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Lo que se ve en 'Simon' definitivamente SI es una dictadura | Review

POR JERÓNIMO CASCO

24 de MARZO del 2024, 03.31 AM | UTC-GMT -3

Acechado por el terror que le genera la incertidumbre diaria de no saber cual será su futuro, Simon representa a una gran parte de la sociedad latinoamericana. Así como hace algunos lo representaba magistralmente la mexicana ‘Ya No Estoy Aquí’ con su construcción de la persona desde la idiosincrasia cultural de las comunidades más jóvenes y vulnerables, la también ópera prima del realizador venezolano Diego Vicentini retrata los horrores que provienen de los traumas, pero en este caso con una denuncia social más marcada (y necesaria) que en la primer película de Fernando Frías de la Parra.

El ahogamiento social y el totalitarismo político que vive la república bolivariana hace ya varios años bajo la escalofriante sombra del dictador Nicolás Maduro es innegable. Desde hace más de una década que el país se encuentra sumido bajo un terror constante que obliga a sus ciudadanos a abandonar sus tierras, o esperar que los más jóvenes puedan hacerlo con el sueño de crecer y poder ayudar a sus familiares.

En este contexto emerge la figura del protagonista absoluto de la cinta, un joven adulto que sin otra opción que irse de su país se encuentra viviendo en Miami como ayudante de cocina, y en la lucha interna entre volver para reclamar y pelear por lo suyo en su tierra natal, o mirar a un costado y forjar su camino lejos de todo el caos. Viajando en el tiempo con sus peores memorias como flashbacks, Simon es ayudado por Melissa, una joven norteamericana que se encuentra en el inicio de su cursada de Derecho y al ver las condiciones en las que viven más de la mitad de la población de Venezuela decide hacer algo al respecto.

La idea de que ambos personajes, tanto Simon como Melissa, quieren cambiar el mundo a pesar de sus diferencias es uno de los ejes más interesantes de la película. Mientras que Simon lideró la lucha de un movimiento estudiantil en su país para poder reclamar derechos básicos, Melissa se siente desesperanzada por no poder ver en los demás abogados del buffet en el que trabaja la humanidad suficiente para poder cambiar las atrocidades que se viven en otros países, o al menos en el que viven.

A su manera ambos intentan sanarse del dolor que sienten ante la misma situación que atraviesa, ya sea visto desde los ojos ajenos de Melissa o los traumas de Simon. La película funciona ya que vista desde la potencia visual de sus momentos más violentos o desde el calor humano que encuentra el protagonista, la extraña sensación de superación y posterior caída que se va generando existe en todo momento, ya que los problemas del joven no desaparecen: nada parece arreglar las consecuencias de su sangrienta historia en su país, y esto los traslada a situaciones cotidianas que no deberían afectarle.

El discurso de este intenso thriller político/psicológico jamás se ve manchado por ideologías extremas, algo que si creo que sucede constantemente en el cine argentino. Se remite a los hechos, y a pesar de que está basada no en una historia real en específico sino en la historia de un país entero, no cae en lugares burdos de adoctrinamiento barato: emociona hasta las lagrimas y nos hace sentir parte de una minúscula pero importante porción de la historia moderna de Latinoamérica que debe ser juzgada con todo el peso de la ley.

A fin de cuentas, me pareció sumamente importante publicar este artículo el día de hoy ya que el 24 de marzo en Argentina es un día sumamente importante porque es el Día Nacional de la Memoria y la Justicia en conmemoración a las víctimas de la última dictadura que vivió el país. Hoy muchos medios hacen eco e intentan imponer la idea de que la dictadura volvió a la Argentina: pero la realidad es que la gente ya se no come el cuento. Usar un día tan importante para hacer propaganda y bajada de línea política en vez de realmente vivirlo como un homenaje expone a la vista de todos (o la gran mayoría, según lo que el pueblo votó) que hay un cambio de paradigma, que las cosas han cambiado. Y que no nos olvidemos: lo que retrata SIMON si es una dictadura.


CONCLUSIÓN:

“El debut como director de Diego Vicentini es un crudo retrato de la actualidad que atraviesa Venezuela enfocado desde el lente de un joven que, como la gran mayoría de sus ciudadanos, se ven obligados a abandonar su tierra natal en busca de un futuro mejor. Necesaria como pocas, 'Simon' es una denuncia social que se apoya en una innegable realidad que necesita ser aceptada por todo el planeta.

El trabajo de Christian McGaffney como el protagonista es sublime: contenido en una ira producto de la impotencia, trabaja y expresa la sensación de desidia con una sutileza tan potente como arrolladora.

Definitivamente lo que se ve en esta película SI es una dictadura, al contrario de lo que intentar vender y adoctrinar en otros países."

PUNTAJE: 8.2 de 10


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