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11 minutos por capítulo entre el recuerdo y el presente - El tiempo que te doy (2021), una miniserie de Netflix

Si estabas buscando una serie poética, honesta y llena de humildad, donde los personajes, más allá de tratar de luchar contra sus miedos, reconocen el dolor en cada poro de su piel, El tiempo que te doy (2021) es la mejor miniserie que podrías elegir para este próximo fin de semana. Hace ya tres años que fue estrenada en Netflix como una producción propia, creada por la propia protagonista, Nadia de Santiago, junto a Pablo Santidrián e Inés Pintor.

¿Cuál es la mejor forma de hacer frente a una ruptura? Trata de preguntarse Lina a cada paso. Los minutos avanzan, nunca mejor dicho, y el recuerdo de un tiempo que indiscutiblemente fue mejor llega a su mente como si de un jarro de agua fría se tratase. Con la misma fuerza de una ola arrolladora que no ves venir. Lo que era un pequeño recuerdo, casi minúsculo, latente en algún rincón de nuestra cabeza, comienza a coger más espacio, se hace algo más grande, abarca la mirada del momento presente y nos lleva, sin pedir ni siquiera permiso, fuera del pensamiento de la vivencia actual: somos víctimas del recuerdo, y de pronto, estamos viviendo en un tiempo anterior.

Ojalá alguien inventase un botón para devolvernos a la realidad, sacar el pensamiento del profundo pozo en el que habita en ocasiones (dependiendo de la época con más intensidad o con menos) y decirnos: “che, deja de pensar en el pasado, que ya se fue, ya existió, ya no más, ven acá”. Lamentablemente, no lo hay. Por mucho que a Lina y Nico, los protagonistas de esta serie, les hubiera gustado conseguirlo a toda costa.

El tiempo que te doy (2021)

Nada parte de forma tan dramática en esta propuesta que la propia actriz ha creado en forma de miniserie. Es más, en los primeros diez minutos todo se gesta como algo prometedor, esperanzador incluso, la viva imagen del primer amor a punto de ser descubierto para no querer dejarlo escapar jamás. Lina, trabajadora de un hotel en la temporada de verano, recoge la vajilla restante al amanecer. De un momento a otro, un encantador Nico aparece por detrás pidiendo un café, dando paso a una conversación en la que dos desconocidos tratan de descifrar dónde está la mirada del otro, las risas escondidas, los tiempos muertos. Las tempranas horas de la mañana, antes de que aparezcan los primeros huéspedes, regalan un silencio envolvente que, acompañado de una banda sonora impecable que describe el primer encuentro en esas horas inhumanas, cumpliendo con su función narrativa a la perfección. Esto no es exclusivo del primer capítulo, que con el nombre de «1 minuto de presente y 10 minutos de recuerdo», adelanta la mecánica que configura toda la serie.

Partiendo de un total de diez capítulos, de una duración de 11 minutos para cada uno de ellos, la historia de Lina y Nico se cuenta desde el principio, pero también desde el final. La ruptura forma tan parte de su relato como el inicio de su relación, de manera que esa primera parte que prometía una historia de amor vibrante, se desdibuja en el mismo primer capítulo que se presenta. Sus creadores ni siquiera nos dejan disfrutar de la fantasía ni un solo capítulo completo.

Estructura temporal

Esta mecánica de la que hablamos hace referencia a todas y cada una de las entregas, sin excepción alguna, pero va in crescendo los minutos de presente y disminuyendo los que forman parte del recuerdo, proponiendo una lectura del relato desde la visión de un vaso medio vacío. El tiempo que se le otorga a cuando la pareja ya ha dejado de mirarse a los ojos va en aumento, y esto conlleva que las primeras citas, los primeros viajes y todas esas primeras veces a través de la cual Lina y Nico se conocen (a la par que nosotros los conocemos) ocupen más tiempo en pantalla al principio de los capítulos, y vaya disminuyendo en los últimos.

2 minutos de presente y 9 minutos de recuerdo

3 minutos de presente y 8 minutos de recuerdo

4 minutos de presente y 7 minutos de recuerdo

5 minutos de presente y 6 minutos de recuerdo

(...)

y así, sucesivamente hasta llegar a diez

De alguna manera sigue el orden natural de las cosas, una relación empieza por el principio, cuando dos extraños se chocan en alguna parte, coincidiendo en tiempo y espacio, deciden poner todas sus energías e ilusiones en empezar un proyecto juntos. En una isla de la península ibérica, a las seis de la mañana en la piscina de un hotel. Ya lo decía Emma Morley sin pensarlo demasiado en Siempre el mismo día (2024): «It's one of the great cosmic mysteries, how it is that someone can go from being a total stranger to being the most important person in your life».

Pero en algún punto algo se tuerce, desconexión, infidelidad, momentos vitales antagónicos (no destriparemos cuál es el causante del adiós de Lina y Nico, o si lo son todos al mismo tiempo). Por este motivo, quizá no sería del todo justo decir que la mirada es algo negativa, aunque como todo en el cine es una decisión, y en el hecho de aumentar el tiempo de la ruptura al final de la serie, genera inevitablemente que el último recuerdo del espectador vaya a ser ese: el proceso de ruptura de una pareja.

Parece que el tiempo todo lo cura, pero no es así. Y Lina es quien mejor lo sabe. La vivencia se esfuma pero el recuerdo permanece, se hace cada vez más grande, se olvida lo bueno, se desvanece, desapareciendo. ¿Y con las promesas que hicimos mientras estábamos juntos? ¿Qué sucede? ¿También se esfuman? Hay lugares que quedan marcados para siempre, ya sea por una promesa, o porque volvemos una y otra vez y sin pensarlo, acaba convirtiéndose en nuestro lugar. Tal y como sucede con la montaña de vistas panorámicas en la que Lina y Nico se prometen celebrar sus cumpleaños con un simple pero tierno sandwich. Y así como cumplen la promesa durante el tiempo que están juntos, uno de los momentos más tristes de la serie se sitúa en este mismo punto, cuando Lina acude a celebrar su cumpleaños esperando que Nico esté allí (capítulo 6).

