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Hay más de 15 películas escondidas en La La Land (2016) y no lo sabías

Supongo que se ha dicho todo lo que se podía decir de esta película, pero quería volver a traerla por aquí por si hace mucho que no oyes hablar sobre ella. Se introdujo en mi top tres nada más verla, allá por el año 2018 la primera vez. No supe muy bien analizar porqué resonaba en mí con aquella fuerza como para poder decir que era mi película favorita, junto a Amelie y Cinema Paradiso. Con el tiempo, he leído mucho sobre todo lo meta, todo lo que tiene que ver con la revelación del artificio cinematográfico dentro de la ficción y pensé que tenía que ver con esto. Ahora que la he vuelto a ver, sin poder quitar los ojos del exquisito trabajo de Emma Stone, me he reconocido abrumada por esta historia sobre el amor a la profesión, sobre el arte, la pasión, la vocación, la realidad de la industria, el cuidado, y la valentía necesaria para poder seguir aquí a pesar de los años. De todo esto nos habla la tercera película de Damien Chazelle, y si se te había olvidado, definitivamente hace tiempo que no ves La La Land (2016).

Diversas secuencias de La La Land (2016)

Introducción

Desde su estreno en 2016, año en el que arrasó en nominaciones a los mayores premios de la industria, la película ha sido categorizada como uno de los mejores musicales sobre la historia de Hollywood. Y es que más allá de la historia, este largometraje es una oda al cine, repleta de infinitas referencias a los años de oro, y creada bajo la influencia de dos musicales memorables que analizaremos unas líneas más adelante. En la 89 Edición de los Oscar (2017) la película obtuvo un total de 14 nominaciones, entre los que obtuvo la estatuilla en 6 de esas categorías, destacando Mejor dirección (Damien Chazelle), Mejor actriz principal (Emma Stone), Mejor fotografía (Linus Sandgren) y Mejor banda sonora (Justin Hurwitz). En los Globos de Oro no se quedó corta, alzándose con 7 de las categorías, destacando también en la dirección, el trabajo interpretativo de ambos protagonistas y la banda sonora original. A pesar de haber trabajado juntos con anterioridad en otras dos ocasiones (Loco y Estupido Amor (2011) y Gangster Squad (2013), el dueto formado por Emma Stone y Ryan Gosling se convirtió en una pareja magnética, emocionante, cargada de feeling y conexión dentro de la pantalla.

Tras haber supuesto un canto al séptimo arte, un homenaje y un regalo de dónde venimos y cómo ha evolucionado la industria, muchos ya han considerado esta película un clásico. Sin embargo, me surge esta pregunta en incontables ocasiones. Cuando hablamos de un clásico, ¿nos referimos a una película creada en un periodo de tiempo determinado? ¿A la calidad de la película? ¿A su permanencia en el tiempo como algo memorable? ¿Cuánto tiempo debería pasar para que una película sea categorizada como un clásico? Y la más importante:

¿A qué nos referimos cuando hablamos de un clásico?

Según Emilia Esteban, Claudia Lorenzo y Blanca Garrido, autoras del libro El cine en 100 preguntas, «(…) llamamos “clásico” a aquellas que por su calidad, galardones, popularidad, éxito comercial o, principalmente, cariño del público han pasado a la historia del cine. (…) Pero esta definición generalizada es poco precisa. La etiqueta de “cine clásico” implica un conjunto de características mucho más concretas que configuran una forma determinada de narrar el cine. Se le llama “clásico” haciendo una correlación con los periodos “clásicos” en la historia del arte, fijados a un canon que hace posible que las obras sean bellas y equilibradas. Las películas clásicas son, por tanto, las que están realizadas según un determinado canon estilístico, que las hace coherentes y eficaces en la transmisión de su mensaje. (…) Se trata del cine tradicional, basado en los géneros y en el star-system. En el cine clásico se busca borrar las huellas de la instancia enunciadora del relato. Parece que la historia se cuenta por sí misma y que el discurso es neutro, transparente».

Por tanto, siguiendo este conjunto de ideas que las tres autoras analizan en la página 107, ¿diríamos que La La Land (2016) podría considerarse como tal? No del todo. Lo cierto es que parte de todos estos clásicos para su construcción, desarrolla su imaginario a partir del star-system y las películas que surgen en esos años son inspiración y motor de la protagonista, pero no por ello esta lo es. Eso sí, si entendemos lo clásico como una película que perdura en la memoria, esta sin duda lo es.

