POR JERÓNIMO CASCO
23 de FEBRERO del 2024, 17.44 PM | UTC-GMT -3
“Elige la vida. Elige un trabajo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor jodidamente grande, elige lavadoras, coches, reproductores de discos compactos y abrelatas eléctricos. Elija buena salud, colesterol bajo y seguro dental. Elige el pago de hipotecas en cuotas fijas. Elija una casa. Elige a tus amigos. Elija ropa informal y que combine. Elige un traje en una variedad de telas. Elige bricolaje y pregúntate quién carajo eres el domingo por la mañana. Elige sentarte en ese sofá viendo programas de juegos que adormecen la mente y aplastan el espíritu, llenándote la boca de pu*a comida chatarra. Elige pudrirte al final de todo, orinando hasta el final en un hogar miserable, nada más que una vergüenza para los mocosos egoístas y jodidos que engendraste para reemplazarte a ti mismo. Elige tu futuro. Elige la vida... ¿Pero por qué querría yo hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida. Elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”
Mark Renton le habla a la audiencia en medio de una persecución por haber robado una tienda junto a sus amigos, y nos da un indicio de cuál es su filosofía con una tajante definición de lo que para él significa la vida, o por lo menos, la vida en ese preciso momento. Claro, Mark Renton tiene 26 años, vive con sus padres y se la pasa robando y traficando drogas junto a su grupo de ¿amigos? que tienen una vida bastante parecida a la de él. Él no sólo trafica, sino que consume drogas para vivir, se rehabilita, vuelve a consumir, como en un interminable loop vicioso del que no puede salir. La vida, subjetivamente puede ser muchas cosas, pero siempre nos termina encerrando en alguna idea.
Para hablar de ciertos títulos a veces lo mejor es ponerse en contexto. ¿Y que mejor contexto que una sociedad británica al borde del cambio de siglo, con una relación prácticamente rota con Europa y con la necesidad del talento emergente en materia cultural para que surjas Trainspotting, el segundo largometraje del director inglés Danny Boyle? Una suerte de expansión en clave británica de lo que Tarantino había provocado a nivel mundial con la disruptiva y sensacional ‘Pulp Fiction’ dos años atrás. El efecto dominó luego volvió a Estados Unidos cuatro años después con la segunda película de Darren Aronofsky, la aún más cruda y terrorífica ‘Requiem for a Dream’, pero no es momento para involucrarnos en idas y vueltas.
Hace exactamente 28 años se estrenaba una de las obras que catapultaba al éxito a un joven Ewan McGregor, y que nos metía de lleno en un mundo en donde se reflexionaba sobre las consecuencias del sistema capitalista, cómo este excluye a algunos y "droga" (o hipnotiza, para decirlo más suavemente) de cierta manera a otros. Y es que según Boyle y Welsh todos somos drogadictos (o adictos, en tal caso), de una u otra manera. Ya sea por lo que consumimos en la televisión, por los tranquilizantes, la ludopatía, la pornografía, los esteroides, la comida u obviamente, las drogas más conocidas.
Así como Kubrick tanto empoderaba y destruía a los ‘droogos’ con el concepto de la ultraviolencia y sus inmediatas consecuencias en ‘La Naranja Mecánica’, Boyle replica exactamente lo mismo con su hiperbólico, intenso y adrenalínico mal viaje basado en la novela homónima de Irvine Welsh. Si bien la obra del escritor escocés está ambientada en los 80s, el director británico nos ubica en los 90s y nos entrega una anatomía bien clara y limpia (quizás nunca peor dicho) de lo que una porción de la Edinburgo suburbana representaba en aquel entonces.
¿Que nos quiere decir Trainspotting?¿Que renunciemos al sistema y vivamos una vida desprovista de obligaciones morales, y de todo lo que nos tiene para ofrecer el asfixiante capitalismo? ¿De que sirve renunciar a eso si luego uno se abandona en un sistema aún más cruel como el de las drogas? El vacío existencial de los personajes está creado desde diferentes ángulos que nos permiten entender porqué cada uno de ellos se entregan al poder destructivo de la heroína y toda clase de drogas.
¿Cada uno tiene sus motivos o justificaciones para experimentar el decadente camino al infierno que viven? Trainspotting nos habla metafórica y literalmente con un tono que roza constantemente la línea entre lo crudo y lo sanador, como si fuera no sólo un retrato verídico de las adicciones pero que también funciona como un llamado de atención.
¿Que vida es la que estamos eligiendo? A cada segundo tenemos el poder de decidirlo.
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