After Hours y la circularidad de la mala suerte

En 1985 Martin Scorsese ya había dirigido Mean streets (1973), Taxi driver (1976), Raging bull (1980) y The king of comedy (1982), entre otras joyitas menos conocidas como Alice doesn't live here anymore (1974) o el genial cortometraje The big shave (1967). Llegaba con buenos trabajos, una Palma de Oro (su única Palma de Oro, aunque sí volvería a ser premiado en ese festival y por la película que nos convoca) y habiendo contado varias –aunque faltarían– historias en Nueva York.

El actor Griffin Dunne, quien también oficiaba como productor, le acerca un guión disparatado llamado Lies, que sería el puntapié inicial para After Hours. La historia original era de Joseph Minion, que después escribió y dirigió algunas cositas más que no vienen al caso; Scorsese hizo algunos cambios y la producción fue de la compañía del propio Dunne, quien le da vida a Paul Hackett, el protagonista de esta increíble historia.

Haberse inclinado por una productora más pequeña e independiente no es un dato menor porque Scorsese venía algo frustrado: Paramount se bajaba del proyecto de The Last Temptation of Christ a pesar de haber prometido unos 12 Millones de dólares para financiarla. Un cambio de autoridades en la compañía y las presiones que tenía ese texto de parte de los sectores más conservadores de la sociedad y del catolicismo, hicieron que el Cristo humano y dubitativo, “tentado” hasta último momento que allí se retrataba fuese demasiado. El guión de Paul Schrader, ya viejo conocido de Scorsese, que adaptaba la novela del griego Niko Katantzakis debía esperar. Lo cierto es que con ese proyecto pinchado (recién vería la luz en 1988), Marty pensó en dejar el cine; sin embargo, optó por avanzar en algo más pequeño que se rodaría en solo seis semanas y con un presupuesto acotado que con el tiempo se convertiría en un clásico de culto olvidado y que por suerte programaron en esta edición del BAFICI.

Durante 100 minutos seremos testigos de las horas más surrealistas en la vida de Paul, a quien le alcanzó con escucharlo de la boca de un nuevo compañero de trabajo para hacer el clic: “no quiero hacer lo mismo por el resto de mi vida”. Esas palabras y un encuentro fortuito con Marcy (Rosanna Arquette), harán que Paul se envalentone para buscar algo nuevo, pero también para arrepentirse por el resto de su vida de aquella fatídica noche en el SoHo.

No tiene sentido encontrar cuál fue el primer error de Paul, más allá de explicar tanto todo a cuanta persona se le cruce, pero “con el diario del lunes” tal vez lo mejor hubiese sido advertir que esa no era su noche, en vez de continuar en la proeza de querer salvarla de alguna manera.

Un tipo de relato circular, que a pesar de algunas pequeñas elipsis tiende a igualar el tiempo de la historia, sumado a una serie de planos y cámaras aceleradas que imprimen un vértigo interesante –sobre todo las escenas del Taxi, con referencias al adorado Travis Bickle– After Hours es una comedia negra sumamente entretenida.

Contar todas las peripecias que atraviesa Paul no está en nuestros planes hoy, pero crean que cada una de las confusiones no hacen más que complicar la situación del personaje. Las advertencias existieron pero la mala suerte pudo más. ¿Volver al pago con experiencias nuevas? De acuerdo, punto para Paul. Pero el único.

A la historia no le falta nada, pero tenemos que hacer hincapié en la bondad de la gente que trató de ayudarlo –salvo el hombre que vendía boletos en el metro– y en la persistencia de Paul para equivocarse, increíble tozudez, porque la verdad es que había que haberse bajado del barco mucho antes. Toda la gente que después termina jugándole en contra no lo hace inmediatamente: todos pasan de ayudantes a oponentes por distintas cuestiones: el hombre del bar, Julie, Gail y June, por solo nombrar algunos.

A nivel temporal hay un trabajo sutil, no me refiero estrictamente al de las cámaras rápidas y los recursos formales, sino también a los afiches y la cartelería promocional del film. Lo mismo a través de los planos de relojes y de la percepción de los personajes, porque Paul comparte tranquilidades con muchos de ellos, pero luego se transforman en tiempos vertiginosos solo para él, generando antagonismos donde antes había comunión y todo se vuelve peor con el correr de las horas.

Se dan picos de tensión que después aflojan de inmediato y así sucesivamente: Le ocurre con Marcia en la secuencia que podríamos resumir: conocerla/querer salvarla/enterarse de su muerte; le ocurre con el hombre del bar: descansar de la lluvia/posibilidad de escaparse/esperar su regreso. También con June en esa tríada entre esconderse/bailar/quedar inmóvil oculto en yeso.

Durante una incómoda escena de confesiones con un desconocido, Paul tiene tiempo para una racconto sobre los sucesos en primera persona, que para colmo presenta fundidos encadenados entre cada elipsis imprimiéndole un carácter eterno a cada situación, aunque aún le faltarían aventuras.

También hay lugar para curiosidades, porque sería la primera vez que Catherine O'hara y John Heart se encuentran juntos en la búsqueda de una persona, vaya premonición para lo que serían Home Alone –1 y 2– donde ambos encarnan a los padres del pequeño Kevin McAllister (Macaulay Culkin). También podemos ver al propio Scorsese oficiando de iluminador en el Night Club Berlin, aunque ya nos tenía acostumbrados a sus apariciones.

En resumen: lo que Paul tiene es mala suerte, imagínense que está envuelto en una pesadilla que podría terminar solo con unos centavos que no puede obtener. Y cómo si eso fuera poco, pierde 20 dólares, encuentra otros en un lugar recóndito y vuelve a perderlos a los pocos minutos. Ni hablar de que está implicado en el suicidio de una joven que conoció hace unas horas y que es la pareja del único hombre que parece tener intenciones de ayudarlo. ¿El resto del barrio? Lo persigue por creerlo el ladrón de una serie de delitos que se cometieron esa noche. ¿Los ladrones? Su posibilidad de escape.

Para Paul, Igual que las agujas de un reloj, todo terminará dónde había empezado.