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La Mosca de Cronenberg, una clase de ciencia ficción

Spoilers

“Estoy diciendo que soy un insecto que soñó que era un hombre y lo amó. Pero ahora el sueño ha terminado... y el insecto está despierto”. La frase de Seth Brundle en La Mosca, cuando ya su proceso de transformación ha comenzado; es digna de Shakespeare, es Byron, es Sartre, es Camus. Es poesía pura, es una frase que pareciera nacer de los más profundo del existencialismo francés de los años 60, cuestionarse la vida, la realidad, la propia existencia para darse cuenta que el humano que creía ser dios, no es nada más que un simple insecto. Que vivimos en un sueño tratando de imaginar escenarios idílicos, pero los sueños en algún momento deben terminar, y el choque con la propia existencia es duro, destructivo en muchos casos.

Antes de la llegada de David Cronenberg me atrevo a decir que el horror físico, o body horror, no había alcanzado su prime, no había desatado todo su potencial. Era, hasta ese momento, un género de explotación, donde la materialidad y fisicalidad de los personajes era reutilizada para generar algunos sustos, pero nada más. Algunas excepciones son The Blob de 1958, y La Noche de los Muertos Vivientes en 1968. Pero fue Cronenberg que con tres películas, Shivers de 1975, Scanners de 1982 y especialmente Videodrome de 1983, comenzó a utilizar el horror físico como algo serio. Planteaba en sus historias la posibilidad de ser transformado físicamente desde una idea, una experiencia, un trauma.

Como el plano mental podía traspasarse a la materialidad. Especialmente en Videodrome, Cronenberg doblaba los bordes de la realidad para hacernos creer que una película podía tener un poder físico sobre ti, una pantalla podía trasmutar la carne; esta es una idea increíble, una meta historia para todos lo que vemos la película. No sabemos si esto es real pero ¿no es interesante pensarlo, creer que esto podría ser verdad, no hace más poderoso al cine?

En 1986 Cronenberg estrena su versión de La Mosca, basada en el cuento corto de George Langelaan's y que ya había tenido una adaptación en 1958. Pero esta versión va un paso más allá y se la juega por completo en contar una historia donde la transformación física del personaje principal va de la mano con su transformación psíquica. Seth Brundle, un brillante científico comete un grave error y mezcla su ADN con el de una mosca. Comienza entonces una metamorfosis donde la mente de la mosca comienza a dominar la mente del humano, y ya es imposible saber cuál es cual. La profunda melancolía de Brundle no podemos saber si viene del insecto que se ha convertido en un dios, o el de un humano que literalmente comienza a caerse a pedazos. La lucha por cual prevalece es fomentada por la delicada historia de amor entre Brundle y la periodista Verónica. En su relación la parte humana de Brundle trata de prevalecer, pero al final de la historia, es esa parte humana la que decide morir a vivir como un insecto.

No podemos no pensar en La Metamorfosis de Kafka, donde la transformación de Gregorio Samsa es el espejo de una sociedad que escondía sus sentimientos y castigaba a aquellos que los exponía al público.

El uso del horror físico fue parcialmente criticado cuando la película se estrenó. Pero los años le han dado el lugar que corresponde tanto a Cronenberg como a La Mosca. Es una película fundacional que ubica la expresión del terror físico al mismo nivel del terror psicológico. Es una película difícil de ver porque el protagonista, aquel que cambia, es un humano, igual que nosotros. Se pueden establecer líneas de empatía y al mismo tiempo sentir el terror de que algo así nos pueda suceder a nosotros.

La ciencia ficción, el terror corporal y el terror en general, son géneros que permiten, ya sea en el cine, o la literatura, empujar los márgenes de la realidad, para preguntarnos ¿Qué pasaría si….? Estos géneros nos llevan a lugares donde las leyes del hombre se cancelan, y en la entropía total nacen nuevos conceptos, nuevos tipos de humanidad. Muy parecida a La Mosca es The Thing de John Carpenter de 1982. En la inmensa soledad del Ártico el ataque de una criatura que deforma a sus huéspedes tiene una atmosfera familiar a la obra de Cronenberg. Es finalmente el miedo a quedar desamparado ante lo desconocido, cruzar una frontera prohibida, y entrar en un mundo donde nuestros patrones de realidad ya no se aplican, lo central de ambas historias.

Por lo general la ciencia ficción es un género secundario cuando se habla de cine de autor, de cine de calidad, de cine de trasfondo. Esto, según quien escribe, es un error de fundamentos. Que mejor espacios que la ciencia ficción para doblar los espacios de la mente y la comprensión, llevarnos a lugares que desafíen nuestros patrones de ética y moral, enfrentarnos a realidades nuevas que propongas problemas nuevos. Las historias de no ficción funcionan constantemente en escenarios conocidos, con reglas prestablecidas. En la ciencia ficción nada está fuera del tablero, y muchas veces aquellas fantasías terminan siendo más cercanas a la realidad de lo que nos gustaría reconocer.

La mosca es una versión científica y física de la terrible historia de Ícaro, que voló demasiado cerca del sol y terminó en llamas. Al igual que Ícaro, Brundel se acerca demasiado a transformarse en un ser omnipotente, y termina convertido en una aberración, como una advertencia de la naturaleza y la ciencia de los peligros de jugar a ser dios.

Quedará para cualquier discusión donde algún ignoto cinematográfico alegue que la ciencia ficción no es más que forma sin contenido, la simple respuesta “es mejor que veas un par de películas de Cronenberg”, fin de la discusión.

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