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La increíble historia del Dune imposible: el ambicioso e inconcluso proyecto de Jodorowsky

Yo quería hacer una película que diera a la gente que tomaba LSD en esa época las alucinaciones que la droga daba sin alucinación. Yo no quería que se tomara LSD. Yo quería fabricar la droga en el cine. Iba a cambiar la mentalidad del público”, decía el director Alejandro Jodorowsky sobre lo que tal vez fue el mayor proyecto que nunca fue: el primer intento de adaptación a la pantalla grande de Dune; una película masiva de la cual iban a formar parte Dalí, Orson Welles, Pink Floyd, Moebius, H. R. Giger, Mick Jagger, entre tantas personalidades.

Frank Herbert había escrito en 1965 la novela homónima, la cual fue reconocida de inmediato de forma internacional tanto en ventas como en crítica. En ella narraba la historia de Paul Atreides, un joven príncipe que llegaba a un extraño planeta desértico, en el cual iba a dejar una profunda marca. Sin embargo, tenía una visión adelantada y compleja, ya que en esta trama se entremezclaba la ecología, la filosofía, el rol de la religión, la intriga política y sus consecuencias, todo emplazado en una galaxia decenas de miles de años en un futuro que tiene la forma de un imperio feudal.

El Topo (1970)
Alejandro Jodorowsky en El topo (1970).

Tal vez aquella complejidad hizo que siempre fuera difícil adaptar la novela al formato audiovisual. Y tal vez esa fue la principal razón de por qué la historia detrás de su primer gran intento de adaptación es tan sinuosa y compleja como la propia obra en la que se basa.

Alejandro Jodorowsky era un artista chileno que había comenzado haciendo teatro pero que ya había dado sus primeros pasos en el cine con películas atípicas y transgresoras, dueñas de un estilo surreal que llegó a fascinar a John Lennon hasta el punto de conseguir que se financie. El topo (1970) y La montaña sagrada (1973) son consideradas obras de culto hasta el día de hoy.

Alejandro Jodorowsky en La montaña sagrada (1973).

Con esta última había ganado tanto dinero que el productor, Michel Seydoux, le había dicho que podía hacer el proyecto que quisiera. Justo en ese momento un amigo de Jodorowsky le había recomendado la obra de ciencia ficción y de inmediato la eligió como fuente de adaptación. Así, se puso manos a la obra en lo que él mismo nombró como la búsqueda de sus propios guerreros espirituales para acometer la mayor adaptación cinematográfica hasta el momento.

La búsqueda de los guerreros espirituales

El primero a quien captó entre sus filas era una leyenda dentro del mundo artístico. Moebius fue llamado para hacer el arte conceptual de la película. Este era un dibujante francés que había sido co-fundador de Metal Hurlant, una revista de fantasía y ciencia ficción francesa que revolucionó el género. Junto a él fueron creando el mundo cinematográfico de la cinta mediante arte conceptual y un extenso libro de storyboards, el cual más tarde cobraría un rol vital.

La siguiente persona a la que buscó fue a quien haría los efectos especiales de una obra tan adelantada a su obra. Para ello fue a encontrarse con Douglas Trumbull, quien hiciera los revolucionarios efectos especiales de 2001: una odisea en el espacio (1969), los cuales envejecieron de forma sublime hasta hoy. Sin embargo, el director se encontró con alguien que interrumpía de manera intermitente la entrevista, al atender el teléfono a cada momento. Jodorowsky vio en él a alguien soberbio y con nula espiritualidad, por lo cual decidió no tenerlo en el proyecto.

El libro de storyboards de Jodorowsky y Moebius presentado a los estudios.

Más tarde, y al caminar por las calles de Hollywood, Jodorowsky entró al cine a ver una película de clase B de ciencia ficción: Dark Star (1974). No solo fue una de las primeras cintas del más tarde mítico director John Carpenter (Halloween, The Thing, Escape from New York), sino que sus efectos especiales habían sido hechos por una persona que llamó poderosamente la atención del artista chileno: Dan O’Bannon. Se encontraron personalmente, y luego de una extraña experiencia lisérgica, el estadounidense aceptó la invitación de ir a París a comenzar con el desarrollo de los efectos especiales.