Temáticas principales

Este es precisamente el tema principal de El tiempo que te doy (2021), una miniserie que retrata el proceso de ruptura en su máxima amplitud. Abarca desde el primer encuentro y las primeras miradas cargadas de inocencia e ilusión, haciendo que a medida que avanza la historia, nos demos cuenta de que tan solo forman parte de un antecedente que sus creadores nos ofrecen para entender la causalidad de la ruptura. ¿Quiénes somos antes de que alguien nos conozca? ¿Antes de formar parte de otra vida? Un cajón de miradas acumuladas, de libros que nos hacen creer quienes somos y por qué, un montón de recuerdos, de historias y películas que relatamos una y otra vez tratando de buscar algo que forme parte de nosotros en ellas. Y cuando alguien externo, ajeno, diferente, llega para quedarse -con la misma fuerza arrolladora de aquella ola que no veíamos venir-, decoramos el cajón limpiamos los libros y organizamos el montón para presentarlo de la forma más bella, y hacer hueco a todo lo que trae la mirada nueva.

¿Qué sucede cuando esto se va? ¿Cómo organizamos el armario, los cuentos? ¿Qué somos sin todo lo que siempre hemos sido? Un baúl enorme, en el que a pesar de que antes navegábamos sin perdernos, ahora somos Alicia, sintiéndonos minúsculas en un lugar desconocido, tras haber ingerido algo que al principio no sabía tan mal. Este es el retrato de la ruptura, el duelo y la superación que sobre todo Lina, transita una vez que la relación con Nico deja de existir. Quizá esto es lo que sucede, que una historia que antes casi podíamos tocar, se evapora en el aire y deja de tener sentido.

Y decimos «sobre todo Lina», ya que el foco del relato está puesto en ella. Ya desde el principio, en el primer capítulo, cuando la historia empieza a contarse a partir de una chica que trabaja en un hotel y es él quien llega. Pero también sucede una vez la relación termina, pues el relato acoge el duelo de ella, como si alguien nos hubiera dado permiso para abrir una pequeña ventana e introducirnos en las fiestas de cumpleaños que le toca vivir, los primeros días en el piso sola, etc. No sabemos nada más de Nico una vez la relación se tuerce, y si conseguimos rescatar algún tipo de información, es gracias a personajes allegados, otras voces que cuentan lo que fue de él.

Así, la serie comienza centrándose en la relación entre ellos, pero la inevitable ruptura genera un abanico de posibilidades al abrir el círculo social de ambos. Cuando Nico desaparece de la vida de Lina, se produce un vacío inesperado en la vida de Lina. Tal y como sucede en toda ruptura, el tiempo, el espacio vital (y también el mental) que ocupaba una persona desaparece de un momento a otro, dejando a su marcha un hueco que de alguna manera tratamos de rellenar. Es así como en el caso de Lina, este hueco pasa a rellenarse a través de su círculo social, introduciendo nuevos personajes donde antes solo había ojos para uno.

Silencio, sonido y ruido

Al inicio de estas líneas ya comentábamos la importancia de la música a nivel narrativo. Son varios los momentos en los que la melodía trata de describir como se sienten Lina y Nico. Pero igual de importante que la música, es el silencio en esta serie. Como en una relación sincera y honesta, tal y como parece serlo esta (por lo menos al principio), el silencio se vuelve parte del día a día, tan importante como la propia comunicación. Una mirada tranquila, sosegada, un paseo sin rumbo fijo, o una visita a un parque acuático abandonado se reflejan a través del silencio de dos cuerpos que están tranquilos y el uno con el otro. Pero también sucede al contrario, cuando el silencio se vuelve tan ensordecedor que desearíamos tener cualquier ruido para sacarnos de un triste recuerdo. La solitaria velada de Lina comiendo el sándwich en la montaña está marcada por un silencio que nada tiene que ver con el que acostumbramos a escuchar en una fiesta de cumpleaños.

Todo es un arma de doble filo. El ruido puede convertirse en nuestro mejor aliado cuando no queremos escuchar lo que piensa nuestra cabeza. Lina y Nico tratan de desconectar, dejar de pensar, olvidarse el uno al otro, en discotecas y bares nocturnos en donde el ruido ahuyente el pensamiento. Y también hay ocasiones en las que el sonido, al igual que el silencio puede volverse ensordecedor, como le resulta a Lina en la fiesta de cumpleaños que le han organizado sus amigos, donde cantar la clásica melodía es lo último que desearía escuchar.

A través de estos elementos que resultan tan básicos, con los que todos nos hemos podido sentir identificados en algún punto de nuestra vida, se gesta y se construye la historia de Lina y Nico. Y funciona perfectamente. El engranaje narrativo y la estructura a través de la cual se organizan los capítulos tanto a nivel temporal como dramático, logran que el relato esté lleno de veracidad. Por no hablar de las interpretaciones de los protagonistas, pues Nadia de Santiago y Álvaro Cervantes trabajan sus personajes desde la naturalidad y la sencillez, sin grandes artificios, y desde el silencio y la mirada honesta, sobre todo desde ahí.

Supongo que queda poco más que decir sobre El tiempo que te doy (2021). Es el tipo de serie que uno vuelve a revisitar cuando no sabe qué ver, en una noche de pizza, peli y manta (o miniserie en este caso), y muchas ganas de sentirse acompañada. Ya disponible en Netflix.

Nahia Sillero.

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