Los demonios de Cronenberg: Una guía para entender al maestro del body-horror

POR JERÓNIMO CASCO

15 de MARZO del 2024, 12.18 PM | UTC-GMT -3

¿Qué es lo que se esconde más allá de la piel? Esa es la pregunta que acecha e inquieta al maestro del body-horror David Cronenberg hace más de cuarenta años, reinventándose en las formas para responder a la pregunta e indagando sobre cuáles son los límites éticos y morales sobre las decisiones que tomamos con nuestro cuerpo y el de los demás.

Desde sus primeros trabajos en el cine de “terror corporal” como Shivers (1975) o Rabid (1977), hasta sus incursiones más recientes en el drama psicológico como Spider (2002) o A History of Violence (2005), Cronenberg se propuso salirse de la norma y explorar sin miedo alguno temáticas oscuras y perturbadoras que nos han dejado reflexionando hasta nuestro presente.

Pero, ¿cuál es la verdadera relación entre el cuerpo y la mente para el director? Desde sus primeras películas, el realizador ha estado obsesionado con la conexión que el cerebro puede crear con el resto del cuerpo. La gran mayoría de sus títulos indagan la intersección que se puede crear entre la carne y la tecnología, la enfermedad y la transformación, el dolor y el placer. En obras como su remake de The Fly (1986) protagonizada por Jeff Goldblum, vemos cómo la fusión del cuerpo humano con la tecnología puede llevar a resultados grotescos y perturbadores. En Videodrome (1983), Cronenberg examina la influencia de los medios de comunicación en nuestra percepción de la realidad, y cómo la tecnología puede moldear nuestra conciencia de maneras inquietantes, revelando emociones y personalidades que tal vez nunca sabíamos que estaban ahí.

Otro tema recurrente y para nada menor en su cine es la dualidad de la naturaleza humana. Personajes que luchan con fuerzas internas opuestas, debatiéndose entre el bien y el mal. En Crash (1996), clásico de culto indiscutido, los personajes se ven atraídos hacia experiencias extremas y peligrosas en busca de sensaciones que desafíen los límites de lo moralmente aceptable, como lo es el hecho de cometer actos sexuales en accidentes de tránsito o provocarlos para poder cometerlos. Otro ejemplo es Promesas del Este (2007), en donde el canadiense examina el lado oscuro del “sueño americano” (en este caso sería el sueño europeo) a través de la historia de un hombre que se ve arrastrado al mundo del crimen organizado en busca de una vida mejor.

Cronenberg no sólo es conocido por su capacidad para resaltar la psicología de sus personajes mediante la exploración de sus cuerpos, sino que también expande esas escalas creando mundos alternativos y distorsionados que desafían nuestra comprensión de lo que es real. En eXistenZ (1999), el director nos sumerge en un mundo de realidad virtual donde las fronteras entre lo real y lo imaginario se desdibujan. En Cromosoma 3 (1979), presenta una visión distópica de una sociedad futurista donde la genética y la manipulación biológica han llevado a la creación de nuevas formas de vida.

A lo largo de su carrera, Cronenberg ha pasado de hacer películas de terror visceral a explorar temas más introspectivos y filosóficos. Si bien sus primeras películas eran conocidas por su contenido gráfico y perturbador, por su tratado de la narrativa (casi) experimental y por esa innegable sensación de cariño al cine clase B, sus trabajos más recientes como Cosmopolis (2012) o Maps to The Stars (2014), se animaron a someter a la audiencia no mediante la carne como el eje sino mediante una mordaz crítica a la sociedad postmoderna, en donde los vicios y la viralización son el verdadero cáncer que destruye los cuerpos por dentro.

El cine de Cronenberg combinó fascinantemente todos estos conceptos en su última película: Crimes of the Future (2022) es una exploración de los rincones más oscuros de la psique humana, y una reflexión cruda y visceral sobre la naturaleza de la realidad y la identidad. En ella se animó a definir con una mirada audaz y provocativa (como lo es de costumbre) cuáles son los roles de la sociedad en relación a los dolores que infligimos y autoinfligimos. Retro futurista como pocas, la película explora temas profundos como la identidad, la ética científica y la corrupción como la regla.

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