posicionar al espectador de su parte. Uno de los personajes que más rechazo genera es precisamente el abogado de la acusación, quien genera posibles y remotas estrategias a través de las cuales esta podría haber asesinado a su esposo. Y ante todas ellas, la magistrada del caso mantiene una postura abierta, mientras pone frenos a los intentos por frenar las ideas fuera de contexto de la defensa de Sandra, llegando a parecer que está comprada (03).

MUCHOS FLASHBACKS Y UNA ELÍPSIS TEMPORAL

A pesar de que el relato no es convencional ni clásico, quizás uno de los puntos más interesantes de la película no sea su contenido, sino más bien la forma en la que se estructura el mismo. La línea narrativa se configura de manera diferente en la construcción del relato y luego, en su puesta en escena. Si bien la estructura podría haberse mantenido de forma cronológica, la dirección de la película decide sabiamente alterar el orden de los acontecimientos, con el objetivo de hacer que los sucesos vayan siendo descubiertos al tiempo que avanza el juicio. De manera que los espectadores van descubriendo las claves y secretos del matrimonio en el momento adecuado, haciendo que el ritmo y el suspense del caso adquieran una dimensión real. Es así como se realiza una alteración en el proceso de montaje a través del recurso temporal del flashback, mientras el espectador intenta descubrir lo que sucede. La declaración de los hechos se superpone al suceso real, es este primero el que se coloca antes para luego introducirnos la secuencia de lo que sucedió en realidad.

En este mismo sentido, cabe destacar una decisión que contribuye a incrementar esta sensación de “revelación de secretos” constante que supone el caso. Ya bien avanzado el caso, llega un momento en el que la parte de la acusación expone una serie de audios que Samuel grababa, en el que tanto los asistentes al juicio como los espectadores pueden escuchar varias discusiones entre el matrimonio. Una vez más, la elección de no adelantarnos estas discusiones y no colocarlas en una ordenación cronológica, contribuyen en ese recurso del flashback a posicionarnos en el mismo nivel que tienen los oyentes de espectador. Ambas escenas (las discusiones y las imágenes del juicio en el que escuchan los audios) se superponen, haciendo que nos llegue una visión global de los hechos, volviendo a posicionarnos en un papel inevitablemente inquisidor.

Ni que decir al respecto de lo que sucede en este mismo sentido cuando Daniel, el hijo de ambos, decide sumar nuevas pistas a través del experimento que ha realizado junto a su perro. Una vez más, la película nos ofrece el suspense de lo que el menor puede ofrecer al caso, y seguidamente, introduce la grabación de lo que ha realizado para comprobar si existe la posibilidad de que la muerte de su padre haya sido un suicidio.

Por otro lado, a la segunda idea que hemos comentado acerca de lo imparcial y subjetivo que define al proceso judicial, la sensación de acusación constante se incrementa con la duración del propio juicio. Esta vez, la directora de la película opta por introducir una elípsis temporal de un año, a través de la cual el espectador observa que tras haber pasado (y sufrido) todo este tiempo, la situación de protagonista sigue exactamente igual.

Tanto a nivel estructural como rítmico, el desenlace de la película se marca siguiendo los propios tiempos que la película ha ido definiendo desde el inicio. Una vez Sandra sale inocente del caso y puede volver a casa, la cinta se alarga durante varios minutos más, dando la sensación de que va a haber un doble desenlace de los acontecimientos. Sin embargo, esto no sucede así. La intensidad del relato va bajando poco a poco, desde la tensión originada al inicio con la melodía ensordecedora, pasando por el duradero y angustioso proceso judicial, hasta llegar al final en el que la protagonista retorna al hogar familiar que ya se nos presenta en la primera de las escenas. Anatomía de una caída (2023) va bajando sus pulsaciones hasta que parece apagarse, un final muy al estilo de Call me by your name (2017).

LA CÁMARA COMO RECURSO NARRATIVO

Acompañando a la estructura desordenada, la utilización de la cámara y las diversas formas de grabación también se analizan como recursos cinematográficos que apoyan la provocación agónica del film. Si bien es cierto que en un inicio la cámara se presenta fija, alternando planos y contraplanos habituales, la directora tarda poco en introducir escenas y secuencias en las que la cámara también forma parte del discurso, de la forma de contar. Cuando los agentes de policía tratan de reconstruir cómo se sucedieron los últimos momentos antes de que el cuerpo de Samuel cayese, realizan una grabación de esta reconstrucción. Y en vez de filmar únicamente toda esta coreografía desde un plano más amplio, con la propia cámara del rodaje, se toma la decisión de intercalar las imágenes de la cámara principal con el material que graba la cámara de los agentes de policía. Así, la imagen se vuelve desdibujada, móvil, con apenas precisión, algo que indudablemente favorece a la sensación de desconcierto sobre lo que está pasando.

Sucede algo similar con las cámaras de grabación que los medios de comunicación utilizan cuando Sandra sale del juzgado. La filman como parte de la trama interna, pero luego las imágenes de la grabación son utilizadas en el montaje principal. En ambos casos, el recurso de otra cámara implícita en la trama se aprovecha como material de la película.

De alguna manera, todos estas diversas formas de hacer uso de la cámara declaran ser parte de una película, de una construcción. Al hacer presente y evidente la cámara como recurso, el espectador recuerda que está frente a una grabación. Aunque por el contrario, la decisión de introducir las grabaciones que forman parte de dentro de la película también podrían analizarse como un intento por añadir verosimilitud a la historia, introduciéndose ligeramente dentro del género documental. En una de las escenas finales, cuando Daniel decide hacer la última declaración para revelar su experimento y defender a su madre públicamente, da la sensación de que se llega a romper la cuarta pared, como si Daniel estuviese hablando con nosotros directamente. Este alegato final, decisivo para la absolución de Sandra, marca un antes y un después en el devenir del juicio. Y es de tal importancia que el niño se sitúa frente a la cámara para avisar no solo a los presentes, sino también a los espectadores.

Por otro lado, la utilización del zoom rápido y de los fundidos evidencian claramente la idea de una construcción. Estos recursos se alejan de un plano realista y hacen presente la utilización de la cámara. En especial el uso del fundido conecta con la idea de relato, de cuento que pasa de un capítulo a otro y necesita una breve pausa para continuar.

QUÉ SE PUEDE ESPERAR Y CUÁL ES LA REALIDAD

Se genera en el cuerpo una extraña sensación cuando a la hora de ver una película que esperábamos que fuese de una manera, sale por otros caminos y nos ofrece algo que no imaginábamos. Aparentemente, Anatomía de una caída (2023) se presentaba en mi imaginario como un thriller, una película de misterio y suspense sobre la resolución de un caso misterioso. Y como he dicho al principio, considero que tiene más de drama judicial que de thriller. La trama y el peso del relato es consecuente con la duración de la película (aunque con treinta minutos menos también estaría bien). La ordenación cronológica de los hechos favorece a la intriga y el guión es preciso y complejo al mismo tiempo.

Considero que a pesar de que puede no resultar lo que en un principio esperamos, cumple todas las expectativas y no deja indiferente a nadie.

A día de hoy está disponible en la plataforma Filmin para su visionado.

Nahia Sillero.

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