“Yo quería un grupo musical para cada planeta”, dijo Jodorowsky. Y en efecto, durante la pre-producción, llegó a captar a dos bandas históricas para la composición musical de los mundos de Dune. Fue a nada más ni nada menos que a los estudios Abbey Road en Londres en donde Pink Floyd estaba terminando de mezclar The Dark Side of the Moon. Jodorowsky cuenta cómo ellos no le prestaban atención y comían hamburguesas, pero él los sedujo con un grandilocuente discurso: “¿Cómo no entienden lo que les estoy ofreciendo, trabajar en la película mas importante de la historia de la humanidad? ¡Cambiaremos el mundo! Y ustedes comen… Big Macs. ¿Cómo?”. Aceptaron de inmediato.

Ski-Ffy: CHRIS FOSS' DESIGNS FOR JODOROWSKY'S DUNE
Spice Container, por Chris Foss.

Ellos iban a hacer el Leitmotiv musical de la Casa Atreides, mientras que la Casa Harkonnen sería representada por una música más acorde a ellos: gótica, militar, terrible, en palabras de Jodorowsky. Así terminó captando al grupo Magma, una banda de rock progresivo francesa, cuya atmósfera musical se adaptaba bien a lo que buscaba transmitir con aquella siniestra familia feudal.

Si bien el estilo visual de la película y estaba cobrando forma con Moebius, Jodorowsky sentía que necesitaba más mentes y manos a la obra detrás de lo que sería esta compleja epopeya. Así fue que sumó a otros dos guerreros espirituales a su casa: Chris Foss y H. R. Giger. El primero era un artista de tapas de ciencia ficción. A Jodorowsky le había atraído su estilo al dibujar naves, las cuales denominó como “navíos con almas, como seres”. Así, se hizo cargo del arte conceptual de los vehículos espaciales de Dune.

H.R. Giger trabajando en el arte conceptual de la arquitectura de Giedi Prime, el planeta de los Harkonnen.

Mientras, H. R. Giger era un oscuro artista suizo, el cual era conocido por su arte de tintes pesadillescos. Dalí se lo había recomendado a Jodorowsky y al ver su obra quedó deslumbrado. Se encontraron en París y Giger comenzó a hacer todo el estilo visual de lo que sería el planeta Harkonnen.

Encarnando a los protagonistas

Pronto, el equipo de pre-producción estaba cobrando forma. Y Jodorowsky comenzó a ver más allá, a quienes interpretarían a los diferentes personajes de la película. Los nombres que se le ocurrieron contaban con un renombre equivalente a la enorme ambición de la obra.

Jodorowsky quería que el Emperador Paddisha Shaddam Corrino IV fuera interpretado por nada más ni nada menos que Dalí. Este era conocido por su excentricidad, y la historia para terminar de convencerlo refleja eso mismo. Luego de encontrarse en Nueva York, París y Barcelona, en lo que era algo así como un juego surrealista repleto de acertijos y pedidos estrafalarios, dijo que accedería con la condición de que fuera el mejor actor pagado del mundo, con 100 mil dólares la hora. Ese monto era imposible, por lo cual a Michel Seydoux, el productor del film, se le ocurrió que le pagaran esa misma cantidad pero por minuto. Así, el pintor surrealista terminó siendo contratado con la promesa de que su presencia dure de tres a cinco minutos en pantalla. El resto de su personaje sería grabado con un robot con su apariencia para evitar costos adicionales.

Arte conceptual de Moebius de los diferentes personajes de Dune.

Leto Atreides sería interpretado por David Carradine, conocido en aquel entonces por protagonizar la serie Kung Fu. Se encontró con Jodorowsky y este cuenta cómo al verlo tomó un frasco de Vitamina E que tenía este y se lo tomó entero de manera excesiva. Fue contratado.

Mientras, para el papel del líder de la casa rival, los Harkonnen, el director tenía a una sola persona en mente: Orson Welles. Este se encontraba algo alejado del mundo del cine, y en aquella época era conocido por frecuentar los restaurantes parisienses, en donde bebía y comía en cantidad. Jodorowsky se encontró con él y pudo ser convencido de entrar al proyecto al decirle que el chef de su lugar favorito sería el encargado de hacerle su comida en la película. Por otro lado, el rol de Feyd Rautha sería ocupado por nada más ni nada menos que por el frontman de los Rolling Stones, Mick Jagger.

