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Farenheit 451: ¿Es usted feliz?

Libros, cenizas, humo y memoria

“Lunes, arde Millay, miércoles, Whitman, viernes, Faulkner. Hazlos cenizas y luego quema las cenizas”

Ray Bradbury

Farenheit 451

En un mundo cada día más globalizado producto del significativo avance de la tecnología, mecanización, individualismo y reproducción del humano en masa como una mercancía más, -síntoma de esa enfermedad llamada viralidad/influencer/AI . Ya es un hecho y nos da luces para no asombrarnos con la sentencia: “la realidad supera la ficción”. Queda responder la pregunta de Clarisse McClellan a Guy Montag:

____¿Es usted feliz?”, en Farenheit 451 de Ray Bradbury, quien junto a “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, publicada en (1939) y los libros de George Orwell “Rebelión en la granja” y “1984”, publicados en el (45 y 49), respectivamente, representan las novelas de literatura de anunciación más preclaras que jamás se hayan escrito. Sin obviar a Asimov, Philip K. Dick, Anthony Burgess, el pesimista Kafka y un largo etcétera.

Bradbury escribió la novela en el año (1953), en pleno auge del macartismo promovido por el Congreso de Estados Unidos y el Comité de Actividades Antiamericanas, que dio lugar al miedo, la censura del arte, la literatura, periodismo, listas negras, represión política y el asesinato de múltiples líderes sociales. El ingenioso Ray, aficionado a los libros, logró crear un cuerpo de bomberos que iniciaba el fuego en vez de apagarlo, ya de por sí, es una metáfora bastante sugestiva y la llamó Fahrenheit 451, que no es otra cosa donde la temperatura enciende el papel y se da ese proceso llamado combustión.

Estos bomberos destructores de libros, eran representados simbólicamente en salamandras. Pero, no solo quemaban libros, eliminaban todo lo que generara pensamiento crítico, reflexión, análisis, debate y por último el exterminio de la memoria. “Las salamandras son espíritus, porque aparecen como seres brillantes y deslumbradores, y es que no se reflexiona que su carne y su sangre son de naturaleza luminosa” explica el alquimista Paracelso. Así van las transnacionales de la desinformación con toda su luminaria y aparataje cargados de postverdad, y los llamados influencers con ese neolenguaje prefabricado con mucho emoticón y carente de vitalidad, fríos como un cadáver, espejo donde se refleja nuestro sistema educativo basado en la repetición, memorización y consecuente olvido. “Era un placer quemar”.

Fotograma de la adaptación de François Truffaut

El poder siempre se las ha sabido arreglar para despojar de sentido todo lo que tiene alma. El libro no es la excepción, ya sea para control o banalización del mismo. Desde la invención de la imprenta y quizás mucho antes lo que McLuhan llamaba un recurso repetidor, el libro se ha constituido en un valiosísimo instrumento que a la clase dominante le ha servido para manipular e imponer sus escuetas ideas bajo una retórica mezquina carente de algún valor, al pueblo para ir contra ellas y exterminar la servidumbre.

El libro y el conocimiento son instrumentos de poder y a su vez de liberación de los pueblos. Hasta la fecha nadie niega los aportes del libro a la humanidad, por ello Bradbury diviso esa sociedad conformista, desinformada y blanco fácil para el manejo mental. La anticipada lectura de la realidad, en Ray, generaba angustia al pensar que el futuro del arte podría ser devorado por la ciencia. “Todos los días topamos con personas que desean la destrucción de la sabiduría humanista recogida por los hombres para poder manejar a éstos como máquinas. Hitler, sin ir más lejos”. El tema de Fahrenheit 451 surgió de esta obsesión y del descubrimiento de un documento de (1790), donde se le exigía a los bomberos norteamericanos la quema de cualquier libro de influencia británica en las colonias. El firmante de esa orden era Benjamín Franklin aseguró el escritor.

Animación
¿Por qué leer «Fahrenheit 451»?

Iseult Gillespie

No hay una definición arquetipal del fuego y son diversos sus significados desde el campo simbólico y psicológico. El fuego está asociado a la vida, la creación y las ideas, pero al mismo tiempo a la muerte, la destrucción y la fatalidad. Desde lo psíquico decía Gastón Bachelard: “el fuego no ha podido revelar su secreto, se lo capta cual una realidad universal: con ello todo se explica” de ahí los grandes logros estéticos que logró Bradbury y la poderosa vigencia que tiene su obra en la actualidad.

Cine ideología y cultura de masas

A los libros, ya no es necesario que los prohíba la policía: los prohíbe el precio.

Eduardo Galeano

Farenheit 451 fue llevada al cine en (1966) por François Truffaut, en lo que sería su primer filme de habla inglesa protagonizado por Julie Christie y Robert Werner, hasta la recién estrenada para HBO (2018), dirigida por el realizador de origen iraní Ramin Bahrani, con actuaciones de Michael B. Jordan, Michael Shannon y Sofía Boutella, presentando una firme posición sobre la sociedad hedonista, donde el entretenimiento y el control del conocimiento se forja en las distintas plataformas de las redes sociales. Para la bigdata somos una mera cifra manejada a su antojo en ese gran desierto de la ignorancia. Si no existieran pendejos, quizás los influencers fueran los pendejos.

Fotograma de la cinta de Ramin Bahrani.

Llevar este libro al cine supone todo un reto que el mismo Truffaut reconoció tras un intercambio epistolar con Bradbury: “Puedo decirle con franqueza que respiro con más tranquilidad ahora que nuestra larga y común aventura de Fahrenheit 451 ha concluido. Aunque fue excitante, debo decir que a menudo me sentí apabullado por el alcance del proyecto. Quizá fui muy ambicioso y constantemente temí que mis esfuerzos no fueran iguales a su trabajo”.

