Películas que se parecen un poco a la vida misma, que se corren del típico lugar edulcorado y nos sumergen en climas más agridulces. Porque es hermoso fingir demencia pero a veces necesitamos un baldazo de realidad.
Eterno resplandor de una mente sin recuerdos
Cualquier persona que haya pasado por una ruptura se va a sentir terriblemente interpelada por Joel y Clementine, protagonistas de esta peli que ya podemos considerar un ícono dentro de la categoría “Anti San Valentín”. Pocos directores pueden construir climas surrealistas y oníricos como lo hace Michel Gondry y si a eso le sumamos el guión del siempre retorcido fanático del inconsciente Charlie Kaufman, obtenemos como resultado este paseo por la mente Joel, un hombre que contrata los servicios de una empresa para borrar por completo los recuerdos de su ex novia.
Lo que parece un buen método para ahorrarse el sufrimiento del duelo arrastra algunas consecuencias no tan positivas. Siempre hay que leer la letra chiquita. ¿Qué pasa con el aprendizaje emocional que nos dejan los duelos si no hay cicatrices? Y lo más desesperante: ¿qué pasa si a la mitad del procedimiento nos arrepentimos? La película, en definitiva, dibuja a las relaciones como un loop eterno de amor-desamor-desapego, y al final nos deja secos de lágrimas, igual que Jim Carrey en los créditos iniciales.
Annie Hall
Para muchos la mejor de Woody Allen. Si bien su estilo se asemeja bastante al de las comedias románticas clásicas, Annie Hall tiene algunos recursos narrativos que la destacan del montón, como el rompimiento de la cuarta pared o el manejo no lineal de los tiempos. La historia gira alrededor de los amores que marcaron la vida del protagonista (un comediante absolutamente neurótico, para sorpresa de nadie), haciendo foco principalmente en su relación con Annie.
En principio lo que más se destaca de la película es el humor, con giros de comedia a esta altura algo icónicos, como la escena en que Woody Allen estornuda frente a una bandeja de cocaína, o la corta pero graciosísima participación de Christopher Walken. Sin embargo, el uso de la comedia está tan bien empleado que finalmente funciona para brindarnos, mediante un chiste, un pantallazo bastante realista y acertado sobre los vínculos de pareja. No puede decirse que su final es triste, pero sí que es emotivo y absolutamente reflexivo, que plantea al arte como salida y a las relaciones amorosas como una necesidad absurda e irracional, intrínseca del ser humano.
Ruby Sparks
Paul Dano y Zoe Kazan son una pareja adorable y allá por el 2007 hicieron esta película (ambos como protagonistas, ella también como guionista) que debería tener más reconocimiento. La trama en principio es muy simple. Un escritor frustrado en la vida y en el amor escribe una historia cuyo personaje femenino, Ruby Sparks, cumple con todas las características que según él tendría la mujer ideal. La cosa es que inesperadamente y sin demasiada explicación, esta mujer aparece en su casa y comienzan un vínculo amoroso.
A raíz de esta historia se desprenden varias aristas. Por un lado, la creación de este personaje ficticio aparentemente “perfecto” nos habla de la idealización que muchas veces se da cuando conocemos a alguien. Idealización, claro, que en un momento empieza a caer. Así es como sucede con el personaje de Ruby a medida que va cobrando tridimensionalidad, cosa que da lugar a una segunda cuestión: el deseo de cambiar a la otra persona. Acá es cuando conocemos la versión más tóxica de Paul Dano, ya que su personaje tiene literalmente el poder de moldear a su novia con una simple reescritura, y haciendo esto va llevando al personaje de Ruby a un lugar ciclotímico desesperante. Tranquilos, no se torna demasiado turbia la cosa, porque al fin y al cabo es una rom-com. De todas maneras, la originalidad de su historia nos permite trazar paralelismos con ciertos sentimientos oscuros y posesivos que pueden darse en las relaciones de pareja.
