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Rebel Moon: el dolor del tiempo perdido

Spoilers

El autor

Zack Snyder es un director de Hollywood que ya ha desarrollado un sello autoral bastante identificable. No se lo podría definir como cine de autor por el sistema enorme de producción al que pertenece, pero sí se puede decir que tiene quizás lo más esencial del cine de autor que es un estilo narrativo, desde las historias que elige contar, a cómo elige contarlas audiovisualmente. Tiene una clara atracción por los comics, la ciencia ficción, y es fiel a ese interés a lo largo de toda su carrera. Todas sus películas son relatos épicos, y hasta me atrevo a decir que el 90 por ciento de ellas se pueden dividir entre películas de super héroes y películas sobre zombies. Zack es un hombre con las cosas claras. Recuerdo con especial cariño sus tres priméras películas: Dawn of the Dead, 300 y Watchmen. La última es incluso un excelente acto de rebeldía al status quo de los relatos de superhéroes y a la concepción de los mismos (desde ya, un planteo del propio comic de DC). ¿Y si los héroes fueran armas del gobierno? ¿Si fueran moralmente dudosos, o al menos imperfectos? ¿Si no quisieran simplemente ser mártires de la humanidad? Película espléndida y sumamente recomendable de ver.

Continuando su matrimonio con DC, luego se encargó de las historias de los héroes más clásicos: Super Man, Batman y La Liga de la Justicia. Y en ninguna recibió el reconocimiento o el apoyo popular que sí han recibido muchos de los directores y directoras a cargo de los relatos de Marvel. O Burton y Nolan por sus respectivas versiones de Batman. ¿Por qué habrá sido? Nunca le dediqué ni un segundo a esta pregunta, pero ahora se derrama frente a mis ojos, como cuando al final del Sexto Sentido una secuencia de flashbacks nos explica que Bruce Willis siempre estuvo muerto, o que Brad Pitt en el Club de la Pelea era el producto de la esquizofrenia de Edward Norton. Incluso caen de golpe sobre mí terribles recuerdos de haber visto “Army of the Dead”, su anterior película también sociedad con Netflix. Ganarse la posibilidad de dirigir películas de Superman, de La Liga de la Justicia, y siempre trastabillar en el intento. Es verdad que la expectativa es enorme y los fanáticos especialistas son espectadores muy difíciles. Pero entonces pienso, “¿Hay algo que Zack Snyder esté haciendo mal?”

Vere su última película llamada “Rebel Moon - Part One: “ A child of fire”.

El caso

Continuando con la lógica de la pregunta, desde ya saquemos de la ecuación la idea de que efectivamente existe algo que este bien o que este mal. Es, solamente, una hipótesis de análisis de quien escribe.

Comienzo. Play. 2 horas, 13 minutos. Interesante. En mi caso personal, si el relato vale la pena, cuanto más dure, mejor. El Señor de los Anillos versión extendida me resulta más placentera que la versión regular. En fin. Continuamos. Comienza la película. La leyenda cuenta acerca de una sucesión de reinados que llevó al “Mundo Madre” a conquistarlo absolutamente todo. Un solo gobierno se apropió de toda la galaxia (o más de una, desconozco o se me escurrió este detalle). Sucede una traición en el último reinado y matan a la familia real, terminando así con el linaje monárquico. La caída de la cabeza, genera focos e intentos de revolución en distintos rincones de la galaxia. Un senador se autoproclama emperador, y envía a un general de suma confianza a aplacar los focos revolucionarios.

Aparece el título de la película “Rebel Moon”. Con solo un plano general, se contextualiza no solo el lugar en el que comienza el relato, sino que también se expone la clásica estética del director. La sensación de que estamos viendo la viñeta de un comic. Nuestra protagonista trabaja arando el campo en un contraluz muy bello. Ella, Kora, vive en un pueblo agricultor, que tiene una suerte de gobernador (interpretado por quien es a mi gusto el mejor actor de la película, Corey Stolls), y en el que todo está en un gran momento. Ella está a gusto viviendo en el pueblo y se sugiere que no vive allí hace mucho tiempo. A la mañana siguiente, luego de una fiesta del pueblo, una enorme nave imperial se asoma en el cielo, y por primera vez en la película, el rostro de Kora se ensombrece. Aclaro este detalle porque deseo retomarlo luego. En una reunión entre los representantes del pueblo, debaten como manejar la visita del ejército imperial, y discuten si les ofrecerán los excedentes del cultivo a modo de ofrenda para o si se lo ocultarán. Deciden ocultarlo.

