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Anales de la Ciencia Ficción

"El doctor Erasmus Darwin y algunos tratadistas alemanes de fisiología han supuesto que no es del todo imposible el hecho en que se fundamenta esta novela."

Basta el prefacio de la novela cumbre de Mary Shelley para evidenciar el punto de partida de la Ciencia Ficción. Para que una obra alcance esta identidad de género, es necesaria una explicación apodíctica, sucinta o algo imprecisa, pero que aporte argumentos persuasivos para la comprensión. Esta intelección necesaria, ya sea pseudocientífica o rigurosamente científica, puede ser extensa o lacónica, incluso podría rayar en lo subliminal, siempre y cuando exponga, aclare o evidencie las razones o motivos que conforman el contexto en el que se desarrolla la trama y aporte sentido al Asunto, entendido como tema o argumento ya sea de un cuento o de una novela. De lo contrario, la obra debería ser catalogada en otro género, como los derivados de la literatura de fantasía o la narrativa de terror. Así, escritores que también son científicos, como el caso de Asimov, han definido la CF como un "escape a la realidad", y han valorado este sugestivo género literario como uno de los más importantes. Al hacer volar la imaginación, un científico puede proyectar su capacidad y anticiparse a lo que podría llegar a ser posible, hacer futurología, tal vez hasta prever una catástrofe, etc. Aunque el hecho pueda parecer fantasioso a priori, deberá estar sustentado por un argumento, teoría, especulación o conjetura de orden científico, planteado de manera más o menos convincente como posibilidad, aunque sea totalmente imaginario.

Para que este escrito no sea sólo un frío ensayo sobre el género continuará la anécdota que le dio origen, más cautivante y significativa:

Corría el año 1816, aquel año, “el año del verano que nunca llegó”, como le nombrara el escritor colombiano William Ospina. La erupción del Tambora en la isla indonesia de Sumbawa, en abril del año anterior, ocasionaría un cataclismo considerado el más terrible de los últimos diez mil años. La gran cantidad de dióxido de azufre en la atmósfera, según estudios, causó un enfriamiento del clima provocando el año más gélido de los últimos doscientos cincuenta años, siendo en el verano europeo donde pudo notarse más drástico, tanto que fue una estación que no se registró en sus características propias. Hasta se piensa que el clima hostil también fue determinante en la histórica derrota de Napoleón de Waterloo en Bélgica.

Así fue como en ese marco de lluvia y frío, del oscuro verano de 1916, la mansión conocida como Villa Diodati, en Suiza, a orillas del lago Lemán, fue el escenario del encuentro de Lord Byron con otros prolíferos escritores: el doctor John William Polidori, el poeta Percy Bysshe Shelley, novio de Mary Wollstonecraft Godwin (quien posteriormente adoptaría el nombre de Mary Shelley luego de casarse con él) y la escritora Claire Clairmont, quien por aquel entonces siendo medio hermana de Mary por línea paterna, fue una de las tantas amantes del poeta George Gordon, más conocido como Lord Byron.

Otro día más de persistente tormenta. El grupo reunido junto al fuego no deja de conversar, los fantasmas de otrora son convocados por el protagonismo de las interminables charlas promovidas por el tedioso y gélido hastío. Se nombraron personajes como Rousseau, Voltaire, que en distintos momentos pasearon por la Villa, se recordó a John Milton, autor de Paraíso perdido, un autor admirado y se comentó sobre las extrañas y peculiares investigaciones con cadáveres del doctor Dippel en el castillo de Frankenstein, experimentando con el poder del galvanismo, en la localidad alemana de Darmstadt…

