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Killers of the Flower Moon: unas (cuantas) palabras

Quiero empezar esto remitiendome a Christopher Cote, quien además de ser osage, fue una pieza clave en la construcción de un puente lingüístico entre su lengua y la película, y durante una entrevista, hacía la siguiente pregunta: “How long will you go along with something and not say something, not speak up? How long will you be complacent?”

En el año 2017 el periodista David Grann publicaba “Killers of the Flower Moon”, un libro de no ficción sobre los asesinatos de los indios Osage y el nacimiento del FBI. La historia empieza en Kansas, y no me van a creer si les cuento que Laura Ingalls (sí, la de “La Familia Ingalls” aka la novela de abuela por excelencia) está implicada en el relato. En este lugar, y alrededor del año 1870, a los indios osage se les había prometido una tierra sobre la cual asentarse y prosperar. Promesa que al poco tiempo empezó a ser desplazada a través de la llegada de familias y familias, entre ellas incluida la de la verdadera Laura. Esto significó apropiaciones a la fuerza o compra de tierras a un precio tan bajo y vergonzoso con el mero fin de ser el disfraz de una transacción para que los nuevos compradores simularan una instancia de legalidad. Los más ansiosos optaron por la matanza de osages y mutilación de sus cadáveres.

La historia continúa en una zona que era descrita por muchos blancos como “accidentada, pedregosa, esteril y no apta para cultivar nada”. Al escuchar esto, un jefe osage expresó: “Mi pueblo será feliz aquí. Hombre blanco no vendrá”. Así, en el 1870 los osage iniciaron su éxodo a una región al sur de Kansas conocida como Territorio Indio. Entre las migraciones forzadas y las “enfermedades del hombre blanco”, la población osage había menguado a 3000 personas, un tercio de lo que había sido 70 años atrás, Entre estos pocos miles, se encontraban dos nombres que tal vez nos suenan conocidos: Lizzie y Ne-kah-e-se-y, que se casaron en 1874.

Otra relación que se me ocurrió mientras avanzaba con la lectura es con ese capitulo de Los Simpsons en el que presentan a Juanita Manzanita, una versión colona de Lisa en el 1840 apasionada con comer frutas, enfrentándose a su padre y la tradición de matar bisontes. En un momento del relato se narra que “los osage seguían celebrando cacerías de bisontes, aunque lo que perseguían no era solo alimento, sino también el pasado”. En ese ritual, lo que solía prevalecer era la reunión de los más ancianos con los más jóvenes frente al fuego contando aquellas hazañas de guerra y valentía. Ya en 1877, no quedaban más bisontes por cazar y una de las causas era que las autoridades animaban a los colonos a erradicar a los animales, completamente conscientes de que “cada bisonte muerto es un indio más que se marcha”. La integración de los osage a los parámetros de la Unión claramente fue forzosa en tanto imposición de idioma, religión, educación, leyes, y maneras. La coerción ejercida para adaptarse a los modos agrícolas del hombre blanco se tradujo en hambrunas, desnutrición y, claro, decesos.

Avancemos hasta 1904 ahora, momento de negociaciones sobre las adjudicaciones de los terrenos con funcionarios del gobierno.

Punto 1: los osages lograron que las tierras se dividieran entre miembros de la tribu por lo que cada parcela pasaba de 65 a 350 hectáreas. Así, se pretendía evitar que los colonos se establecieran de una en el territorio aunque luego podían comprarle parcelas a los nativos.

Punto 2 y el clave para entender la relación entre el petróleo y ellos: pudieron introducir una cláusula que pasó medio desapercibida en un primer momento y parecía una curiosa disposición: “El petróleo, el gas, el carbón y otros minerales que puedan contener las tierras quedan reservados por la presente a la tribu osage”. Ellos sabían que debajo de la reserva sobre la cual se asentaban había depósitos de petróleo.

Punto 3: todos los osage registrados en el censo tribal recibían un headright, el cual era como una acción dentro del patrimonio de la tribu y sólo podían transmitirse por herencia.

El tratado se selló en 1906. Con esto en mente solo basta hacer 2+2 para entender como de cierta forma se estaba reglamentando también las reglas con las que se iban a manejar quienes quisieran aquello que no les perteneció desde el principio.

Habiendo repuesto estos elementos podemos ubicarnos ya en el comienzo de la película. Arrancamos con unos osage bañados en ese oro negro, bailando alrededor de él cual rito, que dicho sea de paso, será muy distinto respecto de lo que se transmite en la danza que cierra la película. Esta entrada parece un presagio sobre la subversión de valores del carácter cultual que une a una comunidad y cómo el lubricante social paulatinamente se empapa de ese líquido oscuro que causa muchas cosas, sin ser la saciedad una de ellas.

La mano de Scorsese nos entrega una obra lo suficientemente bien organizada como para tener un pantallazo de los grandes nombres que componen la línea narrativa que más relevancia tuvo, la de Mollie y Ernest. Sin embargo, y sin intención de ser la insoportable que menciona al libro a cada rato, era una tarea difícil. La historia, nuestra historia, aquella que nos hace habitantes del mundo, está lamentablemente rebosante de tragedias e injusticias. Ésta es un ejemplo mayúsculo de una de ellas: el pueblo osage fue ultrajado y despojado de cualquier clase potencia, en tanto capacidad de actuar, de la que un ser humano dispone.