500 días con ella
“Esta es una historia sobre un chico que conoce a una chica. Pero deberían saberlo de antemano, no es una historia de amor”. Definitivamente una película infaltable en esta lista, que dividió aguas como ninguna. Hay gente que es team Summer, hay gente que es team Tom. Y la verdad es que habiéndola visto ya varias veces, me inclino por afirmar que no es cuestión de estar del lado de nadie. La película nos muestra las idas y vueltas de la relación de Summer y Tom desde el punto de vista de Tom, un jovencito bastante idealista del amor al que le faltan un par de golpes de horno para bajarlo a tierra. Y justo el pibe viene a enamorarse de Summer, una pixie dream girl bastante independiente y explícitamente escéptica en cuestiones del amor.
Bueno, está bien, lo admito, siempre estuve más del lado de Summer. Es verdad que en términos de responsabilidad afectiva se manda algunas. Es verdad que da señales algo confusas. Pero el hate generalizado hacia su personaje me hace bancarla, sobre todo porque la película muestra en definitiva a dos personajes inmaduros que obtienen un aprendizaje hacia el final. Y también porque el personaje de Tom está muy marcado por la idealización y el resentimiento. El no quiere a Summer, quiere a la idea que se hizo de Summer. No hay buenos y malos, hay realidad y hay un Joseph Gordon-Levitt bailando tremenda coreo. En definitiva, no vivieron felices por siempre, pero que linda película.
Historia de un matrimonio
Noah Baumbach nos muestra la complejidad de un divorcio no solo por las complicaciones legales, sino por el desborde emocional que esto implica para ambas partes. Adam Driver y Scarlett Johansson interpretan a este hombre y esta mujer que en una época supieron quererse profundamente y que hoy, atravesados por el enojo y por el desgaste, toman la decisión de separarse. Acá no hay lugar para los golpes bajos. El verdadero golpe es entender que el amor que alguna vez fue constructivo, puede tornarse destructivo, y que en esos casos no alcanza con quererse.
El realismo con el que está caracterizado este vínculo, sin posicionarse moralmente, sino permitiéndonos ser testigos de las distintas aristas que componen a una relación conyugal, es lo que hace que la película te destroce emocionalmente. Por otro lado, las actuaciones y los diálogos son realmente increíbles. Momentazos de la película: un monólogo de Scarlett que te dan ganas de atravesar la pantalla y abrazarla; un número musical de Adam Driver que te rompe el corazón; una discusión de una intensidad tremenda (aka el meme de Adam Driver golpeando la pared); y el nene leyendo la carta…¡El nene leyendo la carta, por favor! Pico altísimo de drama. El que no llora con esta película no tiene sangre en las venas.
Trilogía Before
Por último, si hablamos de realismo no se puede dejar de mencionar a la trilogía Before. Linklater, ese loquito obsesionado con el paso del tiempo, se mandó estas tres películas que retratan tres etapas distintas del vínculo de Jesse y Celine: Before Sunrise (1995), su enamoramiento juvenil; Before Sunset (2004), su reencuentro en la adultez; y Before Midnight (2013), su matrimonio estancado. Estas películas me obligan a viajar al pasado, a ese momento de mi preadolescencia cuando vi Before Sunrise y todavía no existían las otras dos. Me acuerdo de haber vivido esa historia con total euforia, de haber depositado en Jesse y Celine toda mis expectativas y mis ganas de enamorarme. ¿Cómo iba a saber que varios años después iba a estar en el cine viendo la última entrega de la saga, presenciando ese diálogo final cargado de un desgaste quizás irreparable? Y si les cuento que fui a verla con un ex novio cuando justo estábamos en las últimas, bueno…eso ya da para el guión de otra peli.
Un poco de eso se trata esta lista. Estas son películas que nos obligan a ponernos autorreferenciales, porque el “vivieron felices por siempre” es de dudosa procedencia, y porque la realidad es que, muchas veces, terminás comiendo perdices sola, tirada en el living de tu casa, mirando Bridget Jones.
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