Ajenas a la charla las manecillas del reloj repiten su sempiterno trajín. Así, cuando cae el manto negro de la noche, comienza el espectáculo de luces, relampagueando el firmamento con inusitada furia intermitente. Estremecedores flashes lumínicos pugnan por hacerse notar, espejándose siniestramente en el Lemán y colándose atrevidos por los resquicios de la caprichosa arquitectura de la mansión. Lord Byron como excitado por la carga eléctrica del ambiente, parece más extravagante que nunca, desbordando de chocante sensualidad y atrevida actuación, besa descaradamente a Percy, que se aferra a una botella casi vacía, y quien producto del alcohol parece disfrutar aquella osadía inusitada. Acaricia a Polidori como de paso, mientras ejecuta un excéntrico baile, y encara a Mary con una expresión desbordante de lívido. Luego de un gesto con su lengua como motivado por una repentina idea, pega un salto, toma un libro y con imponente postura y teatral declamación empieza a leer historias alemanas de fantasmas, una obra que casualmente llevó Polidori. En el punto culminante en que el terror converge en la silueta de Byron, a contraluz del fuego excitado de la imponente estufa del salón principal, quien se desplaza con grotesco andar, disimulando la deformidad de su pie zambo, con exagerados ademanes e impostando una tenebrosa voz, cierra bruscamente la obra Phantasmagoriana y propone:

–Escribamos cada uno una historia que deberá generar un clímax terrorífico, demos lo mejor de cada uno de nosotros en ello. Utilicemos la noche y hagamos que este “fin del mundo” sea de oportunidad literaria, seduciendo al terror.

Dos del grupo de escritores se lo tomarían muy en serio. La jovencita Mary y el más aficionado a la escritura: Piolidori. El aristócrata impulsor aprovecharía con otro propósito aquella lobreguez cargada de descargas eléctricas, irrumpiendo en la habitación de Claire, asustándola como un fantasma primero y dejándola poco después embarazada.

Esa noche Mary tuvo un sueño inspirador y al otro día traza el esquema de lo que sería Frankenstein o el moderno Prometeo, Polidori bosqueja El Vampiro. Increíblemente nacen así, casi juntos y en el mismo lugar, los dos monstruos más emblemáticos del terror gótico. Con el tiempo El Vampiro se metamorfoseó en una nobleza transilvánica de la mano de Bram Stoker y alcanzó la fama, antes Polidori cansado de tantos fracasos se suicidaría con ácido prúsico, creado paradojalmente por doctor Dippel en el castillo de Frankenstein, nombre que usaría Mary para el monstruo de su célebre novela. La cual, en proceso similar a lo sucedido con El Vampiro de Polidori, que vió la luz bajo la firma de Lord Byron, debió hacer un gran esfuerzo para emanciparse de las abusadoras imposiciones y exigencias para que figurara Percy Shelley en autoría, ya que tal impetuosa obra de tal vehemencia terrorífica no era propia de una jovencita. Pudo tranzar al fin, con la ayuda y contactos editoriales de su padre, a firmarla como Mary Shelley. Y así, con Mary, inspirada por la peculiar y estrecha amistad de Lord Byron, se da origen al singular género de Ciencia Ficción.

Como no quisiera que este escrito terminara como un frío ensayo sobre el género voy a derivarme a la anécdota que le dio origen, que será más cautivante y significativa.

Corría el año 1816, conocido como "el año del verano que nunca llegó", según el escritor colombiano William Ospina. La erupción del Tambora en la isla indonesia de Sumbawa, en abril del año anterior, causaría un cataclismo considerado el más terrible de los últimos diez mil años. La gran cantidad de dióxido de azufre en la atmósfera, según estudios, provocó un enfriamiento del clima, resultando en el año más frío de los últimos doscientos cincuenta años, siendo especialmente notorio en el verano europeo, que apenas se manifestó en sus características habituales. Incluso se especula que el clima hostil fue determinante en la histórica derrota de Napoleón en Waterloo, Bélgica.

En este contexto de lluvia y frío, durante el oscuro verano de 1816, la mansión conocida como Villa Diodati, en Suiza, a orillas del lago Lemán, fue testigo del encuentro entre Lord Byron y otros prolíficos escritores: el doctor John William Polidori, el poeta Percy Bysshe Shelley (novio de Mary Wollstonecraft Godwin, quien posteriormente adoptaría el nombre de Mary Shelley tras casarse con él), y la escritora Claire Clairmont, medio hermana de Mary por línea paterna y amante del poeta George Gordon, más conocido como Lord Byron.