Me pareció interesante que se escogieran dos cosas desde el principio: enfatizar la perspectiva predominante a partir de Ernest; y blanquear sus intenciones corruptas, junto con Hale, desde el momento cero. En el libro nos encontramos con un gran y vasto trasfondo de los involucrados, siendo realmente una revelación cuando el nombre de Ernest y el de Hale empiezan a rumbear hacia el lado de los conspiradores. Creo que ese es un lujo que puede darse la literatura, ya que el “plot twist” sucede aproximadamente cerca de la primera mitad, o sea ciento y pico de páginas adentro de lectura para encontrarnos con que aquel marido cariñoso y aquel funcionario respetado y cuya vida y actos se orientaban al bien y a la protección del pueblo osage, en realidad albergaban un desprecio tal por la vida de ellos que la enumeración de los actos dados para que las cuantiosas muertes ocurran los erige como verdaderos monstruos.

La cancha de Scorsese frente a historias de corrupción, grupos conspirativos, asesinatos y organizaciones policiales, es gigante y se nota. Esto se vuelve a plasmar en las oportunidades a diestra y siniestra que se nos presentan en los hechos, ya que hablar de este caso implica también hablar de la creación del FBI (tema aparte, todo lo que la peli no repone sobre todo el trasfondo de Tom White y su padre, está increíble). Esperé genuinamente con ansias que apareciese eventualmente el apellido White entre los subtítulos. Por cuestiones de extensión tampoco fue incluida la personalidad de Hoover, el creador del FBI, superior de Tom y quien contaba con sus intereses y conflictos.

Quería volver al inicio de este escrito y remarcar que si bien me parece una obra colosal, hay aspectos problemáticos. El foco de la película (Ernest, Hale, hazañas, robos, muertes, y demás) me hubiese parecido más adecuado si el enfoque de la película hubiese estado en la creación de FBI o en la impotencia osage frente a una justicia blanca en la que sus vidas valían menos que la de un perro y sus clamores sólo hacían eco en oídos sordos. Sin embargo este aspecto más ligado a la burocracia e instituciones no se encuentra tan presente en tanto eje, como sí parece ser el sufrimiento de Mollie.

Si uno se aleja de la película y piensa en ella y la cantidad de tragedias inmensas con las que tuvo que continuar viviendo, uno podría pensar que el cine, con sus modos y tiempos, obliga a que la genuinidad de la potencia misma de una historia se diluya por sus propias reglas de juego. Tampoco me voy a poner más papista que el papa, pero por momentos, y tal vez por tener la imagen un poco más ampliada gracias al libro, me figuré a la película como a medio camino de dos aspectos complementarios pero cuyo enfoque es bien distinto en cada uno. No estoy queriendo decir que esta historia no le correspondía contar a Scorsese, sino que, para bien y para mal, el resultado final es el tipo de historia que él sabe contarnos.

Y ahora sí retomo las palabras de Chris Cote, Scorsese hizo un trabajo increíble al permitirnos ver una función de más de tres horas de la vida osage y una aproximación a lo que pudo haber sido la convulsión febril causada por el dinero, la ambición y un cuerpo jurídico-civil que avaló y permitió tamañas atrocidades. Sin embargo, el enfoque en Ernest me hace pensar que no será hasta que los verdaderos protagonistas logren tomar la posta, contar ellos su propia historia, y que estemos realmente dispuestos a escucharla, cuando logremos acercarnos al hueso del asunto: el dolor despojado de cualquier artilugio que se nos pueda ofrecer para hacer más atractiva una obra.

Esto me lleva a pensar en que no es que no me parece un hecho buenísimo, y se lo agradezco al cielo, que Marty adapte estas historias tan interesantes de conocer, sino que lo que no me convence es que el estado de las cosas sea tal que para enterarme de la tragedia de los indios osage tenía que suceder esto, que un genio como él levante el caso. Muchos de los relatos que nos hacen parte de una cultura popular los conocimos en boca de sus propios, o representantes de, protagonistas. No sucede así con los indígenas.

Al decir esto creo no estar refiriendome a los osage solamente. Soy orgullosamente argentina pero bien sé que nuestra historia está escrita con sangre indigena, y que sobre sus tierras se enarbola hoy la bandera a través de la cual me reconozco como parte de una comunidad. Sin embargo, de sus historias y figuras conozco poco y nada. Sus rostros, sus vidas y su dolor no tiene lugar en mi cabeza. El cine se presenta así como la puerta de entrada para preguntarse por los propios lobos en las imágenes de un pasado en común.

Antes de cerrar me quedo con una reflexión del libro, que también me llevé del reciente documental Civiles Armados: El Holocausto Olvidado, y dice así: “la maldad podía adueñarse de cualquiera”. La actualizo: la maldad puede adueñarse de cualquiera. Sea la coerción frente a un ideal, la avaricia humana o el creciente y voraz individualismo que nos recluye a consumir nuestra humanidad en la destrucción de un Otro que me es totalmente indiferente en tanto satisfaga mis necesidades, ninguno de nosotros está a salvo.

No existe, o al menos no lo quiero imaginar, un escenario que me parezca deseable a partir de comenzar a vernos entre nosotros en términos de ganancias y pérdidas. Construir la imagen de un otro como un medio no es otra cosa que el principio del fin.

“There was no mention of the murders.”

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