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El rol materno en el cine de Almodóvar

Spoilers

“Es muy doloroso

Que una hija no quiera a su madre”

Volver

Pedro Almodóvar ha confesado en múltiples entrevistas que el haberse criado entre figuras femeninas muy fuertes tuvo una gran influencia en su vida y en su cine. Las mujeres predominan en sus películas y encarnan personajes fuertes, heterogéneos y llenos de contradicciones. Algo que aparece mucho en su cine es un tema súper comentado en la actualidad: la maternidad. A veces como algo idealizado, a veces como algo sufrido, la maternidad es un asunto sumamente complejo, y el director español ha representado a distintos tipos de madres a lo largo de toda su filmografía, y muchas veces lo hace a la par que retrata la conflictiva relación con sus hijos. A continuación, escogí tres de sus películas para poder analizar a las distintas figuras maternas. Estas son Todo sobre mi madre (1999), Volver (2006) y Julieta (2016), cuyas protagonistas son Manuela, Irene y Julieta, respectivamente.

La madre todopoderosa

Existe una figura de la madre presente y cariñosa, que lo da todo por sus hijos incondicionalmente. A eso lo contrapone la ausencia o negligencia de la figura paterna. En el caso de Todo sobre mi madre, el padre nunca estuvo presente porque ella escapó al saber que estaba embarazada, debido a los comportamientos conflictivos de él. En Volver tenemos a la madre que asesina a su marido por haber abusado de su hija, y en Julieta el padre muere cuando su hija es pequeña, de una forma violenta, y la niña queda con su madre, su única protectora. Por lo tanto, existe una madre justiciera presente que lo abarca todo, y una figura paterna negativa o que muere de la noche a la mañana dejando un gran vacío en la hija.

A su vez, las madres aquí no son perfectas. Todas tienen alguna actitud que genera un trauma en el hijo. En el caso de Manuela, el hecho de negarle a su hijo la identidad de su padre, influyó en un conflicto de identidad en él. En cuanto a Irene, ella desconocía que su marido abusaba de su hija, Raimunda, y eso es algo que esta le recrimina indirectamente al irse de su casa y cortar contacto con ella. Cuando Irene se entera, va decidida a matar a su marido, pero luego de cometer el asesinato se escapa, finge su muerte y desaparece durante años. Y su ausencia daña mucho a sus hijas. Dicho en boca de Raimunda “Te necesito mucho mamá. No sé cómo he hecho para vivir todo este tiempo sin ti”. El caso de Julieta es un poco más complejo, porque el daño que hace es inconsciente, o mejor dicho, escapa de su poder. Luego de una discusión, su marido se va al mar en plena tormenta y allí es cuando muere. Luego de esto Julieta entra en una grave depresión, en la que Antía, su hija, debe sostener e intentar sacarla del pozo. Y todo esto influirá en el futuro en el quiebre de su relación.

Entonces, en los tres casos tenemos una madre que asume por completo la crianza del hijo por la ausencia o desaparición del padre, pero también cometen errores que, como veremos más adelante, serán imperdonables para el hijo.

Eliminación del padre, castigo del hijo

La ausencia de una figura paterna o materna en la niñez o la pérdida repentina y traumática de esta en la adolescencia puede provocar daños muy graves en un individuo. Y en estos casos, son las madres las que “eliminan” al padre y eso es algo que genera algo irreparable en la relación con su hijo.

En primer lugar, Manuela elimina de una forma metafórica al padre de Esteban, al negarle tanto a uno como el otro su existencia y su identidad. El “castigo” para ella será la muerte repentina de su hijo, y esto la llevará en una búsqueda para encontrar al padre de su hijo y terminar remediando su error y el daño que generó.

En segundo lugar, Irene es la única que elimina al padre directamente, matándolo. Pero a su vez ella también desaparece de la vida de sus hijos. Raimunda es la única que no culpa a su madre por la eliminación de su padre, sino que la culpa por la negligencia de no haber podido impedir los abusos o, en palabras suyas “yo te odiaba por no haberte dado cuenta”. Y también la culpa, de manera inconsciente, por haber desaparecido. El no haber estado ahí para ella durante la mayor parte de su vida es algo que genera un gran daño en ella. Por lo tanto, Irene comete una doble falla: el no haber protegido a su hija de su padre y haberla abandonado después.

En tercer lugar tenemos a Julieta, la que sufre las mayores represalias por parte de su hija. Antía la culpa por la muerte de su madre, puesto que él se fue al mar durante la tormenta por una discusión que Julieta inició, porque ella lo acusaba de haberla estado engañando con una amiga en común. Por eso, cuando cumple la mayoría de edad, Antía se va a un retiro espiritual y luego escapa de la vida de Julieta, sin decirle a donde va y rompe por completo contacto con ella durante doce años. Eso vuelve a sumergir a Julieta en la depresión, y como dice ella en esta frase tan desgarradora como hermosa “Tu ausencia llena mi vida por completo y la destruye”.

Es fácil ser una mala madre

Hay una frase que me parece que aplica perfecto para este tipo de casos: “Es muy fácil ser buen padre y es también es muy fácil ser buena madre”. A los padres se les exige lo mínimo, que es cariño y estar medianamente presente y se lo celebra como si fuera un gran logro. Lo mismo exigido a las madres es algo que ya se da por sentado y se les reclama no solo ser buenas madres, se les reclama ser perfectas o no ser nada. Y si no son perfectas, son malas madres.

En las tres películas analizadas vemos a tres buenas madres pero que son imperfectas. Pero aun así, sus hijos o la sociedad las castiga por no haber podido dar más. Pero lo positivo es que, en las tres películas, termina habiendo una reconciliación entre madre e hijo y una redención de la figura materna. Manuela, al hacer las paces con el padre de Esteban, encuentra paz, y también le da paz al padre. Irene vuelve a la vida de sus hijas, pide perdón y es perdonada, y ahora estará presente para ellas. Y en cuanto a Julieta, vuelve a recibir noticias sobre Antía después de doce años, quien le escribe diciéndole que su hijo mayor ha muerto, y que ahora ella siente en carne propia todo lo que debe de haber sufrido todos esos años por la ausencia de su hija. Entonces Julieta decide ir a visitarla, y en el camino dice “no pienso pedirle ninguna explicación, solo quiero acompañarla”. La película termina sin mostrar el reencuentro, pero ya ha existido una reconciliación, porque las dos han perdonado: Antía la perdona por no haber podido ser la madre que ella necesitaba, y Julieta la perdona por haberla abandonado.

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