Antes de continuar, aclaro que sí spoilearé (verbo inexistente) algunos detalles del relato. Desciende el ejército conducido por un general de extrema sospechosa amabilidad. La estética del ejército es definitivamente nazi. Sin vueltas. Aclaran que están en busca de dos revolucionarios, una mujer y un hombre. Mientras tanto, Kora se esconde de la vista del ejército. Se juntan todos a brindar en una cabaña. Mucha gente del pueblo, y el ejército. Gobernador, y general. El gobernador aclara que lamentablemente no tienen excedente de alimentos para donar y ayudar al imperio en guerra. Y cuándo pareciera el general finalmente creerle, Gumman (interpretado por Michiel Huisman), capitán agricultor del pueblo, principal disidente de la idea de no darle lo que le corresponde al imperio, y potencial aparente enamorado de la protagonista Kora, le aclara al general que no es verdad que no existe el excedente. Que podrían darle mucho, porque la temporada de cultivo ha sido maravillosa. El general no se toma bien la mentira, parece que está a punto de sacrificar la cabeza de Gumman con su bastón para demostrarle un punto al Gobernador y al pueblo, y sorpresivamente le destroza la cabeza al Gobernador. Y es ahí, exactamente donde dramatúrgicamente y simbólicamente cambia la película. Dramatúrgicamente porque es el detonante del primer punto de giro de la película, y simbólicamente porque si en vez de destrozar la cabeza del único buen actor de la película, mataban al personaje del peor actor de la película, quizás el destino hubiera sido otro. Aunque no. La película estará condenada por tantos aspectos, que pobre Michiel no será el único responsable.

Surgirán algunas subtramas que hasta son repentinamente abandonadas, como la de un robot que fue defensor del rey asesinado y ahora es un esclavo del imperio. Un robot sensible, cuyo espíritu pareciera renacer al hablar con una niña del pueblo. Un robot, cuya voz es la del mismísimo lord Anthony Hopkins. Un robot que luego del punto de giro, no volverá a aparecer en toda la película hasta el final, donde aparece como una suerte de aborigen en un campo, mirando a cámara, con una corona hecha de ramas.

En el momento donde los soldados del imperio, ahora ocupantes del planeta agricultor, están por violar a la niña que despertó el alma del robot, sucederá la magia. Kora demostrará ser la revolucionaria secreta que es, la super soldado exiliada del difunto rey, y eliminará prácticamente sola a todo el ejército. Snyder da comienzo a lo que mejor sabe hacer, que es secuencias de peleas en cámara lenta. Y en esta secuencia, se desatará como si fuera el inicio de una inevitable avalancha de nieve, el primer alud. Sucederá algo que se repetirá mínimo cinco veces a lo largo de toda la película sostenida por secuencias de acción. Digo aproximadamente 5, porque la película se tratará sobre el reclutamiento de quienes participarán de la rebelión, y entre cada personaje nuevo que se incorpora, se librará una pelea donde dicho personaje y Zack Snyder podrán demostrar lo que saben hacer. Mientras cada personaje protagoniza su pelea, muchas veces incluso los protagonistas y los otros personajes secundarios, estarán solamente quietos viendo que sucede. Como si estuvieran viendo un espectáculo del Cirq du Soleil. Aún cuando la propia vida de quienes observan esté en juego. Quizás si ayudaran en la pelea cambiarían el curso del relato, o si huyeran de las situaciones de peligro facilitarían hasta la dificultad de esa pelea. Pero no. Ellos observan. Tienen que ser testigos del talento del nuevo integrante. La cámara además no los oculta, les dedica algunos planos, teniendo los actores que repetir a lo largo de toda la película y de cada enfrentamiento, una suerte de cara de constipación mientras son testigos de si sobreviven o no. ¿Cuántas caras de circunstancia puede ofrecer una persona? ¿Cuántas veces les pueden pedir a los pobres actores que pongan cara de que miran una pelea que probablemente ni siquiera estaban viendo en el set?

Incluso al final de esta primer secuencia de pelea, apenas se da el último tiro, aparecen (sin exagerar) todos los integrantes del pueblo juntos, como si hubieran calculado en su corrida desesperada llegar al granero, con los pies en simultaneo desde sus respectivas casas. Casi como si se pudiera ver al asistente de dirección agitándole las manos a los actores y a los extras para que entren TODOS juntos a plano. Recuerdo haberme reído en voz alta al verlo. Lo que sucede en esta película, dentro de la evolución de los relatos cinematográficos, me parece estar al borde de lo grave. Pienso que tiene que haber una mezcla entre pereza y pedantería detrás de su ejecución. Reflexiono ahora que quizás este síndrome sucede en otras películas del género, pero nunca pude verlo con tanta claridad. Y esto se debe a que cuando tambalean los naipes de la base del castillo, tan solo hace falta un soplido para que se desmorone y se vean las torpes manos del mago. Quince minutos después del primer punto de giro, tuve que parar de verla. “Necesito hacerlo en dos partes” pensé. “Esto es demasiado”.

