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La trilogía concluyó satisfactoriamente en el año 2016, cuando el adorable y hambriento Po aceptó su improbable papel como guerrero Dragón. Él encarna tanto el papel de estudiante como el de maestro, ganándose el respeto de los Cinco Furiosos y su mentor, el Maestro Shifu. Demostrando su valentía, defiende el Valle de la Paz contra diversos adversarios animales. Po comparte un vínculo de crianza con sus dos padres: el ganso restaurador, Sr. Ping, y su padre biológico panda, Li. Todo está bien.
Después de ocho años, Kung Fu Panda 4 no logra justificar su realización. No logra capturar la delicada artesanía y el encantador humor de sus predecesoras. La espiritualidad desapareció y fue reemplazada por secuencias de acción frenéticas. Mientras que las entregas anteriores apelaban tanto a adultos como a niños en múltiples niveles, ésta se dirige principalmente a audiencias más jóvenes con enfoques frívolos y superficiales.
Las películas dirigidas por el director Mike Mitchell (Trolls, La gran aventura LEGO 2) y la co-directora Stephanie Ma Stine, el ritmo se siente apresurado y descuida oportunidades para la tensión o el humor. Por ejemplo, una broma visual que presenta un toro literal en una tienda de porcelana ejemplifica esto: pasa rápidamente en una escena de persecución, privándonos de la oportunidad de apreciar los detalles.
Aparte de los juegos poco inspirados, el problema principal con el guion de los escritores recurrentes Jonathan Aibel & Glenn Berger y Darren Lemke (Turbo, ¡Shazam!) es la naturaleza artificial del evento que desencadena la trama. Shifu (Dustin Hoffman) informa a Po (el siempre enérgico Jack Black) que debe asumir el papel de líder espiritual del valle, una responsabilidad ocupada por el difunto y legendario Maestro Oogway. Además, a Po se le encomienda pasar las responsabilidades diarias del Guerrero Dragón a un protegido. El momento de esta decisión parece cuestionable, ¿por qué ahora? Po acaba de asumir el papel y un montaje de audiciones apresurado no justifica el cambio repentino.
Además, también hay una amenaza más inmediata, que nos presenta a una plétora de nuevos personajes con las voces de un impresionante elenco de actores. Una hechicera cambiante de forma llamada la Camaleón (con la formidable Viola Davis como voz) tiene como objetivo robar el Bastón de Sabiduría de Po, con la intención de aprovechar las habilidades de todos los villanos en el Reino del Espíritu. Este plan guarda un sorprendente parecido con los nefastos planes de Kai, el antagonista sobrenatural con la voz de J.K. Simmons en Kung Fu Panda 3. Para frustrar a la Camaleón, Po busca a regañadientes la ayuda de Zhen, un astuto zorro versado en los modos del mundo exterior, un conocimiento que le falta a Po. Zhen, con la voz de Awkwafina, asume otro papel de compinche ingenioso. Aunque su humor es de hecho una fortaleza, se está volviendo algo repetitivo, especialmente considerando sus apariciones en películas animadas como La sirenita, Los tipos malos y Raya y el último dragón.
Mientras Po y Zhen viajan para frustrar a la Camaleón en la bulliciosa metrópoli de Juniper City, un lugar lleno de calles estrechas y mercados bulliciosos pero carente de una representación imaginativa, los dos padres de Po los siguen clandestinamente. Sin embargo, su subtrama parece una idea secundaria, con los personajes enternecedores de Bryan Cranston y James Hong teniendo poco que hacer además de preocuparse y seguir. Dentro de la ciudad, nos encontramos con Han, el líder de los ladrones callejeros, interpretado por Ke Huy Quan. La abundancia de nuevos elementos se vuelve cansina, especialmente considerando la ausencia de los Cinco Furiosos, que supuestamente están en misiones en solitario. Esta partida es desconcertante ya que la esencia de Tigresa, Grulla, Víbora, Mantis y Mono reside en su trabajo en equipo colectivo, donde sus fortalezas individuales se ven potenciadas mediante la colaboración.
Además, gran parte de la magia que define las películas de Kung Fu Panda parece estar ausente aquí, especialmente el concepto vital de la paz interior. Las entregas anteriores brindaban momentos para detenerse, sumergirse en los ricos colores y texturas de intrincadas secuencias de animación, presentadas en forma de flashback. Estos interludios visuales eran cruciales no solo para la narración de historias sino también para fomentar el ambiente espiritual único de la serie. Sin embargo, en esta entrega, se nos presenta una escena de persecución frenética ambientada en una versión de Crazy Train de Ozzy Osbourne, una elección que parece adecuada dada la percepción de descarrilamiento de la franquicia.
MartinaLopez
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