A lo que Ray, contestó positivamente con otra carta sobre su visión del filme: “Que raro es para un escritor entrar en una sala de cine y ver su propia novela fiel y excitantemente contada en la pantalla. Truffaut me ha devuelto el regalo de mi propio libro, hecho en un nuevo medio, al preservar el alma del original. Estoy profundamente agradecido”, más tarde expresó su descontento por algunas libertades que se tomó el francés a la hora de rodar la película. Lo cierto es que Truffaut, tuvo que lidiar con la barrera del lenguaje, sumado a la hostilidad de Werner en el rodaje que no fue el mismo personaje simpático de “Jules y Jim”.

Bradbury vislumbró el advenimiento nocivo de la televisión y publicaciones como Reader’s Digest, como también nos alertara Federico Fellini, con el surgimiento del control remoto (mando a distancia), a quien llamó “libertad fatal”. El control remoto dio origen al zapping, y con esto un poder efímero al espectador, que le permitía sentarse frente a la tele y cambiar canales omitiendo que no controlaba los contenidos que veía. Remataba Bradbury “La televisión, esa bestia insidiosa, esa medusa que convierte en piedra a millones de personas todas las noches mirándolas fijamente, esa sirena que llama y canta, que promete mucho y que en realidad da muy poco”. ¡Hagamos el símil con el el poder de las RRSS en la actualidad, por favor!La distopia ya esta aqui

La televisión tiene un reposado paralelismo con internet y esas herramientas por la que estamos constantemente “conectados” (redes sociales), donde el narcisismo surge de la deserción trascendida de los valores y fines sociales estimulados por los métodos de individualización. En la red la esfera privada convierte a cada uno en su propio dios. Bahrani lo plantea en la reciente versión de Farenheit 451, él mismo comentaba en un artículo que publicó recientemente: “Me preocupaba la confluencia de la tecnología en la política…y pensé que sería una manera moderna de hacerla… ahora tenemos un presidente de EE UU que nunca ha leído un libro, las redes sociales en vez de las pantallas en las paredes y Wikipedia y Google para sustituir nuestra memoria”. Se me paran los pelos al pensar en los recuerdos de Facebook y los stories de Instragram.

Tanto en la novela como en los dos filmes, cobra sentido esa categoría zombi que representa la sociedad actual que a la inversa de muertos que simulan estar vivos, son los vivos que actúan como muertos. ¿No me cree? Vaya a un café donde la gente supuestamente sale a conversar y los verán sumergidos en sus inteligentísimos celulares. Y es que, gracias a su felicísima vida, no queda otra que meterse una alta dosis de drogas, es decir: entretenimiento. Esa sociedad donde la gente es “feliz” y está enganchada a los teléfonos, las tablas y las computadoras, responde la pregunta de Clarissse a Montag.

Basta con mirar a nuestro alrededor para ver a todos y todas prácticamente uniformados con las mismas prendas, peinados, zapatos, tatuajes y discursos. El triunfo de la uniformidad y el capital al grito del individuo “libre” que para sentirse menos solo consume. Como diría el Capitán Beatty, en la cinta de Bahrani y ¡repitan conmigo! “No nacemos iguales, así que nos hacemos iguales por el fuego y entonces somos felices”, en clara alusión con la constitución de EE.UU.

Truffaut y Bahrani, han hecho de esta crítica social una alerta del carácter cada día más alienante y a su vez aparentemente feliz de nuestras sociedades. Una manipulación que llega a niveles insólitos y lo peor: con unos pocos conscientes de lo que ocurre. Con sus estéticas claramente definidas Truffaut, optó por presentarnos un Montag sin sentido por la vida, sin siquiera saber por qué hace lo que hace, y su esposa Mildred “feliz”, con la pantalla-muro drogada todo el día de tanto zamparse pepas. En lo que sería su primer filme a color y el único que hizo en inglés.

Nada de esto es casual y viene permeado por la censura, la automatización, vía tecnología y la clave de todo esto: el conocimiento y la ignorancia. Así que la pérdida del valor por la vida tiene un irreversible coste, llamado violencia.

Por otro lado, Bahrani sorteó la modernidad y nos llenó de pantallas gigantes, circuitos cerrados y nos mostró la evolución del código de barras: códigos QR para acceder a lugares ilimitados solo con tu huella, voz y pupila. La sociedad descontroladamente controlada al ritmo de los likes y los emojis. Así como el mismo lo afirmó “Cuanto más erosionamos la lengua, más erosionamos nuestro pensamiento complejo y somos más fáciles de controlar”. Entre los aciertos del también director de “99 Homes”, está el hecho de presentar el libro físico como una rareza, el mismo Beatty le expresó a Montag que ni sus nietos conocerían un libro en papel.

Trailer de la cinta de Bahrani

Otro elemento a resaltar está en la sustitución de Mildred por la vocecita de Yupxi, tan naturalizado en este valle de sordos y narcisos: individualismo puro. Lo odioso, un Michael Shannon (Beatty), haciendo de malo malote como lo hizo en “Entrega inmediata”, persiguiendo unos fixeros por todo Nueva York y en el fiasco de “Las formas del agua”, con la variante de escribir frasecitas en Rolling. Galeano quizás tenga razón, pero una sociedad que no lee no necesitará policías, ni Montag que quemen libros. Tal como lo advirtiera Bradbury: “Hay peores cosas que quemar libros, una de ellos es no leerlos”.

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