Los actores

Como el arquero de fútbol, si el arquero redime el error del defensor, será un héroe. Si ataja una pelota, por más sencilla que fuera, es un héroe. Si comete un error, aunque sea consecuencia de un mal funcionamiento de todo el equipo, solo nos acordaremos del error del arquero.

Lo digo de esta manera porque pese a todo, es verdad que son para el ojo del espectador promedio, los principales representantes del relato. Aquellas primeras palabras escritas en un borrador por el autor, finalmente serán dichas por un intérprete, y los movimientos propuestos en esos papeles, serán los de sus cuerpos. Nada más, y nada menos. Se vuelven los representantes de los logros y los embajadores de los errores. La exposición es para quienes lo hacen, tanto fantástica como letal.

Ahora, independientemente de ello, como cualquier trabajador, el actor o la actriz también es responsable de su profesión. El actor que antes mencioné con una frase algo desafortunada, demasiado categórica, pero no se si por ello menos cierta, Michiel Huisman, es responsable de no involucrarse emocional e inteligentemente con el relato. Aún siendo el relato tan chato y hueco como resultó ser. Es responsable el deportista de no sudar la camiseta al jugar un partido. Mucho más responsable de no sudar que de correr el riesgo de cometer errores. Es responsable el actor de poner siempre la misma cara que lo deja simétrico y atractivo frente a cámara, aunque el personaje que interprete este viendo delante suyo la posibilidad de su mismísima muerte, la de sus amigos, la de su amada, o aunque hayan triunfado en la batalla contra el enemigo. A gusto personal, ya lo he visto cometer los mismos errores en su personaje en la eterna Game of Thrones, donde en las antípodas de este largometraje, el 99 por ciento de las actuaciones no fallan y son hipnóticas. Micheil, curiosamente, reemplaza a Ed Skrein en GOT, haciendo allí ambos el mismo personaje. De una temporada a otra, Ed no pudo estar y fue reemplazado por Micheil en la interpretación del mismo personaje. Y menciono este tan curioso caso, porque Ed, en Rebel Moon, es el temible general. El antagonista del relato. Si bien el diseño del personaje está quedado en el tiempo y es sencillamente un malo amoral y siniestro, el actor hace lo que puede. Quizás el actor proponga de más, quizás lo sobrecargue de vicios y de una obvia perversión sin dimensiones, pero por lo menos propone y lo rescata del naufragio terrible de esta película.

Sofía Boutella representa a Kora, la protagonista. Algunos párrafos más arriba mencioné que cuando la nave imperial baja sobre su amado planeta, sería la primera vez que veríamos esa expresión del personaje en la película. La primera vez de muchas. En ese momento su expresión sí es interesante, porque tanto drama y consternación en su rostro anuncian que esa nave es mucho más que una invasión contra el planeta. Los ojos llenos de lágrimas, la frente arrugada, el ceño preocupado. Pero si esa misma cara es la única que veremos a lo largo de toda la película cada vez que suceda un peligro, una duda, una discusión, o cada vez que recuerde siempre con tanto pesar su pasado, estamos en problemas. Si para el personaje todo vale lo mismo, ¿qué es lo que vale? Es decir. Si la posibilidad de ser descubierta por el imperio vale lo mismo que la muerte de un personaje que conoció hace dos escenas por el cuál derrama lágrimas, ¿qué es lo que vale en esta película y para esta protagonista? Y más allá de la actriz que pareciera pecar de falta de recursos, ¿qué es lo que le pide el director a sus actores? Entiendo igualmente que su criterio o el criterio de la producción para diseñar el casting, ya de por sí denota un criterio torcido. Todos parecen ser actores y actrices preocupados por como se ven, como si estuvieran desfilando en una pasarela en París o New York. Como el famoso Charlie Dunham que (como en todas las películas en las que está, haga lo que haga) camina como si fuera el bully de la preparatoria yanqui.

