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APORÍA

EL ALTO COSTO DE LAS BUENAS ACCIONES

A la hora de aportar alguna consideración sobre este lúcido e inquietante film de ciencia ficción, en primera instancia corresponde aclarar el significado de su título, ya que recurre a una palabra poco frecuente en el habla cotidiana.

Según el Diccionario de la Real Academia, aporía es un “enunciado que expresa o que contiene una inviabilidad de orden racional”.

En segunda instancia, no está de más señalar que es una pena que cierta cinefilia culta desprecie por igual todo producto proveniente del género fantástico, como si este solo se ocupara de repetidas distopías apocalípticas o destripadores seriales de adolescentes, sin abrirse a la posibilidad de que alguna de sus ofertas consiga sorprendernos y dejarnos pensando.

A nuestro modesto criterio, esto ocurre con Aporía (2023, Jared Moshé), una historia de viajes en el tiempo sin viajes en el tiempo, en la que dos amigos medio pelo que se apodan mutuamente “Einstein” y “Faraday” construyen una estrafalaria máguina (en la foto) capaz de enviar hacia entre 5 y 8 años atrás una micropartícula en condiciones de impactar sobre un objetivo prefijado, evitando así que dicho blanco ocasione consecuencias que en el futuro haya que lamentar.

En el presente narrativo del relato en cuestión, el aparato no ha sido aún probado. Su puesta en marcha se verá justificada a partir del accidente fatal que sufre uno de esos dos amigos, a instancias de su viuda.

A partir de esa experiencia inaugural, consistente en la eliminación del chofer ebrio del vehículo que atropelló a uno de los dos inventores, se sucederán otras tantas, siempre basadas en pulsiones reparatorias animadas por nobles sentimientos, pero que sin embargo habrán de ir demostrando que las “correcciones” producidas acarrean una marea de consecuencias laterales en el entorno de todxs lxs involucradxs, y no solo eso, sino que modifican la memoria original que sobre el pasado tienen los propios mentores de la experiencia.

Por último, digamos que el film propone un final abierto, de esos que delegan su elucubración al público, de modo que así se convierte en un plato no apto para haraganes.

Ir más allá nos haría correr el riesgo de caer en spoilers, y los planteos que formula el film ameritan llegar a él en el estado más virginal posible.

No obstante, podemos adelantar que la mayoría son de carácter moral, y giran en torno al antiguo dilema acerca de si nos asiste o no el derecho de suprimir una vida en aras de salvar unas cuántas, hueso duro de roer desde los orígenes de la historia humana.

Sobre todo, desde la latitud en que parten estas palabras, adonde en numerosas ocasiones hemos padecido políticas de exterminio practicadas desde el Estado, siempre justificadas en el afán de evitar males mayores.

Y mientras el poder nunca abandona el monopolio de tal potestad, siempre se ocupa de persuadir a lxs débiles para no imitarla, recomendándoles ofrecer la otra mejilla a sus verdugos. -

JORGE FALCONE

para Salón Hindú

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