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El BLUES DE LA CIVILIZACION se toca en Buenos Aires

Cuando el poster es muy bueno y dan ganas de ingresar al mundo que nos propone, ya es un buen comienzo. Y cuando la película está a la altura de la promesa, el resultado es inmejorable.

Blues de la Civilización es una propuesta muy sólida. Interesante y divertida.

Su director Guido Ferrari hace uso de una gran variedad de recursos propios del lenguaje del cine como un consumado artesano del oficio. Y el equipo técnico en su totalidad está a la altura del desafío.

Logra que nos quedemos prendados de la historia mientras nos lleva de paseo por un abanico de sensaciones, emociones y pensamientos.

Y todo ello sin una gota de petulancia intelectual. No busca impresionarnos, no recurre a golpes bajos y definitivamente está consciente de que el cine es una forma de entretenimiento.

Y en el cine independiente eso ya es un montón.

Porque Blues de la Civilización tiene profundidad social y psicológica cuando ingresamos en la vida de los personajes, pero se encuentra hábilmente escondido en el sustrato de la historia.

No busca parecer un discurso. En cambio nos propone descubrir al asesino. No nos subestima, al contrario nos hace cómplices en el juego del descubrimiento.

Aplausos por ello.

HABLEMOS DE CINE

La propuesta de dirección es compleja y se sostiene en tres pilares: la historia, las actuaciones y las puestas de cámara.

Los encuadres aberrados (es decir, cuyo plano esta inclinado de tal forma que no respeta los bordes rectilíneos de la pantalla) nos refuerzan la idea inestabilidad, de imprecisión, de algo, la duda permanente.

Y para ello ha tomado los riesgos necesarios para captar nuestra atención y logra que nuestra mente deambule por los pasillos de ese edificio de organismo público, sin encanto y sin embargo, fascinante.

Nos traslada a baños, sótanos, oficinas, ascensores, halls de entrada y más oficinas para darnos una mirada amplia y completa del universo que habitan los personajes.

Está cargado de significado y su significante más filosófico es su vacío y falta de propósito. Y no lo hace con suficiencia ni como parodia. Al contrario, rescata la verdad de cada uno de ellas y ellos para sumergirnos en sus pequeños mundos, en sus realidades y sufrimientos personales que reflejan una parte de cada uno de nosotros.

Uno de los aspectos notables es la mise en scène, una coreografía activa y audaz en donde los personajes entran y salen del plano dotando de dinamismo a sus acciones.

Además de los planos poco convencionales e inestables, el director ha optado por un constante juego de luces sobre los azulejos, sombras en los pasillos y reflejos en vidrios y espejos junto a momentos de videoclip como las escenas en rojo y negro del sugestivo baile…

LA HISTORIA

Es un policial al estilo clásico en donde un detective Beltrán (Alfredo Castellani) debe resolver un supuesto crimen. Todos son sospechosos.

Y hasta el último momento nosotros estamos en la duda.

Y eso es lo mejor. La película nos comanda a participar de su intriga para resolver el final de la trama.

En ese sentido, y aún, siendo una película independiente, resulta audazmente hollywoodense, aunque con una fracción de sus presupuestos. Y eso es muy alentador. Su director conoce el género y lo explota a voluntad.

ACTUACIÓN CORAL

Las interpretaciones de esta composición actoral casi coral, son notoriamente seductoras.

Hay una variedad de personajes que concatenan su andar en un abanico de posibilidades interpretativas.

Tenemos al papel de Beltrán, interpretado con mucho oficio y naturalidad por Alfredo Castellani. Su aplomo le aporta enorme credibilidad al relato.

Parece de verdad un policía. Su constante insatisfacción con el café que le ofrecen, sus miradas de desaprobación y sus palabras de viejo zorro del mundo policial, lo hacen un personaje que podría incluso ser protagonista de un Spin Off o de una serie…

Su mirada es intensa sin ser teatral aportando una relación exacta con la cámara.

El papel de Silvina Sinatra como Mirta es sencillamente encantador. Su esbozo de sonrisa triste, su mirada deseante y sus intervenciones pícaras hacen que cada una de sus intervenciones se disfruten y mucho.

