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El rey del porno, a sus servicios

Rara, muy rara vez el amor y el porno confluyen en un mismo camino. No sólo es raro que se crucen, sino que pueden pensarse casi como antagónicos. Sin embargo, en el universo audiovisual, puede pensarse en al menos dos casos en los que sí se propuso amalgamar estos dos mundos; el primero es el de La Vie d'Adèle (Blue is the warmest color, 2013) de Abdellatif Kechiche. Aquí se narra la historia de Adele y Emma, dos chicas francesas que se enamoran y viven una experiencia fuertemente pasional y en donde las escenas de sexo son explícitas y largas, especialmente su primera vez juntas (la escena dura más de 10 minutos): El segundo caso, con una apuesta aun más explícita y provocativa (características ya reconocidas de su director, Gaspar Noé) es el de Love. La premisa de Love -tanto de la trama de la película como de quien la dirige- es que el cine nunca cuenta historias de amor y sexo explícito (porno); estos elementos no suelen representarse entrelazados, sino por separado: o vemos cine porno con paupérrimas historias que “justifican” el acto sexual, o vemos películas de romance con escenas de sexo tiernas, suaves; algunas pueden ser más candentes, pero nunca son pornográficas. Love es, en un brevísimas palabras, una película porno que cuenta una historia de amor entre Murphy y Allegra. Supersex (2024), serie italiana producida por Netflix, podría incorporarse a estos escuetos casos de excepciones de fusión entre ambos géneros.El gran Rocco Siffredi

El porno, por su parte -e independientemente del disparador de excitación y “potenciador” de fantasías que pretende ser- se ha instalado en su mayor parte como un catálogo de sexo agresivo y heteronormado, de cuerpos perfectos y hegemónicos, en donde la figura del hombre siempre es la dominante y la consumación de su excitación es el único objetivo, mientras que el rol de la mujer queda relegado a un medio para un fin (usualmente, en la cara) Casi nula es la educación sexual que la pornografía puede brindar, por el contrario, “enseña” métodos y velocidades agresivas, a veces incluso sin consentimiento por parte de la mujer.

Supersex está basada en la vida del actor italiano de porno Rocco Siffredi, quien supo consagrarse como rey del género durante la década del 70 y 80. Rocco (de apellido original Tano, interpretado por Ajenadro Borghi) es oriundo de Tortona, una ciudad conservadora y cercana al mar al norte de Italia. Es en Tortona y producto de compartir mucho tiempo con su hermano mayor Tomasso (Adriano Giannini) que Rocco desarrollará una temprana obsesión por el sexo, incluso mucho antes de tener relaciones sexuales. “(…) Y yo, que a los 10 años ya me masturbaba 10 veces al día, no entendía cómo los otros niños se contentaban con oír los partidos por la radio los domingos. ¡El sexo era mi auténtica energía de vida!”, confesaba Siffredi en una entrevista para El Aragón (España). En esta serie de apenas una temporada y 10 capítulos se presenta de forma casi cronológica (con flashbacks al pasado) el universo que rodea a Rocco desde pequeño en su ciudad natal, pasando por París y su introducción a las producciones de cine pornográfico para dar comienzo a una prolífera y demandante profesión dentro de la industria.

Debo confesar cómo es que llegué a Supersex, y fue gracias a un posteo que la plataforma hizo en Instagram. El video en cuestión era un breve fragmento de una orgía en donde el protagonista está teniendo sexo potente rodeado de varias mujeres. El copy debajo de ese video era simplemente “Morning!” (Buen día), y realmente me abrumó. Apenas unos segundos de algo tan explícito en Instagram me pareció demasiado. Y no era la única: casi todos los comentarios eran desaprobatorios ("Acabo de abrir Instagram y me encuentro con esto", “mis hijos tienen Instagram y pueden ver este contenido desubicado”, “Dejaré de seguirlos”, etc,) De verdad me resultó extraño, incluso viniendo de Netflix donde ya no mucho sorprende con tal de hacer que la máquina de generar toneladas de millones nunca pare. Pero, a pesar de una pequeña cuota de “indignación”, me apareció una curiosidad. Quise saber si la serie sería solo eso (sexo “espectacular” y dopamina audiovisual para las masas) o si, quizás, el video era solo un recorte mal seleccionado (¿o bien seleccionado?) de algo más grande, con mayor profundidad. Y para mi sorpresa, lo fue.

Roco de pequeño y su madre, Carmela

Nunca no son curiosas estas historias en las que el (o la) protagonista es apenas un adolescente, pero se autoperciben o descubren muy deseantes. Ya lo vimos en Lolita, en donde una adolescente de apenas 12 años mantiene un vínculo sexoafecivo con un adulto de más de 30. Y aunque la diferencia sustancial entre aquella polémica historia y la que nos convoca en este artículo sea que la primera es ficcional y la segunda es real, sentir intriga en los motivos que rodean a quien -siendo tan pequeño- percibe de forma tan segura es prácticamente inevitable. Supersex invita a navegar en los sinuosos ríos de la vida íntima y profesional de Rocco, y profundiza sobre sus vínculos no sólo amorosos sino, especialmente, los familiares. ¿Qué lugar ocuparon y ocupan las figuras maternas y paternas en nuestra conformación como seres humanos? ¿Qué aportan los hermanos y los amigos (varones, heterosexules)? Y ¿qué lugar se deja para un posible vínculo amoroso? son algunos interrogantes sobre los que que la serie arroja cierta luz… u oscuridad.

Rocco junto a Moana, su compañera de rodaje

Con un soundtrack ochentoso que oscila entre canciones de pop italiano y grandes clásicos de la música disco como “Fade to Grade” de Visage (será la cortina musical en varias ocasiones), “Be my lover” de The Bouche o “You spin me round (Like a record)" de Dead or Alive, Supersex vibra colores, vestuarios y escenografías distintivos de la época, la región y el mercado en el que se sumerge un protagonista carismático y seductor quien, cuanto menos, está buscando su lugar en el mundo; o al menos en uno: el del cine porno.

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