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PEARL: Una joya alternativa y bestial

PEARL

Demencial película dirigida por Ti West.

Se trata de un delirio oscuro, ligeramente erótico, sorpresivamente violento y dramáticamente profundo y perturbador.

Comencemos por decir que no es una parodia aunque su tono excesivo pareciera demostrar lo contrario. Tiene pretensión de obra pop alternativa (y lo logra).

¿Ya la vieron? Está en HBO, y es tarea obligatoria para quienes amen aquello que está al límite de todo. En donde lo bizarro y lo inesperado se cruzan.

Pearl es el nombre de una joven que vive con su madre amargada, de ascendencia alemana y su padre cuadripléjico, en una granja de los Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial.

El país está en crisis y el dinero no alcanza. La relación en esa casa marcada por la enfermedad y la crianza austera, es la del deber ser y eso significa para Pearl, el cuidar de los animales, lavar y dar de comer a su padre en silla de ruedas y hacer las tareas de cuidado en ese lugar solitario en donde rara vez llega gente. Su marido se ha ido al ejército y eso no facilita las cosas. La única amiga (entre un millón de comillas) es su cuñada Mitzy (interpretada por Emma Jenkins-Purro), que parece tener todo de lo que ella carece: es rica, rubia y pertenece a una verdadera familia con amor y contención.

En la primera escena de la película y en medio de un aparente paisaje idílico, toma un ganso, lo mata con un rastrillo y se lo da de comer a un cocodrilo, sin que se le note la más mínima emoción… y ese es solo el comienzo.

Mientras tanto imagina que será artista. Quiere salir de allí y viajar por América o Europa. En realidad lo que desea, es irse de allí. A donde sea y con quien fuere.

Mientras que en la casa debe lavar al padre y hacer las tareas que su madre, sin cariño alguno, le ordena a cambio de comer y dormir.

Pero Pearl también tiene sueños y deseos.

Y está un poco (mucho) trastornada.

Pearl (personaje y película) son exactamente eso: una unidad.

Difícil imaginarse este filme con otro personaje y mucho menos aún, con otra actriz.

Porque Mia Goth parece haber nacido para esto. Su composición es tan genuina que hasta da la idea de que ella misma (la actriz) se proyecta sobre el papel, reproduciéndose a sí misma. Y da miedo. No porque su mirada sea cruel, su gestos extraños o sus actitudes descontroladas, sino por todo lo contrario.

Y esto es lo genial de esta composición actoral. Su pasaje por las situaciones que plantea la trama es tan natural que convence, incluso en medio de su locura.

Las expresiones y posturas corporales no dejan lugar a ambigüedades y una y otra se refuerzan para lograr que nos cautive. Porque Pearl puede estar loca, pero nosotros la apoyamos. Incluso cuando se pasa de la raya y hace cosas que… en fin, sin spoilers.

La fascinación que ejerce con la mirada de chica triste, posiblemente psicótica, deseosa y anhelante de un cambio produce que la acompañemos en el proceso por más truculento y bestial que sean sus acciones.

Pearl esta enojada. Su mirada es a la vez una súplica de ayuda, un berrinche permanente y un desafío que no tiene límites. Al fin y al cabo, se trata de ella.

Hay una proverbial y audaz elección de color y luz. Porque en general, las historias signadas por la oscuridad del alma, lo perverso y cruel, se asocian a una iluminación escasa, una paleta de colores apagada, contraluces, efectos de humo y espacios sugerentes.

Aquí no hay nada de eso. Nada. Solo una bonita granja en un espacio verde bajo un cielo azul. No hay búsquedas de impresionar con la estética de lo mórbido ni una evocación a lo tenebroso. No hay señales raras ni signos mágicos, ni runas ocultas, ni seres místicos o diablos encarnados. Todo es ella: Pearl.

El estilo de dirección nos recuerda al cine paródico del finlandés Timo Vuorensola con sus películas dementes y sin filtro, como Mad Heidi o Iron Sky.