Una de las tantas páginas de storyboards incluidas en el libro de storyboards de Jodorowsky y Moebius.

Las filas de quienes formarían el proyecto estaban listas. Solo faltaba terminar de concluir el presupuesto. Tenían para entonces 10 millones de dólares asegurados; les faltaba 5 millones. Sin embargo, allí fue donde comenzó la mala suerte de Jodorowsky y en donde la película comenzó a entrar poco a poco en aquel oscuro lugar destinado a las mayores obras audiovisuales jamás hechas.

El libro de storyboards hecho por Jodorowsky y Moebius, y el cual explicaba en detalle cómo se iba a desarrollar la película no era suficiente. Los estudios rechazaron uno por uno el proyecto con la excusa de que no les gustaba el director. En realidad, la obra estaba demasiado adelantada a su tiempo —aparte de una ambición artística que tal vez ni siquiera hoy podría ser cumplida, al ser una obra de un enorme presupuesto de entre 12 y 20 horas de duración— y los estudios no podían verlo. Y así, Jodorowsky se fue topando con el impenetrable muro de la maquinaria de Hollywood, hasta que ya no hubo manera de franquearla y el proyecto quedó inconcluso.

Como esporas en la Historia

Star Wars, una obra con muchas —demasiadas— similitudes con Dune, fue estrenada tres años después de haberse emprendido este proyecto, en 1977. Tal vez si el proyecto de Jodorowsky hubiera salido antes la historia del cine de ciencia ficción hubiera sido diferente. Pero aún así el cine fue cambiado gracias al Dune que nunca fue.

Gran parte del equipo artístico participó en Alien, el octavo pasajero (1979). Moebius, Chris Foss y H. R. Giger desarrollaron su aspecto visual mientras que Dan O’Bannon escribió la historia y co-escribió el guión.

Arte conceptual del palacio del Barón Harkonnen por H. R. Giger.

Probablemente si Dune y Alien no se hubieran desarrollado, Blade Runner (1982) tampoco hubiera existido. Ridley Scott reconoció haber estado influenciado por el cómic The Long Tomorrow (1975) de Dan O’Bannon y Moebius para el desarrollo de la cinta. Este había sido realizado en un tiempo muerto durante el rodaje de aquel Dune y no solo influyó en Blade Runner, sino en toda la historia de la ciencia ficción posterior. William Gibson, uno de los padres fundadores del cyberpunk, reconoció en esta la primera historia del género.

Por otro lado, el mismo Moebius hizo junto a Jodorowsky una de las mayores obras del noveno arte: El Incal (1980-1988). Decidieron “reutilizar” gran parte del diseño conceptual hecho para Dune y transformarlo en un cómic con una historia que entremezclaba lo cyberpunk, el policial, la intriga política y el space opera, todo bajo un manto esotérico. El lore de este universo que bebía directamente del creado para la película de Jodorowsky, se fue expandiendo en precuelas y en La casta de los Metabarones (1998-2003), un spin-off dibujado por el artista argentino Juan Giménez.

Pero esto no fue lo único realizado a partir de las esporas de aquel Dune. Star Wars (1977), Flash Gordon (1980), Raiders of the Lost Ark (1981), Terminator (1984), Masters of the Universe (1987), Contact (1997), The Fifth Element (1997) o Prometheus (2012) son considerados portadores de muchas de las ideas que germinó aquel inconcluso proyecto, ya fuera por el equipo que participara en ella como por las ideas que se colaron en los estudios en la forma de aquellos libros-storyboard preparados por Jodorowsky y Moebius.

La historia acá relatada se puede ver más en profundidad en el documental Jodorowsky's Dune (2013). Luego de este inconcluso proyecto terminó habiendo adaptaciones de Dune, tanto en el formato de largometraje como en el de series y hasta de videojuegos. Pero esa es otra larga y sinuosa historia para ser contada.


Nota por Alex Dan Leibovich | Periodista | Redactor en Clarín, Indie Hoy, Peliplat y Erramundos.


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