Influencias

Con La La Land (2016), Chazelle hace un homenaje a la industria del cine, sin olvidarse de la cruda realidad de ser parte de ella, y recorre la historia del cine clásico (en específico de los años de oro de Hollywood y de sus musicales). “Es un canto (y un baile) de amor absoluto al Séptimo Arte”. Según leía este libro sobre la historia del cine, quizás uno de lo que más ha llamado mi atención en los últimos tiempos, en la página 126 las escritoras hacen referencia a esta película para hablar de otras dos, aquellas en las que el director se inspiró para crearla: Los paraguas de Cherburgo (1964) y Las señoritas de Rochefort (1967). Por si alguien está interesado y dista de mi humilde opinión ahora que voy a compararlas, en una rápida búsqueda he podido ver que ambas están disponibles en Filmin.

Pero más allá de estas dos, cuando he vuelto a ver la película, no he podido dejar de sorprenderme con la cantidad de similitudes que hay con Cantando bajo la lluvia (1952). Especialmente en los fondos de colores, en el foco central de la pareja en relación con la industria del cine, las coreografías con miles de figurantes, y en especial, todo lo metacinéfilo; la revelación de los rodajes como una construcción del cine y de sus decorados. Recomiendo encarecidamente volver a ver ambas películas, primero esta más antigua y después La La Land (2016), para poder analizar y comparar todos los pequeños guiños que contiene esta última.

Cómo muestra la película la vida de los rodajes

Debo confesar que me fascina todo este mundo de las referencias a películas anteriores, sobre todo si se tratan de guiños al cine y a su historia. Por ello, seguí indagando por internet y para mi sorpresa, descubrí que las referencias iban mucho más allá que estas tres películas que os acabo de mencionar. Una usuaria de lo que antes llamábamos Twitter, publicó en sus redes un pequeño video en el que recopilaba y comparaba todas las referencias que había encontrado a los grandes musicales de Hollywood. Sin ir más lejos, un total de —-. Entre ellas, encontramos películas como Grease (1978), West Side Story (1961), Sweet Charity (1969), Boogie night (1997), Shall we dance (1937), The band wagon (1953), Moulin Rouge (2001), Funny face (1957), An american in Paris (1951), On the town (1949) y Broadway Melody (1940), además de las mencionadas. Ahora mismo está disponible en Vimeo y os dejo el link directo aquí por si alguien es tan curioso como yo:

https://vimeo.com/200550228

Como era ciertamente imposible poder analizarlas todas, he optado por recurrir a aquella que para el director es su mayor referencia: Los paraguas de Cherburgo (1964). Veámos qué similitudes (o no) tiene La La Land (2016) con esta primera.

Los paraguas de Cherburgo (1964), el origen de La La Land (2016)

Carteles alternativos a la película de Demy

El principal conflicto de esta historia, a diferencia de lo que sucede en La La Land (2016), comienza dándose entre una madre y su hija, y no entre la pareja amorosa. La relación materno-filial es el principal foco de la trama y bajo esta, subyacen el vínculo amoroso de tintes melodramáticos. Aunque esto no quiere decir que el tratamiento del conflicto lo sea, pues en este caso, el realismo de las conversaciones sobre la situación sentimental y el desarrollo de ambas relaciones es totalmente próximo a la realidad.

Acting cercano al melodrama de ella

El melodrama está presente más bien en el personaje de ella, y en las reacciones hiperbólicas ante la partida de él, algo que no sucede en La La Land (2016); sin estar dentro de un realismo absoluto, el tratamiento del conflicto es mucho más terrenal y consecuente en esta. Los paraguas de Cherburgo (1964) cuenta la historia de Geneviève, quien sufre como lo hace Doña Rosita de Lorca, mientras espera a un amor lejano, pues Guy (Nino Castelnuovo), su pareja, se marcha de la ciudad obligado por el regimiento a cumplir dos años de entrenamiento militar. Su madre, quien regenta una tienda de paraguas en una ciudad en la que si no llueve, nieva, se opone a este amor, induciendo a su hija a casarse con un joyero que las sacará de una terrible deuda. Finalmente, sucede así, y tal y como lo hace Mía al tiempo (aunque no por los mismos motivos), Geneviève acaba casándose con otro hombre. Es más, el cierre final es probablemente uno de los puntos en los que más recoge el testigo el director de La La Land (2016), con ese reencuentro en la gasolinera, cuando una mirada lo dice todo, como lo es la de Mia y Sebastian en el club de jazz Seb´s.

Final de Los paraguas de Cherburgo
Final de La La Land

Otro matiz importante es que, a pesar de que ambos son considerados musicales, la película del director francés está totalmente musicada. Cada palabra que sale de la boca de un personaje está cantada, por lo que la música es parte de todas y cada una de las escenas. A mi parecer, ambas películas comparten un código ciertamente alejado del realismo y más próximo a lo onírico. Esta primera lo hace debido a las interpretaciones melodramáticas y la completa musicalidad, y por su parte, La La Land (2016), lo hace a través de la evasión y dilución de la trama para adentrarse en decorados alucinantes que buscan explotar las posibilidades del cine en todo su esplendor. Esta ausencia del realismo en favor de lo onírico, revela la vida de ensueño de Hollywood y se contrapone con la cruel realidad de la profesión.

