Cowboy Bebop, la máquina del tiempo

Después de su trabajo en la serie Macross Plus (1994), el realizador Shin'ichirō Watanabe impresionó al mundo con el que es quizás uno de los animes más influyentes en Occidente y que a la fecha no ha envejecido ni un solo día: Cowboy Bebop (1998).

Esta especie de “Mandalorian” de los años 90 está ambientada en el año 2071. La serie sigue las aventuras de un grupo de cazarrecompensas a bordo del Bebop, una nave interplanetaria bautizada en honor a la icónica corriente musical emparentada con el jazz, ritmo que, desde luego, ambienta muchos de los mejores momentos de sus 26 episodios.

El personaje principal, Spike Spiegel es experto en Jeet Kune Do (la legendaria técnica de Bruce Lee) y disidente de una banda criminal; Jet Black es un expolicía cuyo pasado parece remitir al del viejo detective del cine noir, uno de los grandes géneros de la época dorada de Hollywood; Valentine es una estafadora adicta al juego que creció a comienzos del siglo XX y llegó al futuro criogenizada (te estoy viendo, Futurama).

El grupo lo completan Ed, la/el hacker verborrágico cuyo género no llegábamos a comprender del todo en los 90, pero que hoy tranquilamente podríamos calificar como no binario, y Einstein, un brillante perro corgi modificado genéticamente (sí, casualmente tiene el mismo nombre de la mascota del doctor Brown en Volver al futuro), y junto con Ed conforman una simpática dupla de figurantes que aderezan las correrías de los otros tres, al mejor estilo del parlanchín C-3PO y el ininteligible R2-D2 de la saga de Star Wars.

¿Cuántas referencias al pasado en una serie que aspira a mostrar el futuro no muy lejano? Aunque la serie tiene como trasfondo el espacio exterior, portales interplanetarios y naves espaciales, juega constantemente con elementos propios de géneros caducos, o que por lo menos vivieron su época de gloria hace ya varias décadas. Esta ópera espacial bebe directamente del western y el cine noir sin hacer mucho para ocultarlo.

El vaquero inmaculado, el cruce de disparos con armas de fuego (que no láser), alguno que otro samurái o pirata, pasados que se quieren dejar atrás, femme fatales y héroes que no son más que perdedores solitarios eran materia prima de estos antiguos géneros y lo son también en Cowboy Bebop.

Pero no solo las referencias al pasado están a la orden del día, también las que reflejan el presente. El primer capítulo, “Asteroid Blues”, reproduce casi al dedillo el bar del primer sangriento enfrentamiento en Desperado (Robert Rodríguez, 1995). Incluso, los villanos del episodio podrían ser un Antonio Banderas consumido por la adicción y una Salma Hayek encinta.

En otra ocasión, la tienda de lo que parece ser un indio americano se encuentra llena de cachivaches obsoletos, entre ellos una consola Family, aún en uso durante la década de los 90. En “Wild Horses”, uno de los episodios más emocionante de la serie, Spike es rescatado por nada menos que un transbordador de la NASA que se encontraba operativo durante los años 80s y 90s.

Las ciudades en las que transcurren las aventuras de Spike y compañía no son las urbes futuristas que suelen ambientar las películas de ciencia ficción, sino que más bien se parecen a Tijuana, París o Nueva York. El arma predilecta de Spike es una Jericho 941, una pistola de fabricación israelí introducida en Estados Unidos en la década de 1990.

¿Qué sentimos al mirar nuestro presente (por lo menos el de los que crecimos en esa década) como si fuera algo obsoleto, decadente, caído en desuso? Creo que lo que respira la serie al ritmo del jazz no es otra cosa que la más pura nostalgia, aquello que años más tarde describiría de manera tan precisa el héroe de otra serie profundamente anacrónica, Donald Draper de Mad Men:

La nostalgia es delicada, pero potente, es literalmente "el dolor de una vieja herida". Es una punzada en el corazón mucho más poderosa que el recuerdo.

Finalmente descubrimos que el Bebop, como el carrusel de diapositivas de Kodak que describe Don Draper en esas líneas, no es una nave espacial, es una máquina del tiempo.