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Revisitando Invasión de Hugo Santiago.

Ficha técnica:

INVASIÓN, Argentina, 1969. Producción Proartel. Productor, Hugo Santiago. Director, Hugo Santiago. Argumento y libreto cinematográfico, Adolfo Bioy Cásares, Hugo Santiago y Jorge Luis Borges. Fotografía, Ricardo Aronovich, Adelqui Camusso. Montaje, Oscar Mantauti, Alberto Yaccelini. Asistente de Dirección, Esteban Echeverrito. Con Olga Zubarry, Jorge Cano, Lito Cruz, Lautaro Murúa, Roberto Villanueva, Juan Carlos Paz, Leal Rey, Juan Carlos Galván, Aldo Mayo, Ricardo Ormello, Martín Adjemián, Horacio Nicolai, Claudia Sánchez, María de los Ángeles Medrano, Aldo Barbero, Cacho Espíndola y Hedy Crilla.

ANTE LOS TROYANOS: LA DERROTA

La razón por la que Invasión (1969) de Hugo Santiago continúa siendo cada día más sorprendente quizás la encontremos en aquella máxima del género que se le suele atribuir al maestro Phillip K. Dick: “La mejor ciencia ficción es la que más se parece a la realidad”.

Esta dicotomía: Ciencia-Ficción/Realidad, sujeta al viaje que cualquier obra (entendida como el mismo Borges definía los poemas de Quevedo; objetos verbales autosuficientes) realiza por el tiempo y el espacio es quizás también lo que más dignifique y trascienda las barreras del género que, a mi juicio, es lo que termina declarando el carácter de obra maestra u obra de referencia dentro de una familia de, en este caso, películas.

Invasión es una historia vieja, viejísima y que por ello hay que seguir revisando una y otra vez, por el principio mismo que nos obliga a seguir estudiando las antiguas culturas, por el espejo eterno de lo grecolatino para los occidentales. Pero una vez puesto el lugar común quiero ir más lejos. El espejo mencionado, siguiendo con otra clásica sentencia que atribuiré a Stendhal de modo muy libre, quizás algo torpe y sólo en favor de mi punto: “Una obra debe ser un espejo que vaya reflejando a lo largo del camino”, el espejo está, ¿pero a cuántos ha reflejado? Sostengo que, inquiriendo en Invasión, a muy pocos, como es costumbre no sólo en el Río de la Plata sino en Hispanoamérica.

Aquilea es el espejo, y así entramos, desde el Sur, en Invasión. En una secuencia de créditos tan atrapante como el corpus del film. Y no es sólo espejo de Buenos Aires sino espejo de toda la humanidad. Explicando sucintamente la vieja leyenda: Aquilea fue la ciudad (contando a sus habitantes) que resistieron a los troyanos, sabiendo aún lo inexorable de su derrota. Y en los primeros minutos accedemos tanto a las primeras imágenes del territorio (impresionante fotografía a cargo de Ricardo Aronovich y Adelqui Camusso, que figura como Fotografía Adicional y es en realidad quien tuvo que continuar el trabajo de Aronovich tras ser éste convocado en el exterior), como a otra imagen, un mapa dibujado (a cargo de Hugo Scornik) que conforme avancen las dos horas será casi un leitmotiv para otro de los temas filosóficos que se tratan, y que es también clásico dentro de la Literatura Rioplatense: la relación mapa-territorio que planteó alguna vez el filósofo polaco-americano Alfred Korzybski. Teniendo en cuenta que el guion está a cargo, como ya hemos dicho, de Jorge Luis Borges, y de Adolfo Bioy Cásares, toda la película tiene la respiración de los maestros que Hugo Santiago supo ubicar y transmitir en lenguaje cinematográfico. En éste sentido, la Ciencia Ficción, o el Fantástico, quizás las dos categorías más importantes y definitorias para la Literatura Latinoamericana en el Siglo XX, cuyo signo en el cine, a través de éste film parece obvio que aparecería rápido pero teniendo en cuenta las posibilidades industriales (que poco han cambiado) no lo es tanto; la película fue un fracaso comercial y de público, siendo apenas conocida en los años de su estreno, pero rápidamente alcanzando el estatus, tan vilipendiado por otra parte, de “Culto”. Es por eso que en toda la película encontramos frases con las que casi podríamos definir las principales preocupaciones estéticas que, yo diría inquietan a cualquier obra de Ciencia Ficción y que están directamente ancladas en la realidad. En este sentido el artista del cómic H.G. Oesterheld y su legendario “Eternauta” son un antecedente fundamental. Y acá entramos en lo que me interesa de pensar a Invasión como película de éste estilo y que puede aportar algo más al panorama del potencial espectador que ahora es mi lector.

Saliendo de la fertilidad literaria que presenta la película, y que a mi modo de ver resulta fundamental para hallar significados que interesen y estimulen su visión y revisión (porque, claro está que no es una obra para ver una sola vez), pienso que Invasión en términos de Ciencia Ficción presenta una tangente demasiado poco explorada en el cine ya no Hispanoamericano sino Mundial. Invasión sigue siendo una película extrañísima y secreta, como toda la obra de Santiago, más allá de su dimensión onírica, sus elementos folclóricos; toda la secuencia de Milonga de Manuel Flores, letra de Borges (que hallamos en su excelente libro “Para las seis cuerdas”) y música de Aníbal Troilo (qué tándem, ¿verdad?), produce el mismo efecto de una sesión de hipnosis, que es creo el estado en el que sumerge todo el film; más allá de todas estas ideas que son al final de cuentas argumentaciones teóricas y que detenernos en una sólo nos llevaría a lo que es, una concatenación, creo que ésta película se asoma a lo que menos se explora, ya no en la Ciencia Ficción sino siempre que se hace cine de género, que es utilizar motores propios de un estilo para crear un objeto autosuficiente (volviendo a Quevedo) y original. Y esto sólo se produce en el cine cuando se ejecuta la máxima del crítico uruguayo Homero Alsina Thevenet, a propósito de Crónica de un niño solo de Leonardo Favio, que también la dijo con otras palabras Witold Gombrowicz, el escritor polaco que más influyó en la Literatura Rioplatense: “La poesía en el cine sólo funciona cuando no se declama”. Invasión es eso, una película de Ciencia Ficción cuyas imágenes no pretenden presentarse como nada más que no sea una mera realidad. Y ahí, en esa fórmula es que hallamos la más posible permanencia de una obra.

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