A nivel estructural, la película de Demy también se divide en diferentes partes, que hacen referencia (al igual que sucede en La La Land (2016), con el paso del tiempo. La partida, La ausencia y El regreso son los tres actos que componen la historia y, al mismo tiempo, suceden saltos temporales constantemente, elipsis del tiempo que tratan de avanzar la historia para contar al espectador cómo evolucionan ambas relaciones a lo largo de los años. En el caso de la actual, la película se divide en las cuatro estaciones del año: Invierno, Primavera, Verano y Otoño.

Intertítulos que anuncian la división en partes

Es cierto que hay cierta huella en La La Land (2016) proveniente de esta película, aunque no diría que destaque en gran medida. Es más, a excepción de la fotografía y del color, no sé si al ver esta película habría asociado rápidamente ambas dos. Uno de los detalles que captura la película moderna de esta sería la aparición de la foto de Marilyn Monroe como icono del cine, haciendo una pequeña oda a la actriz de los años de oro de Hollywood. Sucede así, aunque en este caso es con Ingrid Bergman en un papel de pared cubriendo la habitación de Mia, haciendo una de las referencias más directas al mundo del cine. A su vez, con el paso del tiempo y la evolución de la carrera de Mia, sucede un cambio de tornas, un relevo en un guiño a los orígenes de esta como actriz, cuando pasamos a ver una imagen del rostro de Mia, en el mismo tamaño que la de Bergman.

Los movimientos de cámara, sin embargo, distan de un largometraje al otro. Aunque esto podría tener más que ver con la tecnología de cada época y los recursos disponibles, a mi parecer no es del todo así y aquí entra en juego la decisión de Damien Chazelle de ampliar las posibilidades de su film. En La La Land (2016), el uso de travellings larguísimos, el planos secuencia tan característico de la primera escena o la grúa para rodar todas aquellas escenas de coreografía en la que ambos personajes vuelan de un decorado al otro, podrían también haber aparecido en Los paraguas de Cherburgo (1964), pues había tecnología para hacerlo tal y como podemos ver, por ejemplo, en Cantando bajo la lluvia (1952) estrenada doce años antes que esta. Eso sí, encontramos movimientos de zoom de cámara similares en ambas. Y un detalle aún más característico, a mis ojos el más importante, la importancia del espacio en el que se desarrolla la acción; la ciudad como espectadora de la historia. Tanto Cherbourg como Los Ángeles miran atentamente la historia de amor truncada de ambas parejas, historias que comienzan pero no llegan a ser por diferentes motivos, alejándose así de finales felices tan relativos al mundo de los musicales.

En cuanto a la fotografía, el color y el uso de la luz juegan en la misma sintonía, aparecen tonos brillantes, alegres, cercanos al juego teatral y pertenecientes a un decorado sin temor a quedar fuera de un código realista.

Uso del color

En definitiva, La La Land (2016) es una película sobre películas, que refleja lo mejor y lo peor de Hollywood. Mia y Sebastian son dos artistas, una actriz y el otro músico compositor de jazz, viven por y para su oficio, y esto hace que en ocasiones, la relación pase a un segundo plano. Pues en esta profesión, un casting, un rodaje, una gira, van por encima de nosotros. Y vivir a merced de un puesto de trabajo, sobre todo cuando el producto eres tú, puede llegar a resultar abrumador, como lo es para Mia en la escena en la que él va a buscarla a casa de sus padres para el casting de la película. Resulta, sobre todo para los que nos dedicamos a esta industria, una película absolutamente inspiradora.

Quizás porque surge a partir de múltiples referencias, esta historia acoge múltiples códigos en la fotografía, mezclando técnicas de rodaje actuales con otras pasadas. No hay más que ver la calidad de la fotografía en las secuencias actuales, así como el tratamiento del color, en comparación con la secuencia onírica en la que se imagina el futuro que ambos podrían haber llegado a construir, a través de la imagen analógica.

Los impactantes juegos de cámara, empezando por el plano secuencia inicial que acompaña al número musical de apertura, convierten el plano técnico de la película en un trabajo exquisito. Poco hay que decir sobre los números musicales en los que ambos vuelan al cielo, o de la secuencia en la que los barridos de cámara recogen tanto el movimiento de Sebastian en el piano como el baile al ritmo de la melodía de jazz de Mia.

Nunca me canso de ver esta película y siento que a cada momento, dependiendo del estado vital en el que me encuentre, cala de una manera u otra en mí. Espero haber despertado las ganas de volver a verla, aunque sea para ver si podéis encontrar todas las referencias a las películas que os he mencionado.

Nahia Sillero.

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