Otro día de tormenta persistente. El grupo reunido junto al fuego no deja de conversar, convocando los fantasmas del pasado con sus interminables charlas. Se mencionan personajes como Rousseau, Voltaire, que alguna vez pasearon por la Villa; se recuerda a John Milton, autor de "Paraíso perdido", un escritor admirado; y se comenta sobre las extrañas y peculiares investigaciones con cadáveres del doctor Dippel en el castillo de Frankenstein, experimentando con el poder del galvanismo en la localidad alemana de Darmstadt...

Ajenas a la charla, las manecillas del reloj repiten su sempiterno trajín. Así, cuando cae el manto negro de la noche, comienza el espectáculo de luces, iluminando el firmamento con inusitada furia intermitente. Estremecedores destellos lumínicos pugnan por hacerse notar, reflejándose siniestramente en el Lemán y colándose audazmente por los resquicios de la caprichosa arquitectura de la mansión. Lord Byron, excitado por la carga eléctrica del ambiente, parece más extravagante que nunca, desbordando sensualidad y atrevimiento, besa descaradamente a Percy, que se aferra a una botella casi vacía, y, producto del alcohol, parece disfrutar de aquella osadía inusitada. Acaricia a Polidori de pasada, mientras ejecuta un excéntrico baile, y se enfrenta a Mary con una expresión lívida. Luego de un gesto con la lengua, como motivado por una repentina idea, toma un libro y, con imponente postura y teatral declamación, empieza a leer historias alemanas de fantasmas, una obra que casualmente llevaba Polidori. En el punto culminante en que el terror converge en la silueta de Byron, iluminado por el fuego excitado de la imponente estufa del salón principal, se desplaza con grotesco andar, disimulando la deformidad de su pie zambo, con exagerados ademanes e impostando una tenebrosa voz. Cierra bruscamente la obra "Phantasmagoriana" y propone:

–Escribamos cada uno una historia que genere un clímax terrorífico. Demos lo mejor de nosotros en ello. Utilicemos la noche y hagamos que este "fin del mundo" sea una oportunidad literaria, seduciendo al terror.

Dos del grupo de escritores se tomarían muy en serio esta propuesta. La jovencita Mary y el más aficionado a la escritura, Polidori. El aristócrata impulsor aprovecharía con otro propósito aquella lobreguez cargada de descargas eléctricas, irrumpiendo en la habitación de Claire, asustándola como un fantasma primero y dejándola poco después embarazada.

Esa noche, Mary tuvo un sueño inspirador y al otro día trazó el esquema de lo que sería "Frankenstein o el moderno Prometeo", mientras Polidori bosquejaba "El Vampiro". Increíblemente, nacieron así, casi juntos y en el mismo lugar, los dos monstruos más emblemáticos del terror gótico. Con el tiempo, "El Vampiro" se metamorfosearía en una historia de nobleza transilvana de la mano de Bram Stoker y alcanzaría la fama. Polidori, cansado de tantos fracasos, se suicidaría con ácido prúsico, creado paradójicamente por el doctor Dippel en el castillo de Frankenstein, nombre que Mary usaría para el monstruo de su célebre novela. La cual, en un proceso similar al de "El Vampiro" de Polidori, que vio la luz bajo la firma de Lord Byron, tuvo que hacer un gran esfuerzo para emanciparse de las abusivas imposiciones y exigencias para que figurara Percy Shelley como autor, ya que una obra tan impetuosa y terrorífica no parecía propia de una joven. Al fin, con la ayuda y los contactos editoriales de su padre, logró firmarla como Mary Shelley. Y así, con Mary, inspirada por la peculiar y estrecha amistad con Lord Byron, se dio origen al singular género de la Ciencia Ficción.

Frankenstein o el moderno Prometeo, ya sea posible o no en la vida real, marcó un hito como novela de Ciencia Ficción. Sin embargo, hoy en día, si consideramos que desde abril de 2017 se especula con un trasplante de cabeza, inicialmente presentado en los medios como exitoso y llevado a cabo en China, aunque dos años después se cuestionara seriamente su éxito, poniendo en tela de juicio al neurocientífico Sergio Canavero como su principal mentor y generando un intenso debate en círculos académicos. Pero, vaya si no parece algo fantástico. ¿O será más propio de la Ciencia Ficción? ¿O acaso es realidad?

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