La pregunta del millón es, ¿pueden elegir los actores y las actrices con total libertad qué y cómo interpretarlo? Yo creo que no, pero que dependiendo de algunos factores, siempre existe un terreno de libertad por defender. Aunque tengan encima a los productores más mercenarios o la mano de la plataforma presione sobre la estructura. Quiero creer que aunque sea en un terreno de diálogo con el director unos minutos antes de salir a escena, o entre toma y toma, sí pueden defender su profesión. Aunque Zack no supiera qué ni cómo pedirles algo. Ahora, si estamos ya frente a un fenómeno como el conflicto de Zoolander en su película, que es que solo puede ofrecer a las cámaras una sola expresión, y todo el largometraje sucede lo mismo, el problema si bien es estructural, es responsabilidad de mucho de estos actores. Si estás jugando la final de un mundial y no corrés, dale el lugar a otro que sí quiera sudar la camiseta. Y el director técnico, es responsable de que el jugador este en la cancha jugando como está jugando. Por eso Zack Snyder es el principal responsable de todo. Porque claramente además, existe en él una decisión estética sobre el diseño de las escenas, inclusive el de sus reiteradas escenas de acción y abusos de cámara lenta. Si cada batalla librada es igual de épica desde el minuto 0 de tu relato, y es acompañado por una orquesta; si todos los personajes van a vivir de la misma manera el riesgo de cada batalla o la muerte de sus amigos o desconocidos; si todos tus personajes se comportan igual y se ven igual porque tienen que tener pelo largo y mostrar sus abdominales; si todo es tan en serio que en ningún momento una charla no puede tener algo de cotidiano y vanal, de patético o cómico; si cada vez que muere alguien, aunque el espectador no lo haya conocido por error del propio guión, vas a hacer llorar a los personajes alrededor y poner violines creyendo que eso podrá conmoverlos, ¿cómo puede sentir el espectador algo real sobre lo que se está contando? ¿Qué es lo que te interesa de tu relato, Zack Snyder? ¿Para qué hacés lo que hacés?

Una dulce hipocresía

Si bien no soy un férreo defensor de las tradiciones o del pasado, no siento tanto el sufrimiento por la llegada de lo nuevo y el envejecimiento de las estructuras de antes, entiendo que la llegada de las plataformas han enrarecido la experiencia cinematográfica. Sumado desde ya a tantos otros factores que demandarían un libro de ensayos, la experiencia del espectador no es la misma que hace, por ejemplo, 30 años. El evento de ir al cine, compartir el momento con otros desconocidos que mascan pochoclo y rugen sus nachos con cheddar, o sacan el celular en la mitad de la función para ver la hora, no está tan atesorado como antes. Quizás algunas películas lo requieran, y el evento se vuelve incluso en algunos casos más social que sensorial (por ponerle un adjetivo). Ir con amigos o tener una cita. Al no ir al cine y depender de la calidad de su televisión y sus parlantes, el espectador se pierde la experiencia del sonido envolvente o la mayor plenitud posible de la belleza de la imagen, y el realizador se pierde al espectador para compartirle sus originales intenciones audiovisuales. Pienso que uno de los mayores logros del evento cinematográfico, es que nadie te permita poner “stop” a lo que estás viendo, o que no dejen que te distraigas fácilmente con las notificaciones del celular para darle rienda suelta a la liviana atención postmoderna. El hecho de tener que atender a la experiencia, permite muchas veces la mejor expresión de esa experiencia. Incluso poder ser seducido por relatos que en la intimidad de tu casa no tolerarías ver y que peligran porque todos los otros relatos están a un click de distancia. El espectador moderno está más instruido como espectador promedio, y a la vez tiene mucha menos paciencia.

Ahora, seré un hipócrita. Pero, que bello fue poder poner pausa a Rebel Moon cuando no lo soporté más. Me tomo este tiempo, pensé, y la continuaré mañana o cuándo me arme de coraje. “¿Qué estoy haciendo con mi tiempo?” llegué a pensar. “¿Por qué me hago ésto habiendo tanto por ver?” Y este pensamiento es en verdad también un peligro. Es aquello que no le da chances a tantas obras de arte que quizás nos agarran en un momento de irritabilidad, de impaciencia. Un melodrama que nos agarra anímicamente golpeados, una comedia cuyos chistes normalmente nos harían llorar de la risa pero luego de un pésimo día de trabajo no funcionan, o una interesante experiencia audiovisual menos clásica que nos agarra poco tolerantes. Tener al alcanza de un click tantas opciones, ha puesto a las series o las películas a competir entre sí. Sin embargo, por otro lado, ¿no es una bendición no vernos obligados a sufrir aquello que no queremos? ¿Dar vuelta la página? ¿Por qué alguien debería verse obligado a ver una película tan mala como “Rebel Moon”, pasar dos horas y cuarto prendido a una pantalla, y terminar de verla con el sabor amargo de la frustración?

Le ruego, le imploro a la vida. A Netflix, concretamente: que no exista una parte dos.

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