Es algo curioso que el comportamiento oscuro sea a la vez seductor. ¿No es cierto? Le huimos y nos atrae… como el vacío. Y esto es lo que sucede con este tipo de personajes y de relatos.

Aunque quizás no lo sea tanto si consideramos los conceptos freudianos del subconsciente y la ambivalencia moral del ser humano… Pero acaso ¿¿se trata de una obra con pretensión social o filosófica??

Pues… no. Y también… sí.

Ocurre que tanto el guion, la dirección y la actuación están sintonizados en un arco que por la temática de la película, toca la vida, el deseo y la muerte.

Y no hay forma de escapar a las implicancias que eso contiene. Pearl parece salir de un comic de una revista inexistente.

El personaje podría continuar y sería casi como una anti heroína, una vengadora phsyco-girl que ejerce su voluntad y deseo de forma bestial y salvaje mientras razona consigo misma sobre el valor de sus actos y su conciencia le dice que “es una chica mala”.

Conoce a un proyeccionista de cine, apuesto, seductor y sueña con que es él quien la sacará de su prisión vital. Se seducen mutuamente, pero para él es solo una aventura y para ella se trata de su pasaje a la libertad. Hasta que ya no lo es más. Y eso, para Pearl tiene un precio. Y se lo hace pagar. El papel es interpretado por David Corenswet (Superman 2025).

Porque Pearl tiene sus objetivos y bien o están con ella, o en su contra…

Durante toda la película, ella se cuestiona a sí misma respecto a si “hay algo malo en ella”. Esto ya es sumamente notorio puesto que en general ese mismo cuestionamiento suele ser una señal de salud mental.

Al menos de un equilibrio neurótico respecto a deseo y culpa. Ella se cuestiona y hasta sospecha -sino confirma- que algo malo hay en sus actos, sentimientos y pensamientos. Pero luego de eso, no hay arrepentimiento alguno. Y ahí esta lo particular de Pearl. Es una psicótica con rasgos neuróticos que actúa como una psicópata. ¡Y nos encanta!

Los colores saturados del espacio y el vestuario contrastan con la historia como si estuviese filmada en un Technicolor óptimo para La Novicia Rebelde.

Como en tanta historia sobre jóvenes que buscan su libertad por el camino de la violencia extrema, aquí hay una madre dominante. Frustrada y fría como el metal, solo está interesada en sobrevivir, cumplir con su deber (cuidar a su esposo en silla de ruedas), mantener la impecabilidad de las plantas y flores y ahorrar, sobre todo eso: ahorrar, no malgastar, vivir conservando lo poco que se tiene, por las dudas, no tanto como un método contable como de la privación de todo aquello que sea imprescindible. Una miseria calculada. Y Pearl lo padece.

La mirada siniestra de la madre, se exacerba solo por el enojo que le provoca la rebeldía de su hija. No la soporta, la odia. Le enrostra todo lo que ella ya no es ni será nunca. Sus palabras hirientes contienen a la vez rabia, asco y miedo. Porque ella ya la ha visto a Pearl matar a escondidas y sabe de lo que es capaz.

La joven por supuesto, eso lo percibe (tampoco su madre los disimula) y va metiéndose más y más en un laberinto interior que conduce finalmente a ese particular estado de emoción desbordada y manipulación fría para lograr sus objetivos.

Mia Goth, la actriz que actuó junto a Charlotte Gainsbourg en Nymphomaniac, la película de Lars von Trier, se encarga de dar vida e este personaje con una actuación que, a falta de palabras más académicas, se podría definir como visceral y caótica, perturbadora e inocente, rabiosa y sonadora, un cocktail explosivo, a lo mejor adictivo.

El filme tiene sus momentos truculentos engarzados con inteligencia con otros de anhelo y esperanza.

Esa dicotomía nos deja un sabor agridulce, difícil de digerir, pero a la vez encantadoramente atractivo.

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