Katriel, un singular empleado que solo busca un ascenso en el mundo gris de la burocracia estatal y cuyo único fin aparente es complacer a su jefe, es interpretado por el joven actor

Matías Flores que da en la tecla exacta y absurda que el personaje requiere.

José Luciano González, al cual ya hemos visto en otras películas como Pompeya, es un gran actor. Tiene lo que algunos llaman mirada cinematográfica y en esta película recorre varios escalones con momentos diferentes, desde una intervención ingenua hasta algo de violencia contenida en la escena del baño en donde su mirada electrifica la pantalla y hasta nos da un poco de miedo…

Manuel, interpretado por Eduardo Perilli, nos induce a la ambigüedad y la duda con su mirada que oscila entre tierna, desesperada y escondedora.

Oscar Dubini es Jorge, un ex policía que conoce del pasado a Beltrán y no por las mejores razones, aporta la necesaria violencia para oficiar de némesis del protagonista en un registro de contraste muy interesante y físico mientras su mirada, cargada de odio, revela un profundo dolor.

Marcelo Jorge Saad como el desangelado Ferrer, sudoroso y resignado destaca justamente por darle vida al personaje que casi parece no tenerla.

Completa el elenco con Ailén Goldman como Jimena, cuyas escenas en flashback aportan un dramatismo inesperado, Hugo Maggi como el Comisario totalmente creíble y una muy divertida Recepcionista, interpretada por Jessica Pereira Núñez, Ricardo Preve como Borace, el corrupto jede del organismo y Amerix Condori como el creíble mendigo.

Y finalmente tenemos a Nora (la muertita) interpretada con mucha magia y dulzura por Josefina Achával quien aporta no solo su particular y potente encanto, sino la dulzura y un toque de necesario glam urbano en este mundo opaco. Porque Nora es la víctima y desde ese lugar sobrevuela narrativamente la película aportando el tono angelical para lograr la empatía con los espectadores y que nos importe que se resuelva el crimen.

En este filme tenemos una superposición de capas que conforman una unidad basada justamente en su multiplicidad de sentidos.

Pero al contrario de otras producciones nacionales y de presupuesto acotado, aquí no se nota. De hecho, podría parecer un trabajo made in Hollywood. Este cronista sabe que por estas latitudes esto no siempre parece un elogio, fruto de tantas rivalidades en los mercados internacionales y de prejuicios respecto a la pertinencia de las temáticas y la profundidad social de sus relatos. Sin embargo, quiero decirlo con todas las letras: ES UN ELOGIO.

Y si bien es cierto que muchas producciones mainstream responden únicamente a las necesidades de satisfacer a un mercado del entretenimiento, también es cierto que constituyen la vanguardia de la industria del cine y -también hay que decirlo- su culminación en términos de desarrollo de producción y lenguaje.

En este sentido, afirmar que BLUES DE LA CIVILIZACIÓN tiene elementos del cine-espectáculo debiera -y ojalá así se entienda- considerarse un buen augurio.

Porque este filme responde y respeta las reglas del género policial y cumple con lo que se espera de este juego de adivinanzas entre el filme y los espectadores.

¿Quién será el asesino?

¿Cuáles sus móviles?

¿Cómo ha tapado sus pistas?

¿Qué deseaba realmente?

Y como el gato y el ratón, durante aproximadamente hora y media, nuestras mentes hilvanan teorías, observan detalles, buscan identificar las pistas y semblantean a los posibles sospechosos como quien desea descubrir los trucos de un mago.

Y la película nos lleva de aquí para allá confundiendo, soslayando, encubriendo y llevándonos a divergencias que enrarecen el clima, logrando que nos mantengamos atentos, aferrados a nuestros asientos y fundamental y sorpresivo: divirtiéndonos.

Y quiero reforzar este concepto tan a maltraer en lo que se suele llamar el “cine de autor”. Pues este blues nos lleva a su ritmo.

Y no le tiene miedo al humor.

Esto la convierte en una “rara avis” en el mundo de los operaprimistas.

Las actuaciones son un punto muy alto de todo este proceso.

Vayan a ver esta película. Búsquenla en donde sea. Vale la pena.

Y una cosa más: sigamos con atención a este joven director que estoy seguro que nos traerá más de una sorpresa.

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